miércoles, 15 de diciembre de 2010

Julián Marías: por nosotros que no quede


Hoy hace cinco años que nos dejaste. ¡Cuánto ha cambiado el mundo (y nuestro mundo) desde entonces! En su momento te buscamos para conocerte, sin saber que tu quebrantada salud ya impedía un encuentro; tus hijos nos dijeron que estabas prácticamente ciego. ¡Tú, que habías visto tanto y tan lejos! Mientras tanto, las instituciones políticas se resquebrajaban a fuerza de tensar la piel de toro con arribismos e imposturas. Nada nuevo bajo el sol: tú habías conocido todo eso. Y habías dicho: por mí que no quede.

Tu nombre es sinónimo de verdad y coraje en tiempos recios. Tu búsqueda intelectual, reflejada en estudios sobresalientes (en particular, en el ámbito de la antropología filosófica), estuvo flanqueada por un insobornable compromiso con la realidad de lo que es y lo que debe ser. Por eso, al modo de otros próceres como Unamuno, incomodaste a hunos y a otros. Pero por nosotros, los que apreciamos la armonía unívoca de tu vida y tu obra, que no quede.

Por mí que no quede: éste era el sentido de tanto de lo que hizo Julián Marías. En el diario El mundo de hoy ha aparecido una penetrante semblanza del filósofo madrileño, escrita por Ignacio García de Leániz (autor de otras “Tribunas” certeras y brillantes). ¡Cuánto bien hace rememorar a un hombre como él! Aviva el anhelo de resucitar el horizonte prístino al que los seres humanos estamos llamados. Sólo en una cosa García de Leániz no tiene razón. Después de aludir a la conmovedora despedida de Marías y Julián Besteiro, recogida en las memorias del filósofo (Una vida presente), la caracteriza como un episodio indispensable que contribuiría como pocos a una educación para la ciudadanía; y añade: “Aunque mucho me temo que de nada servirá la sugerencia”. Craso error: sí sirve. Al menos un poquito. Ya sé qué voy a leer estas Navidades. 
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En la imagen: portada de Una vida presente (Páginas de espuma, Madrid 2008).

lunes, 22 de noviembre de 2010

Los sentimientos del presidente

Siguiendo la estela de las últimas semanas, rica en entrevistas a líderes políticos (Felipe González, Barack Obama), El país publicó ayer la segunda conversación en lo que va de año entre su director, Javier Moreno, y José Luis Rodríguez Zapatero. Salta a la vista que Moreno parte de una clara constatación de la debilidad del gabinete presidido por Rodríguez Zapatero. Con insistencia le reprocha sus cambios de opinión y los vaivenes de sus políticas económica e internacional; abiertamente le contradice en distintas ocasiones. Al mismo tiempo, muchas de sus preguntas están orientadas a indagar no en la objetividad de los hechos y de las graves tareas que el Gobierno tiene a la vista sino en la faceta íntima del presidente: en lo que sintió este o aquel día o ante esta decisión o aquella otra. Por curiosidad de archivero he recopilado algunos botones de muestra: “¿Cómo recuerda la noche del 9 de mayo?”, “¿Le costó decir sí?”, “¿Se sintió abandonado por sus amigos en Europa?”, “¿Recuerda qué sintió mientras bajaba de la tribuna del Congreso de los diputados (…)?”, “¿No sintió que estaba traicionando a aquellos ciudadanos que le habían creído (…)?”, “¿Ha sentido impotencia en algún momento (…)?”, “¿No se arrepiente nunca de hacer predicciones que luego resultan ser erróneas?”, “¿No siente que declaraciones de ese tipo acaban dañando su reputación personal?”, “¿No siente que necesita sincerarse con los españoles (…)?”.

Me pregunto si esa manía del director de El país por los sentimientos del entrevistado no responde a un solapado interés psicoanalítico. Como si, dada por hecha la defenestración política de Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones generales, el presidente sirviese ahora como individuo de prueba a la hora de analizar los procesos psicológico-políticos de toma de decisiones, de frustración y de reconocimiento (o no) de los propios errores. Rodríguez Zapatero supera con holgura el test y se las apaña para transmitir una sensación de seguridad y equilibrio. Eso sí, a costa de sobrevolar los indicadores económicos, de dejar completamente al margen los desafíos de fondo (como la educación o la solidaridad entre las comunidades autónomas) y de algunos llamativos errores (por ejemplo, cuando afirma de pasada que “no hemos reducido el gasto en educación” [p. 17, cuarta columna], cosa que contrasta llamativamente con el recorte medio del 8,1% presupuestado para 2011 [ver El país 20.10, p. 10]).

Las dinámicas políticas de la postmodernidad se hallan permeadas de sentimientos, de imagen, de lemas, de marketing, de burbujas vistosas y hueras. La campaña mediática de ZP ha brindado un ejemplo a la historia de nuestro país. Entrevistas como ésta me llevan a pensar en lo que habría podido ser y no fue. En las esperanzas que el nuevo gobierno infundió en muchos de los ciudadanos, entre los que yo me contaba, en aquel ya lejano y convulso marzo de 2004. Fueron momentos de desolación y euforia. Hoy, España está siendo escenario de un acelerado proceso de desmantelamiento de una imagen. Quizá por eso no deja de tener su lógica que emerjan ante nosotros los sentimientos del presidente.

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En la imagen: José Luis Rodríguez Zapatero durante un mitin de Ségolène Royal en Toulouse, 19.04.2007. Fotografía de Guillaume Paumier (fuente: flickr.com).
 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Bienvenido, Joseph




















Porque das voz a la callada vida cotidiana de millones de personas humildes que viven y aman: de ellos es el reino de los cielos. Porque representas a un valiente ejército de mansos, y éstos poseerán la tierra. Porque entre esos mansos muchos lloran, tienen hambre y sed de justicia: han de ser consolados y saciados. Porque la esencia del mensaje del que eres medio es la misericordia hacia todos. Porque ese mensaje nos llama a limpiar la mirada de nuestro corazón, único modo de ver a Dios. Porque nos manda construir la paz, aunque esto traiga consigo persecuciones. Y porque eres consciente de que todo ello acontece en una comunidad de seres humanos expuesta al error, al escándalo y a la impostura, algo por lo cual pides público perdón. La autocomplacencia no sirve cuando hay culpas tan flagrantes: urge la autocrítica eficaz. Esto no resta un ápice a la fecundidad histórica del horizonte de verdad, bien y belleza que vienes a hacer presente entre nosotros: más bien, nos hace desearlo aún más. Por eso, te doy la bienvenida, Joseph.
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En la imagen: "Western Wall-Muro de los lamentos", por El_Enigma (fuente: flickr.com).

jueves, 21 de octubre de 2010

Road movie
















La progresiva presencia del automóvil en los años cincuenta trajo consigo una inédita sensación de libertad individual. El nuevo horizonte de movilidad se tradujo en creaciones literarias y cinematográficas enlazadas por un hilo argumental: el desarrollo de la acción en torno a un viaje en coche. Un par de botones de muestra de la primera hora se hallan en la novela On the road de Jack Kerouac y en esa road movie a la sueca titulada Fresas salvajes.

