lunes, 22 de noviembre de 2010

Los sentimientos del presidente

Siguiendo la estela de las últimas semanas, rica en entrevistas a líderes políticos (Felipe González, Barack Obama), El país publicó ayer la segunda conversación en lo que va de año entre su director, Javier Moreno, y José Luis Rodríguez Zapatero. Salta a la vista que Moreno parte de una clara constatación de la debilidad del gabinete presidido por Rodríguez Zapatero. Con insistencia le reprocha sus cambios de opinión y los vaivenes de sus políticas económica e internacional; abiertamente le contradice en distintas ocasiones. Al mismo tiempo, muchas de sus preguntas están orientadas a indagar no en la objetividad de los hechos y de las graves tareas que el Gobierno tiene a la vista sino en la faceta íntima del presidente: en lo que sintió este o aquel día o ante esta decisión o aquella otra. Por curiosidad de archivero he recopilado algunos botones de muestra: “¿Cómo recuerda la noche del 9 de mayo?”, “¿Le costó decir sí?”, “¿Se sintió abandonado por sus amigos en Europa?”, “¿Recuerda qué sintió mientras bajaba de la tribuna del Congreso de los diputados (…)?”, “¿No sintió que estaba traicionando a aquellos ciudadanos que le habían creído (…)?”, “¿Ha sentido impotencia en algún momento (…)?”, “¿No se arrepiente nunca de hacer predicciones que luego resultan ser erróneas?”, “¿No siente que declaraciones de ese tipo acaban dañando su reputación personal?”, “¿No siente que necesita sincerarse con los españoles (…)?”.

Me pregunto si esa manía del director de El país por los sentimientos del entrevistado no responde a un solapado interés psicoanalítico. Como si, dada por hecha la defenestración política de Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones generales, el presidente sirviese ahora como individuo de prueba a la hora de analizar los procesos psicológico-políticos de toma de decisiones, de frustración y de reconocimiento (o no) de los propios errores. Rodríguez Zapatero supera con holgura el test y se las apaña para transmitir una sensación de seguridad y equilibrio. Eso sí, a costa de sobrevolar los indicadores económicos, de dejar completamente al margen los desafíos de fondo (como la educación o la solidaridad entre las comunidades autónomas) y de algunos llamativos errores (por ejemplo, cuando afirma de pasada que “no hemos reducido el gasto en educación” [p. 17, cuarta columna], cosa que contrasta llamativamente con el recorte medio del 8,1% presupuestado para 2011 [ver El país 20.10, p. 10]).

Las dinámicas políticas de la postmodernidad se hallan permeadas de sentimientos, de imagen, de lemas, de marketing, de burbujas vistosas y hueras. La campaña mediática de ZP ha brindado un ejemplo a la historia de nuestro país. Entrevistas como ésta me llevan a pensar en lo que habría podido ser y no fue. En las esperanzas que el nuevo gobierno infundió en muchos de los ciudadanos, entre los que yo me contaba, en aquel ya lejano y convulso marzo de 2004. Fueron momentos de desolación y euforia. Hoy, España está siendo escenario de un acelerado proceso de desmantelamiento de una imagen. Quizá por eso no deja de tener su lógica que emerjan ante nosotros los sentimientos del presidente.

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En la imagen: José Luis Rodríguez Zapatero durante un mitin de Ségolène Royal en Toulouse, 19.04.2007. Fotografía de Guillaume Paumier (fuente: flickr.com).
 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Bienvenido, Joseph




















Porque das voz a la callada vida cotidiana de millones de personas humildes que viven y aman: de ellos es el reino de los cielos. Porque representas a un valiente ejército de mansos, y éstos poseerán la tierra. Porque entre esos mansos muchos lloran, tienen hambre y sed de justicia: han de ser consolados y saciados. Porque la esencia del mensaje del que eres medio es la misericordia hacia todos. Porque ese mensaje nos llama a limpiar la mirada de nuestro corazón, único modo de ver a Dios. Porque nos manda construir la paz, aunque esto traiga consigo persecuciones. Y porque eres consciente de que todo ello acontece en una comunidad de seres humanos expuesta al error, al escándalo y a la impostura, algo por lo cual pides público perdón. La autocomplacencia no sirve cuando hay culpas tan flagrantes: urge la autocrítica eficaz. Esto no resta un ápice a la fecundidad histórica del horizonte de verdad, bien y belleza que vienes a hacer presente entre nosotros: más bien, nos hace desearlo aún más. Por eso, te doy la bienvenida, Joseph.
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En la imagen: "Western Wall-Muro de los lamentos", por El_Enigma (fuente: flickr.com).