domingo, 9 de enero de 2022

¿Por qué hay negacionistas?

  

Versió original en valencià

Conozco desde hace varios años a la persona con quien hablaba. Es afable, encantadora. El otro día empezamos a hablar sobre las vacunas. Percibí que no se fiaba de ellas, le parecían peligrosas; se había vacunado sólo para beneficiarse del pasaporte COVID.

En mi artículo precedente en el diario Levante (“Vacunación y libertad”) abordé los argumentos del negacionismo. Como suele sucedernos a quienes trabajamos con ideas, pensé que con refutarlos bastaba para convencer. La conversación del otro día me hizo reflexionar.

– Los expertos sostienen que la vacuna es eficaz, decía yo. – Muchos especialistas están en contra, decía mi interlocutor. – Esos pretendidos especialistas son pocos; a menudo, no son expertos en absoluto. – Los que defienden las vacunas son voceros de los políticos. – En un país como el nuestro, los políticos no censuran los datos sanitarios. – La gente se muere igual con las dos dosis. – A raíz de la introducción de la vacuna, cesaron las muertes por coronavirus en las residencias de ancianos. – Los ancianos no se morían por eso. – Los países con bajos niveles de vacunación decretan nuevos confinamientos. – La gente sale en tromba exigiendo la libertad de no vacunarse. – Sin vacuna, contagiarse puede tener efectos muy graves, con la consiguiente presión hospitalaria. – En países como Estados Unidos, con Trump, todo ha ido bien, etc. 

Cuando le dije que estaba mal informado sobre las vacunas: tú tienes tu información, yo tengo la mía. No lee diario alguno, no escucha la radio ni ve la televisión. Se informa sólo por medio de las redes sociales.

Un punto crucial. Los medios de comunicación cuentan con instrumentos de control; lo que se publica en ellos no es infalible, pero ha pasado por filtros de calidad. No tiene sentido sustituirlos por declaraciones sin filtro. He constatado cómo por los grupos de whatsapp circulan vídeos pretendidamente informativos. En una ocasión me tomé el tiempo de analizar uno, “The big reset”: todos y cada uno de sus argumentos estaban refutados por autoridades en genética y virología, además de por los efectos de la vacuna. Lo expuse en el grupo. Al día siguiente, la persona que había publicado el vídeo mantenía su opinión… como si oyera llover.

 

Para el negacionista, lo fundamental es que no le impongan nada. Una escisión llamativa: por un lado, pretende ser absolutamente libre; por otro, piensa que la sociedad le está absolutamente obligada. Quiere recibir todos los beneficios que posibilita la colectividad; esa misma colectividad que él, a menudo por miedo, pone en peligro. 

Ante esa actitud, el pasaporte COVID me parece una medida acertada: muchos negacionistas se vacunan, aunque sea por propio interés. Cuando su porcentaje es elevado, la vacunación obligatoria deviene mesura de salud pública: en caso contrario, tienen lugar muertes evitables, se hace tambalear el sistema hospitalario y se arriesga nuevos confinamientos, social y económicamente destructivos. 

Y, sin embargo, persiste un problema. El negacionista se adhiere a visiones individualistas, que ponen al margen el reconocimiento de los deberes hacia el otro; así, la sociedad se debilita ante la demagogia. Los fascismos han aprovechado esa debilidad. Por ello, el negacionismo es el síntoma, disfrazado de aspiración a la libertad, de un peligro para la democracia


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Traducción de un artículo propio publicado en el diario Levante (30/12/2021). En la imagen, uno de los carteles colocados en un punto de vacunación en Valencia capital [foto propia tomada el 06.06.2021.]

1 comentario:

Mario dijo...

Hola PJ. Gracias por tu blog. La cuestión de fondo, creo yo, es una desconfianza fuerte (impulsada por ideologías interesadas y misticismos trasnochados) en la ciencia. Isaac Asimov ya dijo aquello de que creer que "mi ignorancia vale tanto como tu saber" es democracia nos ha llevado a una dictadura del antiintelectualismo. Cualquier puede decir cualquier mentira o cualquier tontería (no sé qué es peor) y siempre tendrá un coro que le escuche y propague esa mentira o esa tontería.
No entiendo que el estado se ande con paños calientes cuando de lo que se trata es de la salud pública.