lunes, 15 de junio de 2009

Existir humanamente



La introducción a Ser y tiempo es una casa confortable, abierta a vistas amplias y amenas. Martin Heidegger emprende ahí una búsqueda –de resultados desiguales– en torno a una pregunta básica. Su intención: despojarse de los lastres de la tradición metafísica (cosificadora, objetivante) y hallar el sentido originario del ser. Ya en las primeras páginas identifica en la persona –el Dasein– el interlocutor privilegiado al cual interrogar, el ente que será preciso analizar, puesto que toda pre-comprensión del ser tiene en él su origen. De esta forma, la pregunta ontológica adquiere, desde el principio, relevancia antropológica. Y el Dasein se manifiesta originariamente como el ser que se interroga, que hace de sí mismo una incumbencia óntica.

Hay momentos en los que esa incumbencia óntica se sustancia con toda su gravedad. Akira Kurosawa hace de ella un objeto privilegiado de indagación en su primera década de trabajo fílmico como director. Entre esos momentos destaca la peripecia del señor Watanabe en el hermoso film Vivir. La inminencia de la muerte –introducida en escena por el diagnóstico de un cáncer terminal– planta de bruces al reservado funcionario en medio de un interrogante más grande que su pequeña figura: la pregunta por el sentido de la vida pasada. E inmediatamente se transforma en una tarea que involucra a la totalidad de su ser individual: tarea que se resolverá –otra vez Heidegger– gracias a la cura, al cuidado por los demás.

Esos momentos se presentan sin avisar. Agustín de Hipona pasó por un trance similar cuando murió su amigo del alma; la vida se le convirtió entonces –recuerda en sus Confesiones– en una gran pregunta. Dámaso Alonso habla de la pobre mujer que, en su incertidumbre, anda curvada como un signo de interrogación.

También yo ando así curvado. Era necesario: la vida –existir humanamente– lo requiere. Es entonces cuando emergen, con mayor nitidez, las grandes evidencias. El vacío ser-para-sí permite que se muestre, con claridad y volumen, el ser-de-los-otros. Soy en el “vosotros”. Lo que soy me ha sido donado: a través de mis padres, de mis hermanos de sangre y de fe, de mi familia y amigos; por medio de la tradición cultural, de las instituciones; en el seno de una corriente secular de pensamiento y acción.

Dar las gracias es entonces la única respuesta real y certera. Aunque no baste: vivimos, nos movemos y existimos bajo el cielo protector. Ante la mirada amorosa de Dios, ningún agradecimiento es suficiente: dar por este amor todos los bienes sería despreciarlo.

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En la imagen: "BlueS", por Chaosinjune (fuente: www.flickr.com).