En un hermoso CD titulado Viva l’Italia, Ana Belén incluyó una versión del
tema homónimo firmado por Francesco de Gregori: «Que viva Italia: / la Italia
que se despierta y no tiene miedo; / que viva Italia, / la Italia que yo
quiero». También yo aprecio de corazón al país transalpino –en el que he vivido
y me he sentido como en mi hogar– y a sus habitantes: pausados, frenéticos,
apasionados, a veces geniales, casi siempre entrañables.
Casi siempre. Silvio Berlusconi (allí Berlusca)
ha comenzado la campaña electoral arremetiendo contra Alemania y prometiendo el
oro y el moro a un país que da señales de agotamiento – materializadas, por
ejemplo, en el ascenso del cómico Beppe Grillo como fuerza política alternativa
frente a la inoperancia de los partidos tradicionales. El problema no estriba
en la demolición (en Italia, Alemania o España) de formas anquilosadas de
gestionar la convivencia. Esa operación se me antoja arriesgada pero
prometedora a la vez. No. El problema reside en la visibilidad social de un
personaje como Silvio.
El término ‘persona’ proviene del lenguaje teatral clásico alusivo a las
máscaras de los actores; de ahí su matriz relacional. La derivación ‘personaje’
remite a alguien llamativo o peculiar. Una persona de pro se puede convertir en
un personaje deplorable. Y arrastrar a muchos en su deriva. Como muestra, un
botón: el imperio mediático del Cavaliere,
que pivota en torno a Tele Cinque, ha inoculado en Europa un modelo de
televisión –plagado de reality shows
y debates a voces– que troca lo banal, lo chabacano y degradante en moneda de
cambio. Grave responsabilidad ante tantos jóvenes y adultos seducidos –y
alienados– por el narcótico de Telecinco y otras cadenas que se han subido al
carro del dinero fácil.
El miércoles se preguntaba Ezio
Mauro en La Repubblica por el eco de la vuelta de Berlusconi: «¿Qué recuerdo
queda en el continente de la desmesura como regla de vida política y personal?
Esto es lo que paga Italia, y es por esto por lo que debe sentirse ofendida,
por el daño que se le ha infligido y por el coste para su honor». Barbara
Spinelli ha ido más allá. Barrunta que el Cavaliere
aterriza en un escenario incierto –que ha contribuido a desestabilizar–
para postularse al pueblo como hombre fuerte. Como guía y caudillo. Esa misma
tarde seguí a través de internet la intervención de Berlusconi en la
presentación de un libro de Bruno Vespa: una arenga aderezada por fervientes
aplausos a cargo de enardecidos tifosi.
Berlusca vuelve al ring. Está dispuesto a noquear con su verborrea
populista de trazo grueso. Cuánto desearíamos que abandonara su decadente
disfraz de personaje, que volviera en sí y creciese hasta la estatura de
persona cabal: antes de que la herida se haga más profunda y el miedo arrecie. Cuánto
nos alegraríamos: por él, por nosotros y por la hermosa Italia.
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Artículo propio publicado en el diario La verdad de Alicante (19/12/2012, p.
21). En la imagen: "La caduta", por Enrico Sabatini / Nerogotico
(www.flickr.com), inspirado en el cartel del film de Oliver
Hirschbiegel Der Untergang (2004)..
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