Acabo de empezar una semana que en algo se asemeja a una road movie. La filosofía, que ha sido siempre peripatética, me lleva a viajar en pocos días a Murcia, Madrid y Sevilla. En Madrid va a tener lugar la asamblea constituyente de la Sociedad de Estudios Kantianos en Lengua Española (SEKLE); en Sevilla, el simposio anual del seminario permanente “Naturaleza y libertad”.

En Murcia di ayer una conferencia en el marco de las “Lecturas sobre los prejuicios” organizadas por Manuel Ballester en la Biblioteca regional. Fue un auténtico placer compartir la tarde con el público asistente. Un aforo compuesto, en gran parte, por queridos amigos filósofos y ex alumnos: nuestro encuentro me llena de gratitud y de un reconocimiento que pálidamente refleja lo mucho que de los otros recibo.
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En la imagen: “Autovía”, por M. Peinado (fuente: flickr.com).

jueves, 14 de octubre de 2010

Las dos vidas de Norma
























Norma Jeane Baker tenía dos vidas. En una brillaba halagada por sus fans, acosada por los periodistas, inalcanzable en su lejano ensimismamiento, deseada por medio mundo. En la otra era frágil e insegura, anhelaba ser amada pese a sus defectos, buscaba un puerto siempre inasequible en el horizonte. Desde Niágara hasta Con faldas y a lo loco, en la comedia y en el drama: quizá eran esas dos caras las que de un modo u otro emergían en su mirada de chica jovial y melancólica. En Vidas rebeldes, junto a otras estrellas en declive, el guión de su marido Arthur Miller dejó entrever el secreto.

La traducción al español de sus poemas y fragmentos inéditos confirma la sospecha. Ella, que leía a algunos de los grandes –Dostoievski, Joyce, Flaubert o Beckett–, volcaba su ansia de seguridad y de belleza en una escritura sincera hasta la atrocidad, ingenua hasta hacer daño. Cuando describe su soledad y acaricia la idea del suicidio, cuando expresa la fascinación que siente por las personas y por la hermosura del mundo. Norma Jeane de dos caras, alma escondida tras la niebla, Marilyn por siempre en la memoria.

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En la imagen: "Outside her patio", fotografía publicada por joanneteh_32 (busy and away!). Fuente: flickr.com.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La entronización de Belén Esteban como síntoma



No conozco a Belén Esteban. Imagino que, como todos, será una persona con virtudes y defectos, con heridas en la piel y un profundo deseo de felicidad. No voy a hablar de ella, sino de su entronización mediática. Recientemente, y a raíz de una fastuosa ceremonia organizada por una cadena de televisión española, Esteban ha recibido el apoyo de no pocos telespectadores, que han declarado en un sondeo (de Sigma Dos) estar dispuestos a votarle si se presenta a las elecciones generales. Los cálculos arrojan un porcentaje suficiente como para descabalgar a Izquierda Unida y lograr representación parlamentaria.

Hay que estar atento a los síntomas. En otro tipo de sociedad, pensar siquiera en dar el voto a una persona que no tiene formación ni experiencia políticas resultaría chusco e inconcebible. Mucho de guasa debe haber en los encuestados; pero también mucho de ignorancia, en un país en el que se promueve cada vez más el panem et circenses como fórmula del éxito mediático. Con todo, creo que reducir el enfoque a la depauperación de contenidos en las cadenas de televisión privadas (y en ciertas radios y periódicos) dejaría fuera del análisis un asunto relevante. La hipotética elección de Belén Esteban deja al descubierto el progresivo distanciamiento de la gente respecto de una clase política cada vez más enfangada en la corrupción o distraída en sus luchas intestinas. De esa lejanía se viene hablando desde hace décadas, cuando a la admirable Transición siguió bien pronto una fase de acentuado desencanto social.

El desencanto campa a sus anchas. En la entrega de ayer de la serie “(Pre)parados”, El país publicaba dos páginas con amargas misivas de los lectores, jóvenes altamente cualificados que contemplan cómo España no parece tener sitio para ellos. Parafraseando a Shakespeare en Hamlet, Ignacio Zafra señala que “una ola de podredumbre recorre Europa. Si Dinamarca está podrida, España y su sociedad están metidas en el abismo” (El país 26/09/2010, p. 17).

La escandalosa desafección de los ciudadanos respecto de sus políticos no puede no tener consecuencias. La principal de ellas es el populismo, que esencialmente consiste en el éxito de caudillos que logran contrarrestar las preocupaciones generales identificando chivos expiatorios (el extranjero o el imperialista occidental entre sus favoritos) para calmar la indignación popular, desactivando la conciencia crítica por medio del control de los medios de comunicación (y su conversión en adormidera que relaja las conciencias) o aumentando la dependencia de los individuos respecto del Estado (por ejemplo, a través de subvenciones y ayudas empleadas como palanca electoral). Preocupantes tendencias populistas se advierten en la Italia de Berlusconi, en la Francia de Sarkozy o en la España de Rodríguez Zapatero, mientras países como la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Morales y la Argentina de Kirchner se precipitan en una espiral de difícil salida y regímenes musulmanes como el Irán de Ahmadineyad alimentan el odio hacia Occidente. Pero incluso países de admirablemente estable tradición pública, como Suecia, asisten hoy al auge del populismo.

Por todo ello, la surrealista aventura política en la que algunos miles de españoles querrían ver a Belén Esteban produce una sonrisa agridulce. Se trata de un síntoma inquietante. El síntoma de una deriva –la desestructuración interna de la política– a la que los ciudadanos hemos de oponernos con todas nuestras fuerzas. Si es que nos importa vivir y no nos hemos abandonado a la locura de la indiferencia.

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© Imagen: Pedro Jesús Teruel, 2010.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Zara y la política postmoderna

El establecimiento de la cadena de moda Zara en el centro de Elche resulta bastante chocante. Se halla enclavado en un antiguo teatro, del que se conserva la estructura junto con la tonalidad pastel de los muros internos y las molduras doradas que decoran el frontispicio del escenario. El conjunto mantiene un halo de fascinación, heredero de la que habría de ejercer en su día el adentrarse en ese palacio de historias más reales que la vida.

El que fuera escenario queda hoy ocupado por la sección de moda femenina. Observando los maniquíes ataviados con las primicias de la nueva temporada uno no puede evitar pensar que quizá ese escenario no haya dejado de serlo. Quizá las prendas que allí se venden no sean otra cosa que atuendos para la función, disfraces al uso que se adecuan selectivamente al contexto en el que se abrirá el telón. Esta sospecha tiñe de una cierta irrealidad la algarabía de compradoras en búsqueda, que de repente se transmutan en figurantes de una trama escrita por otras mentes.

