«¿Cómo no se precisaría un
alma grande y poderosísima para soportar tal montón de preocupaciones, sin
ahogar en ellas al intelecto y sin permitir que se extinga en el alma la parte
divina, cuando son tan diversas las ocupaciones que lo distraen? Bien sé yo que
algunos son capaces de esto. Pero también sé que bajo a la ciudad y de la
ciudad subo envuelto en cosas que me arrastran hacia lo terreno, cubierto de
mancha, no podría decirse en qué medida.»
Era Sinesio de Cirene (370-413)
el que así hablaba. Educado en Alejandría, en la escuela de la filósofa pagana
Hipatia, Sinesio había abrazado el cristianismo y había sido elegido obispo de
su ciudad natal. Envuelto en el declive del Imperio, asistió a la
descomposición moral de las instituciones de su época y se enfrentó a ella con
inusitado coraje. Combatió a poderosos corruptos –es célebre su excomunión, la
primera de la Historia, del sanguinario Andrónico– y mantuvo una entrañable
acogida a sus conciudadanos necesitados.
Múltiples frentes se
abrieron ante Joseph Ratzinger tras ser elegido Papa el 19 de abril de 2005. A
los escándalos de la pederastia se sumaron las tensiones internas a causa de
luchas de poder –humanas, demasiado humanas– que en la Iglesia provocan un
devastador desgarro: como “pastor rodeado por lobos” le caracterizó L’Osservatore romano. La actitud de
Benedicto XVI ha resultado, para algunos, sorprendente en un Papa anciano y
volcado al estudio: desde la política de “tolerancia cero” con los abusos hasta
la transparencia en las cuentas vaticanas. Y es que «dos son las partes de la
filosofía», escribía Sinesio, «contemplación y acción».
«Después del gran Papa Juan
Pablo II, los cardenales me han elegido a mí, un sencillo y humilde obrero de
la viña del Señor», eran las primeras palabras de Ratzinger al mundo tras ser
elegido Papa: «Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar
incluso con herramientas insuficientes». Haciendo honor a una pulcra coherencia
intelectual, anunció ayer su renuncia al Papado. Tal y como afirmara en
entrevista a Peter Seewald, «cuando un Papa alcanza la clara conciencia de no
estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el encargo confiado,
entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de
dimitir».
Ante tantos frentes –la
invasión de los bárbaros, las tropelías de los corruptos, la pacificación de
conflictos internos–, la salud de Sinesio de Cirene se fue erosionando con
rapidez. Murió apenas tres años después de asumir el episcopado. «Pero, como
Dios me impuso no lo que yo le pedía, sino lo que él deseaba, le ruego que,
siendo como ha sido el pastor de mi vida, sea también patrono de este deber que
se me ha asignado, de tal forma que mi tarea no parezca un distanciamiento de
la filosofía, sino un encumbramiento hacia ella»: así había puesto por escrito las
reflexiones que le llevaron a aceptar el episcopado.
Sin fuerzas ya para
afrontar los retos de un servicio tan exigente, Joseph Ratzinger sube de la
ciudad. Sube de las ciudades: la nacida del amor de Dios y la que brota del
amor de sí, que conviven, inextricablemente unidas, a la luz sublime del
Evangelio. Lo hace sin temor a franquear sendas inexploradas. Ha demostrado
respetar muy poco los estereotipos: una sana desvergüenza que se halla en la
raíz de las renovaciones. Grüß Gott,
querido Joseph.
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Artículo propio publicado en el diario Información, edición de Elx /Baix Vinalopó, 12/02/2013, p. 48. En la imagen: despedida del Papa en Ifema, Madrid, 21/08/2011, por Madrid2011jmj (fuente: flickr.com).
1 comentario:
Y no podía ser de otra manera.¿Sorpresa?Ninguna.Al ser hija de lorquina que ostenta deber y devoción de Imagen Religiosa.Hay que saber llegar, saber estar y saber marcharse, así me lo han enseñado siempre(a los que nos han educado con ciertos principios, me gusta pensar que jugamos con ventaja).Persona instruida, culta y lógica, es decir, capacitada para razonar,no podía obrar de otra manera.El resto de los mortales solemos estropear alguno de esos tres momentos e incluso los tres, pero no todos estamos a la altura de ciertas personas.Espero, que este gesto, sea el germen y el ejemplo a seguir para todas las instuciones,ya sean laicas y/o reliosas.No olvidemos que nosotros,los humanos,solo estamos de paso y que solo la excelencia de algunas personas permanece eternamente.
A Bendicto XVI, desearle que regrese a la felicidad que le reportan sus libros,estudios y Bibliotecas.Ahora si tengo un Papa favorito y es Benedicto XVI.Con todo mi afecto, paz a este hombre de buena voluntad.
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