No
se puede ganar el futuro siendo una rana. O siendo un gusano. Me explico. En su
autobiografía, una de las figuras más brillantes de la investigación española
se refería al gran árbol de la ciencia y a dos de sus inquilinos: el
especialista corto de miras y el científico con sentido filosófico. “El
especialista trabaja como una larva, asentado sobre una hoja y forjándose la
ilusión de que su pequeño mundo se mece aislado en el espacio; el científico
general, dotado de sentido filosófico, entrevé el tallo común a muchas ramas”. Reflexiones
de nuestro Ramón y Cajal, ya con el Nobel en su haber por sus trabajos sobre la
comunicación sináptica.
En
un fascinante reportaje sobre las nuevas tendencias de la educación superior en
China, firmado por Austin Ramzy para Time,
me encontré ayer de nuevo con Ramón y Cajal. O casi. Era Peng Wanrong (Wuhan
University) el que ironizaba sobre esa actitud de provincianismo intelectual,
encarnada ahora… en una rana. “Todas las escuelas de élite tienen ese tipo de
profesor de ciencia e ingeniería que sólo conoce su campo. Ponle en el ancho
mundo y apenas se dará cuenta de que su conocimiento está tan limitado como una
rana en un pozo”.
Y
es que el conocimiento –y esa variedad suya, metodológicamente refinada, que
llamamos ciencia– es, por definición, apertura. Nada sabe aquél que se recluye
en su hoja (o en su pozo). El especialismo a ultranza produce resultados prácticos
deslumbrantes a corto plazo, pero a largo seca las raíces del interés por el
mundo y, con ellas, agosta el árbol de la ciencia. Ortega y Gasset llamaba a
esto ‘barbarie’. Y no poco de bárbaros tienen los tecnócratas a cuyas andanzas
nos estamos acostumbrando.
Pero
la senda del futuro no va por ahí. El porvenir será de los osados: de los que
se atreven a medirse con el horizonte, con esa realidad unitaria que supera los
límites de las perspectivas (lícitas pero parciales) de las disciplinas
particulares. Somos ya bastantes los que abogamos por abolir la dicotomía entre
“las dos culturas”, por la cual “se es de letras” o “se es de ciencias”. Una escisión
que tuvo su sentido en otro contexto histórico: no en el nuestro. En España o
en China, el porvenir no será de los gusanos reconcentrados en su hoja ni de
las ranas satisfechas en su charca. El futuro pertenece a los seres humanos que
se abren al mundo.
Artículo propio publicado en el diario
Información, 20/10/2012, p. 76. En la imagen: fotografía tomada en Castrourdiales (Cantabria) el 16/04/2011.
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