Cuando los invasores nazis huyeron de Grecia, en 1944, dejaron tras de sí un vaivén de conflictos internos. Esos conflictos, ya ensayados en el seno mismo de la resistencia, desembocaron en una lacerante guerra civil, un prolongado intervencionismo de los militares en la vida pública y una polarización ideológica que sólo a partir de los años setenta pareció dar visos de remitir. Y lo hizo alentada por un partido, el PASOK (Movimiento Socialista Panheleno) que lideró la vida política durante décadas.
Precisamente uno de los más recientes episodios de la debacle griega lo ha protagonizado ese partido. Fue gracias al carisma de Andreas Papandreu y a la modulación socialdemócrata de su discurso que pasó de un 14% de los votos en el año de su fundación (1974) a la mayoría absoluta (con un 48% de los votos en 1981), una mayoría revalidada en distintas ocasiones hasta la más reciente en 1996 (bajo dirección del hijo de Andreas, Yorgos Papandreu). Las luchas intestinas, el escándalo de la corrupción y el falseamiento de las cuentas hicieron trizas las aspiraciones de los votantes. En las elecciones del pasado 25 de enero, el PASOK obtuvo un escaso 5% de los votos que lo convierte en primer ejemplo de aplastante descalabro de un clásico partido mayoritario europeo.
Cuenta Angelopoulos que antes de emerger como líder Papandreu ya concitaba el apoyo popular. Con motivo de su onomástica, en el hogar familiar se congregaron numerosos campesinos de los alrededores; además de iconos de san Andrés, le llevaron ovejas y otros animales y le pidieron... que los bendijera. Buena prueba –argumenta Angelopoulos– de que el exhausto pueblo griego necesitaba un padre de la patria, un Alejandro redivivo que restaurase las aspiraciones fallidas. Lo reconoció, al menos durante un tiempo, en Papandreu. Aquella herencia y aquel crédito de confianza han quedado dilapidados en pocos años.
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Artículo propio [segunda parte] publicado en el diario Levante de Valencia (30/01/2015), p. 26. En la imagen: detalle del mosaico La batalla de Issos, en el que aparece representado el rey persa Darío III en la batalla que le enfrentó a Alejandro Magno el año 333 a.n.e.
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