Cuando Edipo llega a Tebas
–ciudad donde habrá de enfrentarse a su destino–, encuentra allí a la esfinge; ésta
aterroriza al pueblo proponiéndole enigmas, sutiles y terribles, que los
ciudadanos no saben resolver y por cuya causa mueren. Edipo se confronta con la esfinge
y la vence. En su libre y magnífica versión cinematográfica de la tragedia de
Sófocles, Pier Paolo Pasolini incluyó en ese pasaje una frase de su cosecha. A
punto de ser arrojada al Hades de donde procede, la Esfinge le dice a Edipo que
lo que pretende no tiene sentido: «Es inútil. El abismo al que me arrojas está
dentro de ti».
En el último barómetro
electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas, hecho público el primer
miércoles de febrero, el Partido Popular acusa un desgaste que le lleva a
perder nueve puntos desde las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011;
el Partido Socialista apenas recupera 1,2 desde entonces. Algo más (2,38 y 2,04
puntos respectivamente) ganan en intención de voto Izquierda Unida y Unión,
Progreso y Democracia. Algunos miembros de PP y PSOE han restado importancia al
sondeo; otros abogan por activar resortes que permitan mejorar su imagen
pública.
Pero es inútil. El abismo al
que intenta arrojar sus fantasmas esta generación de políticos está en su
interior. Un admirado compañero y amigo me decía hace poco que el bipartidismo
resulta inevitable como horizonte democrático. Creo que tiene razón. Pero lo
que no resulta inevitable es la presencia de la generación de actores que ha
convertido la política española de las últimas décadas en una pantomina, con el
rebufo de corrupción y descrédito hoy a la vista.
El abismo más profundo es
el interior. El Edipo de Sófocles permitió a Pasolini una relectura en clave
psicoanalítica y marxista. Quizá para nosotros –en España, en Europa– esté
llegando la hora de una rebelión contra los padres putativos de un sistema que
da signos de agotamiento. La debacle de la actual clase política ha de servir de
aviso para navegantes e inicio de un nuevo ciclo. Para ello se requiere que los
ciudadanos cobremos conciencia de la impostura colectiva y que mantengamos, a
la vez, la esperanza en el diálogo y en la concordia por venir.
Pero quizá la esfinge nos
devuelva aún su certero aviso. Necesitamos, sí, auténticos servidores de lo
público: la pregunta es si una sociedad en gran parte anestesiada por el
consumismo y narcotizada por la telebasura está en condiciones de generarlos.
Quizá sea inútil; quizá el abismo esté dentro de nosotros. En resolver esta
cuestión, sutil y terrible, se cela el destino al que hemos de enfrentarnos.
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Artículo propio publicado en el diario La verdad, edición de Alicante (23/02/2013, p. 19). En la imagen: "Edipo y la esfinge", cáliz ático fechado en torno a 480-470 a. C., Museos Vaticanos (fotografía de Sebastià Giralt, flickr.com).
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