miércoles, 11 de marzo de 2015

La bendición griega de Papandreu (3 de 3)














Resulta inevitable proyectar previsiones, a partir de los indicios ofrecidos por los comicios helenos, sobre los escenarios español y europeo; así lo han hecho analistas y portavoces políticos. De entre ellas, las que tienen que ver con el futuro de los partidos que han protagonizado la vida pública en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial me interesan sobremanera; muy en concreto, las que tienen que ver con la socialdemocracia, cuyo empuje cohesionador y progresista se ha visto sumido en una profunda crisis con raíces ideológicas y causas fácticas. A muchos nos defraudó en España el pobre sentido de Estado, el débil nervio internacional y la falta de espíritu conciliador y de imaginación política –por citar algunos motivos– evidenciados durante las legislaturas encabezadas por Rodríguez Zapatero. Sin embargo, no seré yo quien salude alegremente una debacle del partido socialista.

La socialdemocracia ejerce de saludable contrapeso a la virulencia de un neocapitalismo que resulta devastador por múltiples razones; la moderación pragmática de sus propuestas y su vocación integradora la convirtieron en eficaz instrumento de cohesión y justicia en la Europa postrada tras la guerra. Una moderación y una vocación que no acompañan a los populismos de toda laya reforzados al abrigo de la crisis: Syriza o Aurora Dorada en Grecia, los Piratas en Alemania, el UKIP en Gran Bretaña, el Partido por la Libertad en Holanda, el Frente Nacional en Francia o el Movimiento Cinco Estrellas en Italia. Por lo que respecta a Podemos, su filiación ideológica bolivariana, las inquietantes iniciativas de su pasado reciente y la ambigüedad de sus posturas suscitan el interrogante de si podrá alumbrar una propuesta moderna y progresista; está por ver hacia dónde inclinarán la balanza sus debates internos.

Quizá la mayor lección que nos dejan los sucesos de Grecia relativos al PASOK tenga que ver con la ciudadanía. El espíritu del tiempo requiere de nosotros, los ciudadanos, un compromiso coherente y profundo con lo público: abandonar la estática posición del coro que asiste a un drama –como durante décadas ha sucedido en nuestro país, acostumbrado a ello por otras tantas de dirigismo franquista– para ocupar el único lugar adecuado, a saber, el de protagonista de la iniciativa social.

Que ese protagonismo sea vil o heroico depende, a la postre, de nosotros. No se debe implorar la bendición a un Estado para que vele de forma paternalista por los intereses de los que acceden así a convertirse en sus súbditos. Lo hicieron los campesinos griegos que acudieron a visitar a Papandreu el día de su onomástica; lo hicieron, y siguieron aguardando infructuosamente hasta paladear la decepción más amarga.

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Artículo propio [tercera y última parte] publicado en el diario Levante de Valencia (30/01/2015), p. 26. En la imagen: detalle del mosaico La batalla de Issos, en el que aparece representado Alejandro Magno en la célebre contienda en la que se impuso a los persas el año 333 a.n.e.

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