La imaginación me lleva, desde esta Zara-teatro, al juego de espejos en que se ha convertido la política gubernamental española. Las recientes declaraciones de nuestro presidente –en Shangai sobre el bebé gigante y el futuro de España (no caracterizado precisamente por el apoyo estatal a la natalidad), en Oslo sobre la aportación social del desempleo (cuando en patria crece el clamor de los parados), en Bruselas respaldando la expulsión de gitanos rumanos en Francia (mientras el grupo socialista se pronuncia en contra)– evocan la imagen del figurante que apresuradamente endosa uno u otro hábito con fines dramáticos (¿tragicómicos?). Y manifiestan una cierta pérdida del sentido de la realidad que difícilmente se explica al margen de la representación de un papel.

Una de las manifestaciones de la crisis de la cultura de la Modernidad reside en la desorientación política. A menudo ayuno de la legitimidad que proporciona la reflexión racional y crítica, movido por los hilos de presiones (de imagen, electorales, ideológicas, nacionalistas) de las que se revela triste marioneta, el político postmoderno renuncia a una identidad fuerte y se amolda –gracias a sus variopintos atuendos– a las circunstancias. Y es que hay que quedar bien con todos. Lo malo es que desistir de un discurso personal coherente –de una identidad– no puede durar demasiado sin que termine por verse la costura del disfraz. A la postre, el espectador se da cuenta de que está en un teatro. Y de que el guión es malo.
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En la imagen: bebé gigante ("Miguelín") diseñado por Isabel Coixet para el pabellón español de la Exposición universal de Shangai 2010, por Remko Tanis (fuente: flickr.es).

lunes, 13 de septiembre de 2010

El día de hoy














“Lasciate che ve lo dica e nessuno si offenda: voi siete tutti ladri; lo dico e lo ripeto, mi avete preso tutto. Mi avete incantato con la vostra amorevolezza, mi avete stupito con la vostra preghiera; mi rimaneva ancora questo povero cuore, di cui mi avete rubato gli affetti per intero. Ora avete preso possesso di questo cuore, cui nulla è più rimasto, se non un vivo desiderio di amarvi nel Signore, farvi del bene, salvare tutti”.

He querido retomar mi diario virtual con este pasaje, extraído de una carta dirigida por Giovanni Bosco a los jóvenes del colegio de Lanzo Torinese en marzo de 1876. Y he querido hacerlo en italiano, como homenaje a las muchas personas de bien de cuya presencia he tenido la ocasión de disfrutar durante mi última larga estancia en el bel paese. Allí he vivido y trabajado durante los últimos meses, como visiting professor en el departamento filosófico de la Universidad de Verona. Y de allí he vuelto a España para retomar mi trabajo en la Universidad.

En una nueva Universidad: la ya querida Cardenal Herrera de Valencia, en su campus de Elche. Y hoy lunes, de nuevo, el encuentro –el reencuentro– con los estudiantes. Parafraseando a Giovanni Bosco, también yo podría decir: “Os amo a todos de corazón; basta que seáis mis alumnos para que tanto os quiera”. La docencia y el discipulado son grandes cosas: y una gran cosa es que encuentren cabida y cobijo en una institución, la Universidad, que supone por ello uno de los orgullos de la historia humana.

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En la imagen: “Palmeras de Elche”, por Marcos González (fuente: flickr.com).

miércoles, 4 de agosto de 2010

Toros y hombres



Regreso de mi aventura italiana, en magnífica compañía, a través de una cadena de autopistas que se extienden sin solución de continuidad por las llanuras y los valles, las praderas y las montañas del sur de Europa.

Durante el viaje leo sobre una polémica que ha dado también que hablar en el bel Paese: la abolición de las corridas de toros en Cataluña. Gracias a una carta de María A. Calcines publicada en El país (02/08/2010, p. 16) me entero de que Canarias ya había tomado esa decisión en 1991 - eso sí, con mucho menor revuelo mediático, lo cual constituye buena prueba de la instrumentalización ideológica que ha guiado al gobierno autonómico catalán. En el mismo diario (p. 15), Víctor Gómez Pin llama la atención sobre el hecho de que la fiesta nacional haya sido defendida como signo de identidad por numerosas personas ilustradas y en contextos culturalmente señeros.

Que las corridas de toros poseen un profundo valor antropológico, simbólico y estético está, a mi modo de ver, fuera de duda. Hunden sus raíces en la necesaria confrontación del ser humano con la Naturaleza; simbolizan, con riqueza ritual y cromática, el drama y el riesgo de ser hombres.

Ahora bien: ¿qué significa asimilar una tradición? Cualquier institución que cuente con algunos siglos de vida -la Universidad o la Iglesia, por ejemplo- sabe que la tradición ha de ser cribada a la luz del tiempo actual, vertida en moldes comprensibles, asumida lúcidamente. En nuestros días, la victoria del ser humano sobre el peligro potencial representado por los demás animales resulta tan aplastante que ni siquiera nos percatamos de ella. La función antropológica del rito se ha ido depauperando, mientras se ha incrementado la percepción colectiva de nuestra proximidad psicológica y genética a los animales en general y la sensibilidad hacia el sufrimiento de los seres dotados de consciencia sensitiva.

Dar pasos para abolir las corridas no equivale a despreciar la tradición. Se puede reconocer el valor de ésta y, a la vez, la conveniencia de superarla en nombre del progreso. Porque es progreso, cuando no existen condiciones objetivas que nos obliguen a defendernos, apiadarse de los demás seres vivos. Tratar bien a los animales nos dignifica. Y nos ayuda a crecer en algo -la compasión hacia nuestros semejantes, desde el feto hasta el moribundo- de lo que estamos siempre necesitados.
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En la imagen: "Perro semihundido" (Francisco de Goya, museo del Prado).

viernes, 30 de julio de 2010

El porqué de Venecia


Ahora entiendo el porqué de Venecia. No por lo insólito de la filigrana tallada sobre el agua, ni por la peripecia histórica que se presiente desde sus orillas, ni por el enclave de puerto estratégico se justifica Venecia. No. Ella vive como epítome del juego, de una existencia que encuentra su razón de ser en sí misma: reposo gratuito en una facticidad serenamente conquistada. En ella se está y se goza, se busca a los demás y a sí mismo en la sorpresa y el requiebro de los canales. No fue concebida para trabajar, aunque constituya el fruto de esfuerzos seculares. Venecia es el laberinto de la fantasía que se recorta sobre el océano del mundo.
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En la imagen: detalle de un canal veneciano. © P. J. Teruel, julio de 2010.

viernes, 23 de julio de 2010

Igualdad y mérito
















En el avión que me devuelve a Verona después de dos intensos días en España –que han coincidido, sin buscarlo, con el acontecimiento del Mundial– paso revista a la prensa reciente. Varios textos relacionados con el horizonte de la Universidad europea llaman mi atención. Il corriere della sera destaca una ley aprobada por el Gobierno alemán, por la que a partir del próximo otoño los universitarios con mejores calificaciones (en torno al 8% del total) recibirán un sueldo mensual de 300 euros. Aunque los partidos de izquierda han denunciado lo que consideran una perversión liberal del sistema educativo, el diario social-demócrata Süddeutsche Zeitung ha saludado como positivo el espíritu de la ley, que conduciría a desarrollar una cultura del mérito más allá de un igualitarismo a ultranza que en nuestros días no tendría sentido (el acceso a la Universidad para los estudiantes con pocos recursos seguirá garantizado por las ayudas-préstamo del programa “Bafög”).

