En un hermoso film de madurez, Theo Angelopoulos conduce a su protagonista a la frontera montañosa de Grecia para lanzar desde allí una mirada, desapasionada y triste, sobre los fracasados sueños de la Hélade. Observando las cumbres cubiertas de nieve, el taxista que le ha llevado hasta allí confiesa su decepción. "Grecia se muere", le dice, "se acabó el ciclo. Miles de años entre ruinas y estatuas y ahora nos morimos". Y el viaje por fronteras y ruinas confirma ese devastador diagnóstico sobre la madre de la razón europea, enfangada en una impotencia que ya causaba estragos.
Para entonces, los índices macroeconómicos mostraban
a las claras la distancia respecto de los países de su entorno sociocultural.
En 2010 las exportaciones, botón de muestra del nervio creador y productivo de
un país, alcanzaban apenas los 24 mil millones de euros. Ese mismo año España
exportaba por un valor de casi 250 mil millones. Aun teniendo en cuenta el
número de habitantes –11,2 millones por 43,6 ese año, respectivamente– la
(des)proporción resulta llamativa; más aún si se coteja las finanzas griegas
con las de países parecidos en tamaño como Bélgica (con menor población,
exportó ese año por un valor 17 veces superior).
Similar divergencia aflora en otras
parcelas. Por ejemplo, sorprende el hecho de que Grecia –depositaria de la
herencia clásica, de sus obras intelectuales y artísticas– ejerza como país una
tan escasa atracción sobre los intelectuales de todo el mundo. No ofrece
referencias institucionales o académicas que hayan aprovechado ese fabuloso
bagaje para concitar sinergias; cuando un filósofo se especializa en
pensamiento clásico, su mirada se dirige antes a Alemania o a Inglaterra. Ni
siquiera cuando se trata de aprender su preciosa lengua. Un amigo, estudioso de
Aristóteles, me comentaba hace poco que en breve llevará a cabo un curso
intensivo de griego clásico; lo hará en Roma.
Indagar en los motivos de la dificultad griega para
sentar las bases de un Estado moderno constituye un fascinante desafío. Sin
duda, uno de ellos tiene que ver con la inestabilidad política.
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Artículo propio [primera parte] publicado en el diario Levante de Valencia (30/01/2015), p. 26. En la imagen: La
batalla de Issos, mosaico hallado en la Villa del Fauno de Pompeya y
conservado en el Museo arqueológico de Nápoles. Representa el momento en que las
tropas de Alejandro Magno (a la izquierda) se impusieron a las del persa
Darío III en el año 333 a.n.e.
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