“¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?”. Ésta es la estremecedora pregunta –la más estremecedora de todas– que recoge el evangelio de Mateo. Con ella, Cristo responde a la inquietud generada entre sus discípulos por el caso de un hombre a quien se había perdonado cuantiosas deudas y que, al verse libre, había actuado sin compasión con un deudor suyo: “Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, diciéndole: Paga lo que debes”.
A pesar de que se los
rescató, con dinero público, de una ruina previsible –causada por gestiones
desastrosas y corruptelas sin número–, varios bancos y cajas españoles han
azuzado al aparato de la Justicia contra sus deudores. El arma del desahucio, horripilante
modo de agarrar al otro por el cuello y ahogarle, no resulta nueva; recientes
suicidios (en Grecia, en Italia, en España) han llamado ahora nuestra atención.
Oposición y Gobierno han debatido sobre el cauce legal para aminorar la
sangría. Pero no me parece que éste sea el resorte básico: nadie obliga a los
bancos a poner en marcha la maquinaria legal que desemboca en un desahucio. Sus
comités éticos podrían haber evitado el encarnizamiento allí donde no hay mala
voluntad ni dolo.
Llegados a este punto, existe
una vía para frenar el despropósito. Una vía ciudadana. Sabemos cuáles son las
instituciones que se ensañan: basta una búsqueda por internet. Miembros de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (Valencia) apuntan a la CAM, absorbida
por Banco Sabadell, y a Bancaja, ahora en Bankia; desde Stop Desahucios señalan
a Cajasur (ahora BBK). Otras fuentes advierten de que, en este punto, parece no
haber distingos entre unos y otros. Quizá baste con partir de la experiencia
contrastada por uno mismo.
Adecentemos nuestro hogar
común: actuemos moralmente. Saquemos nuestras cuentas de los bancos y cajas que
practican el desahucio sin contemplaciones. Si es preciso, llevémoslas a entidades
extranjeras. Enviemos una señal a sus gestores. Quizá perciban entonces que
agarrar por el cuello a quien te debe uno, cuando a ti te han perdonado un
millón, sólo tiene un nombre. Ese nombre que hizo inquietarse a los discípulos
del evangelio y que llevó a Cristo a formular la pregunta más estremecedora de
todas.
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Artículo propio publicado en el diario La verdad de Alicante (25/01/2013, p. 19). En la imagen: Francisco de Goya y Lucientes, Desastre nº 71: "Contra el bien general" (Museo del Grabado de Goya, Fuendetodos).
1 comentario:
Diversa nazione ma stessa storia! Quanto hai scritto sarebbe da pubblicare sulle prime pagine dei nostri quotidiani!
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