Con un enfoque similar se expresa Timothy Garton Ash (Universidad de Oxford) en un artículo de opinión en El país. Frente al recorte de inversiones en las universidades europeas, sostiene que el remedio para la financiación puede hallarse en el ejemplo de las instituciones de élite norteamericanas; éstas conjugan matrículas mucho más elevadas que las europeas con un sistema de becas que cubre integralmente tanto los gastos académicos como el alojamiento a casi un universitario de cada diez (además de que Estados Unidos dedica el 2,9% de su PIB a la educación superior y posee una densa red de benefactores privados).

¿Debe prevalecer la búsqueda de la igualdad (para garantizar que la educación ofrezca pares oportunidades de promoción social) o el reconocimiento del mérito (para evitar la uniformización a la baja, riesgo de los sistemas en los que se ha privilegiado la igualdad por encima del aprovechamiento)? Creo que se puede hacer justicia a ambas exigencias por medio de un generoso sistema de becas conjugado con mecanismos de estímulo. Ello requiere, sin embargo, un replanteamiento de la financiación, sobre todo en aquellos países –como la España de Zapatero y la Italia de Berlusconi– que han podado vergonzosamente los recursos destinados a investigación y ciencia.

Es tan grande el beneficio que la Universidad proporciona a nuestras sociedades que cuestiones como ésta requieren una atención preferente. Muy orgulloso me siento de pertenecer a una cultura que nos permite disfrutar de bienes de primer orden: los que dan acceso a la educación.
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En la imagen: vista de la fortaleza Viscontea desde Borghetto (Verona) © P. J. Teruel, 2010.

domingo, 27 de junio de 2010

Amar la virtud

En la sección de cartas al director de La Repubblica ha aparecido hoy una misiva redactada por Michel Zabatta, francés de origen italiano: “Mirándola desde lejos parece que Italia esté a merced de palurdos, prepotentes y azafatas televisivas. Me reanimó el discurso del presidente Napolitano el 25 de abril, un discurso digno, vibrante… me hizo ver a esa gente que, cada una en su puesto, no pierde el valor”. Y más adelante: “Sois vosotros los que me animáis, italianos que no inclináis la cabeza, gente común, héroes cotidianos, que no renunciáis a nada: ni a las virtudes pequeñas ni a las grandes – también, y sobre todo, si a estas virtudes se las ridiculiza, como sucede a menudo en nuestro infeliz país: virtudes como la compostura, la buena educación, el amor al estudio y a las cosas hermosas” (p. 26).

Leo estas líneas y pienso en España, y en Europa.

“A todos los arrogantes los tienen considerados como unos individuos extraordinarios. Y a esas otras clases de sofistas, tan afectadas, se las llega casi a venerar y reverenciar, sobre todo a cuantos caminan con un bastón y, antes de hablar, se desembarazan la garganta”. Es Sinesio de Cirene quien habla. Lo hace en una carta escrita en torno al año 400. Y es que el mal que nos aqueja viene de lejos. Más aún: resulta consustancial a la condición humana la posibilidad de equivocarse, de confundir el oro y la paja, de tomar por auténtico algo que sólo parece serlo. Función de la filosofía es discernir, cribar, separar lo uno de lo otro, mostrar la verdad que cela la apariencia. Por eso, denunciar la sofistería de nuestros días –la burda inconsistencia de muchos de nuestros políticos– constituye una tarea filosófica. A la que somos llamados todos los ciudadanos.

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En la imagen: fachadas de viviendas junto al Puente de piedra (Verona)
© P. J. Teruel, 2010.

domingo, 20 de junio de 2010

Planeta agua

¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

(Paul Valéry, El cementerio marino)

Esta tarde he ido a visitar a Laura Zampieri en el hospital de Negrar, a las afueras de Verona. O, al menos, ésa era mi intención. Un error al leer el mapa me ha llevado a Lazise… junto al lago de Garda. Así que me he bajado del coche para disfrutar del paisaje. Se trata del lago más extenso y voluminoso de Italia, originado parcialmente por una glaciación. Hoy ha llovido durante todo el día: una cortina de agua recia e inagotable. La foto recoge un instante de gracia. Tras los picos recortados contra la luz crepuscular, el sol se oculta en el horizonte, fragua lejana de truenos amortiguados. Junto a la orilla, un par de patos chapotea ante el objetivo, indiferente al derroche de agua pluvial y lacustre.
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En la imagen: un detalle del lago de Garda, junto a Lazise. © P. J. Teruel, 2010.

sábado, 12 de junio de 2010

El banco de Hipatia, de Ptolomeo... ¿y de Copérnico?
















Aprovechando mi estancia en Pisa, y en compañía inmejorable, he realizado una breve excursión a Florencia. En la magnífica ciudad toscana, muy cerca de la tumba de los poderosos Médicis y junto a la iglesia de san Lorenzo se encuentra la Biblioteca Laurenziana. A ella se accede a través de un claustro porticado y de una soberbia escalera diseñada, como el resto del edificio, por Miguel Ángel Buonarotti.

La estructura básica de la biblioteca antigua consiste en una sala rectangular de vastas proporciones, flanqueada por vidrieras y con dos hileras de bancos (plutei) separadas por un pasillo central. Frente a cada banco se halla un gran atril que ocupa toda la espalda del banco inmediatamente contiguo, y que tiene dispuesta una estantería inferior; en esas estanterías se encontraban, según el inventario de 1589, alrededor de 3000 volúmenes, enganchados a sendas cadenas atornilladas a la madera. En el acceso a cada banco y fijado verticalmente, un elenco en latín indicaba las obras allí disponibles. De este modo, al estudioso o interesado en general –la biblioteca, aun de propiedad privada, era de consulta pública– le bastaba localizar en los índices la obra buscada y sentarse en el pluteo correspondiente para trabajar con ella.

Un hallazgo en particular me interesaba. Durante siglos se creyó que de los escritos de Hipatia de Alejandría no había quedado traza alguna; se podía tan solo conjeturar sus títulos a partir de los datos reflejados en las fuentes clásicas. Sin embargo, David Cameron y Maria Dzielska han afirmado que disponemos de un escrito proveniente de la pluma de la filósofa. Se basan para ello en el análisis filológico de las indicaciones de Teón de Alejandría, padre de Hipatia, sobre la colaboración de ésta en su comentario al Almagesto de Claudio Ptolomeo; sostienen que la sabia alejandrina habría sido la responsable directa de la edición y comentario al tercer libro de esta magna obra.

El único manuscrito antiguo del Almagesto ptolemaico, en la versión comentada por Teón y por Hipatia, se conserva en la Biblioteca Laurenziana de Florencia. Cuando Nicolás Copérnico viajó a Italia, para llevar a cabo estudios de Derecho y Medicina, pudo haber consultado ese ejemplar del Almagesto – que, de este modo, habría entrado en la historia del “viraje copernicano”.

