viernes, 12 de junio de 2015
Cristina recobrada
Te buscamos en la carne herida de tu cuerpo; pero ya no la habitas.
Ponemos el oído, atendiendo una palabra tuya; pero has enmudecido y tus cosas no quieren decirnos nada.
Interrogamos a las calles y plazas de tu barrio; nadie te ve pasar por ellas (tú, que eras tan fiel a los lugares).
¿Dónde hallarte entonces? ¿Dónde buscarte que no aceche la sombra? Hay un lugar. Te recobramos, ya transfigurada, en el claro espejo del amor que diste. Tus años postreros lo hicieron recio y alto, inasequible al desaliento. ¿Qué mejores padres, hermanas, marido, hija, amigos...? Tu gratitud se derramaba como un torrente. El amor es la prenda de la inmortalidad: nos deja barruntar nuestra vocación más honda, que es llamada a una vida desbordante. Tu hogar se fue poblando de vida, más palpitante cuanto más entreverada con el dolor. Y ¡cuánto amor hay en él, Cristina!
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En la imagen: "Christina's world", por Andrew Wyeth (MoMA, Nueva York).
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