viernes, 30 de julio de 2010

El porqué de Venecia


Ahora entiendo el porqué de Venecia. No por lo insólito de la filigrana tallada sobre el agua, ni por la peripecia histórica que se presiente desde sus orillas, ni por el enclave de puerto estratégico se justifica Venecia. No. Ella vive como epítome del juego, de una existencia que encuentra su razón de ser en sí misma: reposo gratuito en una facticidad serenamente conquistada. En ella se está y se goza, se busca a los demás y a sí mismo en la sorpresa y el requiebro de los canales. No fue concebida para trabajar, aunque constituya el fruto de esfuerzos seculares. Venecia es el laberinto de la fantasía que se recorta sobre el océano del mundo.
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En la imagen: detalle de un canal veneciano. © P. J. Teruel, julio de 2010.

viernes, 23 de julio de 2010

Igualdad y mérito
















En el avión que me devuelve a Verona después de dos intensos días en España –que han coincidido, sin buscarlo, con el acontecimiento del Mundial– paso revista a la prensa reciente. Varios textos relacionados con el horizonte de la Universidad europea llaman mi atención. Il corriere della sera destaca una ley aprobada por el Gobierno alemán, por la que a partir del próximo otoño los universitarios con mejores calificaciones (en torno al 8% del total) recibirán un sueldo mensual de 300 euros. Aunque los partidos de izquierda han denunciado lo que consideran una perversión liberal del sistema educativo, el diario social-demócrata Süddeutsche Zeitung ha saludado como positivo el espíritu de la ley, que conduciría a desarrollar una cultura del mérito más allá de un igualitarismo a ultranza que en nuestros días no tendría sentido (el acceso a la Universidad para los estudiantes con pocos recursos seguirá garantizado por las ayudas-préstamo del programa “Bafög”).

Con un enfoque similar se expresa Timothy Garton Ash (Universidad de Oxford) en un artículo de opinión en El país. Frente al recorte de inversiones en las universidades europeas, sostiene que el remedio para la financiación puede hallarse en el ejemplo de las instituciones de élite norteamericanas; éstas conjugan matrículas mucho más elevadas que las europeas con un sistema de becas que cubre integralmente tanto los gastos académicos como el alojamiento a casi un universitario de cada diez (además de que Estados Unidos dedica el 2,9% de su PIB a la educación superior y posee una densa red de benefactores privados).

¿Debe prevalecer la búsqueda de la igualdad (para garantizar que la educación ofrezca pares oportunidades de promoción social) o el reconocimiento del mérito (para evitar la uniformización a la baja, riesgo de los sistemas en los que se ha privilegiado la igualdad por encima del aprovechamiento)? Creo que se puede hacer justicia a ambas exigencias por medio de un generoso sistema de becas conjugado con mecanismos de estímulo. Ello requiere, sin embargo, un replanteamiento de la financiación, sobre todo en aquellos países –como la España de Zapatero y la Italia de Berlusconi– que han podado vergonzosamente los recursos destinados a investigación y ciencia.

Es tan grande el beneficio que la Universidad proporciona a nuestras sociedades que cuestiones como ésta requieren una atención preferente. Muy orgulloso me siento de pertenecer a una cultura que nos permite disfrutar de bienes de primer orden: los que dan acceso a la educación.
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En la imagen: vista de la fortaleza Viscontea desde Borghetto (Verona) © P. J. Teruel, 2010.