Buscamos con emoción el lugar donde estuvo colocado el texto (después trasladado al depósito científico). Ese libro constituye la traza escrita del pensamiento de Hipatia, pensadora a la que considero el auténtico eslabón alejandrino de la gran tradición filosófica griega. Además, la disposición de la Biblioteca Laurenziana nos permitía ubicar el lugar en el que era consultado. Probamos el entusiasmo típico del investigador que presiente el descubrimiento. Finalmente, la inscripción en el elenco lateral: Cl. Ptolemaei Magna Constructio cum Theonis Comment. La foto que ilustra esta entrada reproduce un simple banco de madera bañado por la luz solar que entra desde la vidriera situada a la izquierda: el banco de Hipatia, de Ptolomeo… y de Copérnico.

Pero no. Pese a lo excitante del aparente descubrimiento, el astrónomo jamás visitó ese lugar. La investigación trae consigo el riesgo de chascos como éste: de ahí parte de su grandeza y aventura.

Nicolás Copérnico realizó, sí, estancias en Bolonia y Roma (1496-1501), Padua y Ferrara (1501-1503)... pero no estuvo en Florencia. Además, la Biblioteca Laurenziana no fue abierta al público, por voluntad de Cósimo I, hasta 1571 (es decir, veintiocho años tras la muerte del estudioso).

Y, a pesar de todo, es posible que Copérnico conociese el Almagesto en la edición de Teón e Hipatia. Georg Joachim Rethicus, su alter ego intelectual –quien habría de espolear la publicación del De Revolutionibus ante la demora del autor– había llevado consigo un ejemplar en 1539 a la residencia del astrónomo en Frauenburg. El Almagesto aparece entre las obras que formaron parte del equipaje de Rethicus, según la reconstrucción realizada por Swerdlow y Neugebauer. Dicho ejemplar correspondía a la edición impresa en Basilea un año antes e incluía el comentario llevado a cabo en Alejandría.

Por entonces, el De revolutionibus orbium coelestium estaba ya prácticamente listo: para su publicación sólo requería el acicate que supuso la intervención de Rethicus. El contacto de Copérnico con el Almagesto comentado por Teón e Hipatia sólo pudo constituir, pues, un episodio menor de su relación con la venerable cosmología griega.
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En la imagen: Biblioteca Laurenziana de Florencia (detalle) © Pedro Jesús Teruel, 2010.

sábado, 29 de mayo de 2010

Kant-Kongress 2010



Acabo de participar en el que con seguridad ha sido el acontecimiento filosófico más relevante del año en Italia: el congreso internacional de la Kant-Gesellschaft. Cada cuatro años tiene lugar esta reunión de estudiosos procedentes de variados rincones del mundo, organizada esta vez en colaboración con la Società Italiana di Studi Kantiani. Puesto que pertenezco a ambas sociedades –la alemana y la italiana– y dado que la obra de Kant me ha fascinado desde los inicios de mi interés por la filosofía, me he encontrado en Pisa como Pedro por su casa. Tanto más cuanto que la ciudad del Arno ha sido escenario del reencuentro con queridos amigos y compañeros en el trabajo intelectual.

El solemne pistoletazo de salida correspondió a Claudio La Rocca y Massimo Barale, por parte de la Società Italiana di Studi Kantiani, e a Bernd Dörflinger, por parte de la Kant-Gesellschaft. Siguieron cinco días (desde el sábado 22 hasta el miércoles 26) vertebrados por una apretada hilera de conferencias, la mayoría de ellas en inglés y alemán. Suponiendo que el italiano habría sido el idioma estrella, había enviado yo mi contribución en la lengua de Galileo… para descubrir después que Shakespeare había puesto una pica en el Flandes del filósofo regiomontano.

Muchos nos desplazamos a Lucca para asistir en el soberbio auditorio –el templo de san Romano– a la entrega del Kant-Preis e del Kant-Nachwuchspreis. Fue un placer volver a saludar a la esposa del llorado Silvestro Marcucci, gran promotor de los estudios kantianos en Italia. A Silvestro e a Franca Casali había tenido ocasión de conocerlos en 2004 durante un memorable congreso coordinado por Ana Andaluz en Salamanca; seis años después, y justamente en Lucca, nos reuníamos con la familia Marcucci en un contexto de agradecida remembranza. Concluyendo su discurso de recogida del premio internacional, Mario Caimi citó el sentido anhelo de Dante (Divina Comedia, Infierno, canto I): “Válgame el largo estudio y el grande amor”.

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En la imagen: aspecto del Palacio de congresos de Pisa durante la intervención de Mario Caimi en el Kant-Kongress (26/05/2010).

jueves, 20 de mayo de 2010

La nit de l'alba de la UE




















En Elche se celebra anualmente un castillo de fuegos artificiales denominado nit de l’alba. La magnitud del efecto visual viene sugerida por la expresión valenciana, que evoca un amanecer en plena noche. Todo ello sugiere una analogía con la ambigüedad del momento histórico en Europa. ¿Estamos asistiendo a una aurora o a un languidecer abocado a la oscuridad?

El diario La Repubblica de hoy publica un artículo de Jürgen Habermas aparecido originalmente en Die Zeit. Habermas evalúa la postura adoptada por la Alemania de Angela Merkel en relación con la crisis del euro y las medidas de urgencia para reflotar la economía griega, a cuyo retraso ha contribuido decisivamente la demora germánica a remolque de un errado cálculo de réditos electorales.

La tesis de Habermas queda resumida en el título del artículo: “Europa en la encrucijada”. Ante los países europeos se abriría ahora un cruce de caminos: se trataría de afianzar la vía incoada por la creación del fondo comunitario de rescate –estableciendo una autoridad económica común y profundizando en la tantas veces postergada unidad política– o bien de abandonar la aventura conjunta del euro, convertida en una carrera de obstáculos salpicada de parches improvisados. “Con un poco de coraje político, la crisis de la moneda común podría dar vida a lo que muchos habían esperado de una común política exterior europea: una consciencia que fuese más allá de las fronteras nacionales para compartir un común destino europeo” (La Repubblica 20/05/2010, p. 33).

Las declaraciones de Merkel en la víspera acentúan esta sensación de hallarnos ante una encrucijada. Para afrontarla resulta necesaria una magnanimidad que los grandes partidos políticos parecen rehuir: la capacidad de enfrentarse a los retos del presente sin intentar disimular su coste para congraciarse –como si de un espectáculo televisivo se tratase– con la audiencia electoral. Se precisa grandeza de ánimo. Altura moral es lo que pedimos, no fingidas sonrisas o vaticinios halagüeños como fuegos de artificio.
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En la imagen: “Nit de l’alba, Elche”, fotografía de Adriano Agulló (fuente: flickr.com).

sábado, 15 de mayo de 2010

El tercer secreto













Que durante el último mes no haya añadido entrada alguna a mi blog tiene una explicación sencilla. Con facilidad la podéis imaginar los que os asomáis a esta vidriera virtual de mi memoria. Las últimas semanas han estado ocupadas por el viaje a Italia y mi “aterrizaje” en Verona. Una vez aquí, y gracias a la gentileza de mis anfitriones en la Universidad, he iniciado un nutrido programa de estudio y conferencias.

Lo cierto es que tampoco quería airear precipitadamente mis primeras impresiones sobre la querida Verona. La realidad es poliédrica, hay que ganársela con el trato asiduo. Así que lo que me ha movido a redactar esta primera entrada veronesa ha sido una consideración de alcance más amplio.

En el avión en que volaba a Fátima, Benedicto XVI se ha dirigido el pasado miércoles a los periodistas. Lo ha hecho en un registro cuyo planteamiento bien merece un comentario. Enlazando los recientes escándalos eclesiásticos de índole moral-sexual con el tercer mensaje mariano recogido por los niños de Fátima en 1917, el Papa ha afirmado que la oración y la penitencia son hoy tanto más necesarios cuanto que los enemigos de la Iglesia están dentro de ella misma: “La mayor persecución de la Iglesia no proviene de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia. La Iglesia, pues, tiene una necesidad profunda de aprender de nuevo la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el perdón, pero también la necesidad de la justicia”.

Dentro y no fuera. Los escándalos constituyen el caballo de Troya de la comunidad cristiana, a la que –empleando la expresión de Sócrates Escolástico referida al caso de Hipatia de Alejandría– “cubren de oprobio”. Resultan inevitables: brotan de su misma índole, del entrelazamiento de las “dos ciudades” cuya coexistencia subrayó Agustín de Hipona. Ya desde el memorable Vía Crucis a cuya cabeza sustituyó a un exangüe Juan Pablo II, Josef Ratzinger ha trazado descarnadamente el retrato de una Iglesia herida por sus propios pecados, barca zarandeada por intereses espurios.

Miseria y grandeza se hallan implícitas en este admirable reconocimiento. Que, por lo demás, no puedo contemplar como algo externo a mí: converge en el espejo de mi propia identidad. También yo “a la ciudad subo y de la ciudad bajo” –parafraseando a Sinesio de Cirene– manchado, sin poder calibrar hasta qué punto. Pero “no debemos mancharnos más”. En la humildad que nos conduce a la simplicidad y a la transformación espiritual se halla cifrado el secreto. Tal y como resume Pallotti, “renovando nuestra vida, mostramos que estamos agradecidos a Dios”.

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En la imagen: “L’incredulità di san Tommaso”, óleo pintado por Caravaggio entre 1600 y 1601 y conservado en la galería pictórica del palacio Sanssouci (Potsdam).

domingo, 4 de abril de 2010

La historia de amor más grande


Es tan grande esta historia de amor que dura siglos, milenios. Desde el origen del cosmos. El periplo del mundo y del género humano le sirve como escenario. Su plenitud lleva un nombre amable como ninguno: Jesucristo. A quien participa en ella se le renueva la vida.

Este año, la Pascua de Resurrección coincide para mí con un nuevo inicio. El pasado miércoles dejé mi apartamento en La Ñora, testigo de tantas experiencias, de tanta amistad, de tanto bueno. He vivido la Semana santa con mis padres y mis hermanos. A partir del próximo domingo estaré en Italia. Allí permaneceré hasta finales de julio, realizando una estancia de investigación en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Verona. Desde esa ciudad me desplazaré a otras (por ejemplo, para tomar parte en el congreso internacional kantiano que tendrá lugar en Pisa).

El día de mi salida del lugar en el que he vivido durante los últimos ocho años tuve ocasión de volver a ver el precioso film El hombre elefante, dirigido por David Lynch. "Me siento feliz" -afirmaba el protagonista, dramáticamente deformado desde su etapa fetal- "porque soy amado". Ser amado: vivir con la clara conciencia de que otro te guarda entrañablemente en sus pensamientos. Y no hay amor más grande que aquél que demuestra el que da la vida por sus amigos. En palabras de mi querido Sinesio de Cirene: "Animal valioso es el hombre: valioso sin duda si, como realmente sucedió, por él fue crucificado Cristo". Él hace así nuevas todas las cosas.

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En la imagen: "Rosette Nebula & NGC2244", por Nightclad (flickr.com).

lunes, 15 de marzo de 2010

Delibes


Como esas tardes de verano en las que el sol, después de incendiar durante horas las copas de los árboles, arráncales aún destellos de un fulgor desconocido y prístino: así Miguel Delibes ha desfallecido envuelto en oros de luz crepuscular. Me pregunto a qué se debe la oleada de añoranza que, como una fragancia bienhechora, ha recorrido las almas de los que algo tuvimos que ver con él. La respuesta me viene con la certeza de la primavera que se anuncia en las ramas de los almendros: necesitamos maestros. Personas que quieran hacer de su vida un árbol en el que puedan anidar pájaros cantarines y diversos. Hay hombres y mujeres que son así: en su follaje encontramos abrigo y alimento para aprender la melodía que llevamos en el pecho. Por eso nos acompañan ya siempre –entre la luz y la nostalgia– en cada nota de nuestro canto.
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En la imagen: "La despedida", por Mario Cajander (fuente: flickr.com).

lunes, 1 de marzo de 2010

El temblor de Chile



























Mi querido Chile apenas comienza a recuperarse de los efectos del devastador movimiento sísmico que tuvo lugar en la madrugada del sábado 27. El terremoto, de primer orden, superó en intensidad al trágico sismo de Haití; sin embargo, la mejor preparación del país -"Chile es un país sísmico. Por tanto, ¡debemos estar preparados!", reza el lema de la Oficina Nacional de Emergencias- ha evitado una mayor sangría. Con todo, han fallecido más de setecientas personas, según la última estimación comunicada por Michelle Bachelet, y hay aproximadamente dos millones de damnificados; en estos momentos tienen lugar, particularmente en la ciudad de Concepción (región del Bío Bío) conflictos callejeros asociados al saqueo de comercios. A través de la Televisión nacional de Chile he podido seguir la detallada e impresionante crónica televisiva emitida en directo.

Chile es un gran país. Tras las elecciones que han dado la victoria a Sebastián Piñera, en un contexto de alternancia caracterizado por una admirable normalidad democrática, la nueva orientación política aportará renovaciones estructurales ahora espoleadas por la urgencia. Será el 11 de marzo cuando se inicie la nueva legislatura, marcada ya por el azote inesperado del temblor. "Anduve caminando / sobre el salitre; / la muerte me miraba, / yo estaba triste": así reza el poema titulado "Chile" en la antología de Nicolás Guillén La paloma de vuelo popular (1958):

Chile: tu blanco lucero.
Tu pie sur en un estrecho,
zapato de espuma y viento.
Tu viento quiero.

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En las imágenes: fachada del Museo de arte contemporáneo en Santiago de Chile y estado de una vía en la capital, tras el terremoto. (c) Globovisión (fuente: flickr.com).

viernes, 26 de febrero de 2010

La danza macabra del aborto
















El pasado martes, en su columna de El país se refería Rosa Montero a la petición de año y medio de cárcel para el dueño de Custo por reproducir en sus camisetas el pajarito Piolín (propiedad de Warner): “Lo que no consigo entender es que pidan año y medio de cárcel por copiar un pajarito, mientras que en este país se empala y tortura salvajemente a un burro, se sierran patas de perros y se ahorcan galgos, y todo esto no sólo no se castiga con cárcel, sino que a menudo ni se multa”. Yo proseguiría: “… Y se envenena y despedaza fetos humanos, cosa que no se considera ya un mal menor en casos excepcionales sino que viene afirmada como derecho y, por lo tanto, como posible bien moral”.

Mi sensibilidad política es de izquierdas; soy progresista y feminista; conozco el estado actual de la investigación científica sobre el embrión. Por todo ello, expreso públicamente mi profundo rechazo a la ley aprobada el miércoles, por exigua mayoría, en el Senado, ley que aplica al aborto provocado el estatuto de derecho durante las 14 primeras semanas del embarazo.

Con ella se apoya una opción de muy cuestionable racionalidad. Por un lado, se ignora el estatuto propio del embrión, que se halla en continuidad genética con el ser humano adulto; por otro, se desoye nuestro conocimiento actual sobre los daños psicofísicos causados a la madre; finalmente, se minusvalora soluciones factibles –como la adopción– que respetarían tanto las dificultades de las madres (a veces, en situaciones realmente dramáticas) como la vida de los hijos.

De todo ello me he ocupado con más detalle en este mismo blog. Espero que estas páginas permanezcan en la memoria, virtualmente infinita, de la red. Cuando en el futuro se vuelva la mirada a estos momentos, nuestros descendientes sabrán a ciencia cierta que hubo hombres y mujeres –entre los que me incluyo– que no quisieron sumarse a la danza macabra del aborto.

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En la imagen: fotograma de El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957). Fuente: “Ingmar Bergman Face to Face” (http://www.ingmarbergman.se/).

martes, 16 de febrero de 2010

Vancouver 2010


















Durante la mañana del pasado sábado, mientras entrenaba en el gimnasio, tuve ocasión de ver parte de la gala de apertura de los Juegos olímpicos de invierno. Con una panorámica frontal, la cámara captaba la entrada en el estadio de cada una de las delegaciones de los distintos países; planos de grupo mostraban la alegría de los atletas, alternándose con perspectivas generales del coliseo abarrotado, en un magnífico espectáculo multicultural.

Allí estaban (casi) todos. Conforme aparecían las comitivas nacionales, pensaba en los referentes culturales que conozco de cada país. ¡De cuánta sabiduría y cuánta ciencia somos herederos! Evocaba también los dramas que afligen a algunos de ellos: la escasamente representada Islandia, sumida en una crisis financiera que ha puesto en aprietos la estructura básica del Estado; el nutrido grupo del Japón, país en el que las dificultades económicas han contribuido a subrayar la ya crónica patología suicida…

Todos ellos desfilaban ágilmente, en un derroche de vitalidad y simpatía. Y he pensado en la dimensión lúdica y recreativa del deporte. Más allá del juego, el deporte nos recrea. En espectáculos como éste se refleja algo de la naturaleza primigenia del ser humano: llamado a compartir gozosamente el ser y el dar de sí, a aplaudir y dejarse aplaudir, a querer y dejarse querer.
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En la imagen: “German-house-opening-ceremony”, por kk+ (flickr.com).

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Elecciones anticipadas?













Soy reacio a la idea de elecciones anticipadas. La dinámica propia de la democracia exige que se respete el ejercicio de la voluntad popular, que lleva a un determinado partido al poder durante un período de tiempo prefijado. No obstante, desde hace varios días me pregunto si no nos encontraremos en una situación tan excepcional que se requiera una medida de urgencia una vez concluida la presidencia española de la UE.

A plantearme este asunto han contribuido varias constataciones. Existen diversos frentes en la actual crisis: la contención del gasto público (que ha de permitir la rebaja de nuestro déficit), la regulación del mercado de trabajo (que ha de contribuir a una más uniforme protección de los trabajadores e incentivar los contratos), el establecimiento de un calendario de medidas que devuelva la confianza al consumidor y a los inversores internacionales (evitando así el descrédito que durante las últimas semanas se ha sugerido en distintos foros y las consiguientes pérdidas en el mercado bursátil)… Que el actual Gobierno ha preferido poner en marcha debates a tomar decisiones resulta llamativo; que sus planes económicos adolecen de irrealidad –sobre todo, debido a la falta de coherencia y capacidad de sacrificio del Ejecutivo– lo expuso ayer con claridad el Financial Times en un editorial titulado “Molinos de viento de déficit”.

Lo que me parece particularmente preocupante es que ni el presidente ni sus ministros parezcan calibrar bien la situación. Ayer se sometió a discusión en el Parlamento una medida interesante: la reducción de altos cargos y asesores gubernamentales en un 25%. A primera vista parece que contribuiría a la restricción del gasto público (si por algún oscuro motivo no es así, agradecería que se me ilustrase al respecto). Sin embargo, la bancada socialista se opuso a su aprobación. Por otra parte, y respondiendo a Duran i Lleida en el transcurso de un pleno de control, Rodríguez Zapatero ha afirmado hoy que “la economía no está peor que hace seis meses”. Que indicadores –y realidades humanas– tan relevantes como el índice de desempleados (y, entre ellos, los grupos más desfavorecidos) o los resultados bursátiles son, de hecho, peores no se le oculta a nadie.

¿A qué se debe esa reticencia a la acción y ese error en el diagnóstico? La primera tiene que ver quizá con el perfil de muchos de los ministros de las dos últimas legislaturas y con su excesiva dependencia de un presidente lastrado por el desconocimiento de amplios ámbitos teóricos y técnicos. El error concierne al desprecio por la verdad, manifestado ya en numerosas ocasiones (entre las más señeras, la negación del diálogo con ETA y la ocultación de la crisis con fines electoralistas).

El esfuerzo invertido en polémicas sociales, atizadas por el Gobierno durante sus primeros años, nos está pasando factura. Mientras tanto, la falta de previsión, la inacción consiguiente y la ocultación posterior medraban entre nuestros altos cargos. Me pregunto si unas elecciones anticipadas no constituirían, al menos, una respuesta. Como mínimo, servirían para advertir de que un Gobierno que incumpla su deber de previsión, acción y veracidad no reviste dignamente el mandato popular.
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En la imagen: “Floating Through Time”, por xtylerclub (fuente: flickr.com).

jueves, 4 de febrero de 2010

La plegaria de Rodríguez Zapatero



La intervención de José Luis Rodríguez Zapatero en el Desayuno Nacional de Oración, en Washington, me suscitaba no poca curiosidad. Así que he navegado por la web, en busca de la versión íntegra del discurso, y me he encontrado –a pocos minutos del final del acto– con un video puntualmente colgado en internet por C-Span Video Library, al que se puede acceder desde esta entrada.

Resulta bastante interesante seguir el cronograma del acto y la índole de los discursos que lo han compuesto. La intervención de Rodríguez Zapatero, que tuvo lugar a escasos veinte minutos de la llegada del presidente Obama, ha sido precedida por un breve elogio pronunciado por una política estadounidense. Mientras él hojeaba –con aparente inquietud– los folios de su discurso, la consorte Obama le ha dirigido una mirada cariñosa, acompañada por unas palmadas en la espalda para infundirle ánimo. La referencia de la presentadora a la amplia presencia femenina existente en el gobierno de España ha arrancado los aplausos del público, que con toda caballerosidad se ha puesto en pie para acoger la llegada del orador a su sede. Con una carcajada general han acogido la sonrisa, cual la de colegial pillado en una situación embarazosa, a la que ha seguido el anuncio de que iba a hablar en castellano.

De forma clásica ha comenzado Rodríguez Zapatero su alocución: con el elogio –captatio benevolentiae– de la democracia estadounidense, pronunciado por boca del presidente “de una de las naciones más antiguas de la Tierra” (sorprende, a este punto, su orgullosa recuperación del término ‘nación’, que cuestionara hace no tanto), país al que se ha referido –en una sentencia demasiado aventurada– como “la más multicultural de las tierras de Europa”, fruto de la fecundación de numerosas culturas, pero “cristiana, sobre todo cristiana”.

El pasaje del Deuteronomio (24, 14-15a) en el que se hace referencia al trato que se debe dar al necesitado le ha servido para enlazar con la preocupación por los inmigrantes, las víctimas de la miseria y los desempleados. Ha presentado entonces su plegaria: por la libertad para buscar el bien y la verdad, compartir la vida con la persona amada, crear y cuidar el entorno familiar. La libertad –ha repetido en Washington– “nos hace verdaderos”, es la “verdad cívica”. El enlace entre la inversión del dicho evangélico con el membrete “autonomía moral” y su desconexión respecto de la verdad –que suscita serias perplejidades éticas– no habrá pasado desapercibido al selecto público.

Rodríguez Zapatero ha dedicado la última sección del discurso a aquello que de él se esperaba: la defensa de la alianza de civilizaciones frente al fundamentalismo –que utiliza espuriamente la fe religiosa–, la violencia y la exclusión. La tolerancia “es mucho más que la aceptación del otro. Es el descubrir, conocer y reconocer al otro (…) El odio nace de la ignorancia y la concordia se construye sobre el conocimiento; también la paz”. Ha concluido con un alegato por la libertad: “Ya sea con una dimensión trascendente o cívica, la libertad es siempre el fundamento de la esperanza”. La libertad, por la que se debe y se puede –recogiendo las palabras del Quijote– aventurar la vida, “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Se trata de la declaración de intenciones del presidente de un país –de un gran país, se apostillaba en la presentación– en un entorno que la hace aún más digna de ser escuchada. Con atención la he escuchado. Y mi plegaria es ésta: que Rodríguez Zapatero haga suyas las palabras pronunciadas en Washington.

La paz se construye sobre la aceptación del otro, sobre una acogida que no está basada en la mera tolerancia fáctica sino en el conocimiento y la apertura. ¡Cuánto desearíamos que ese elevado ideal se encarnase en la política española! Y ¡cuántos esfuerzos se han derrochado en conflictos fratricidas! La partitocracia española ha derivado en una hosca pelea de gallos alimentada por la demagogia. Y la errada estrategia de los actuales dirigentes socialistas –que han tendido a cerrar las puertas del diálogo en asuntos sociales de grave importancia– ha contribuido no poco a todo ello. La desatención a los auténticos desafíos de nuestra sociedad –muy en particular, la educación de nuestros jóvenes, la protección de la vida humana en todos sus estadios y el avance científico– ha traído consigo consecuencias que estamos pagando en el ámbito social y económico.

Quiero creer que las palabras de Zapatero tendrán su reflejo en la política doméstica. Que no han de convertirse en fósil de una especie que no prosperó, ni en la ocurrencia de una mañana de café y pastas que pronto se olvida.

martes, 19 de enero de 2010

A qué sombra dormimos
















Los comentarios que Rafael y Alejandro han dedicado a mi último post me han dado que pensar. Me refería yo a las que considero virtudes del film Avatar: entre ellas, la llamada de atención sobre la necesidad de volver al sentido y el sabor de la Naturaleza. Comentaba Rafael: “Deseamos un cambio. Creo que muchos queremos mudar la piel y respirar con fuerza”. Alejandro, en cambio, reconocía en la película “una impugnación de la cultura occidental y una expresión más del odio que el hombre contemporáneo siente contra sí mismo (contra su historia, sus valores, sus formas de vida...), llevado al paroxismo en la película por el ‘cambio de cuerpo’ del protagonista”, en una argumentación que prolonga en su propio blog.

Hay mucho de cierto en esa sospecha de repudio, que apunta a un pavoroso desconocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Sin embargo, la Naturaleza es también el hostil escenario de la cadena de depredación, o de horrores como el terremoto de Haití. En cambio, la cultura humana promueve reacciones que van más allá de la lógica de supervivencia personal: la oleada de solidaridad desatada por la debacle en Puerto Príncipe así nos lo muestra, una vez más. Que la compasión y la ayuda tengan su trasfondo biológico-evolutivo –como ya adelantara Darwin– no niega la mayor: la evolución cultural perfecciona y mejora nuestro bagaje natural. Y aquí entran en juego todos los beneficios (sociales, educativos, científicos, urbanísticos, políticos, sanitarios…) que la cultura trae consigo.

Contraponer cultura y Naturaleza nos lleva, pues, por un camino errado. Todo esto tiene que ver con la cuestión hermenéutica ligada a la interpretación del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, redactado por J. J. Rousseau en 1754 para participar en el concurso de la Academia de Dijon. Llamando la atención sobre los efectos perversos de la generación social de necesidades artificiales, Rousseau en modo alguno propugnaba el retorno a un hipotético estado natural, ingenuamente idealizado. Más bien, como comentaba Rafael, “la mayor sofisticación consistirá en lograr un equilibrio entre la Naturaleza y nuestra condición humana”.

Se presenta aquí uno de los mayores retos de nuestra civilización, al que está asociada incluso nuestra viabilidad como especie. Ese reto se halla conectado con el redescubrimiento de nuestra interioridad. La alienación de sí mismo, en pos de necesidades artificiales creadas por la lógica consumista, se encuentra en la raíz de muchas insatisfacciones y pretensiones de dominio. Magistralmente lo musicalizó Haendel en una bellísima aria de Rodelinda:

Pastorello di povero armento
pur dorme contento
sotto l’ombra di un faggio o d’alloro.
Io, d’un regno monarca fastoso,
non trovo riposo
sotto l’ombra di porpora e d’oro.

(Pastorcillo de un pobre rebaño / duerme, no obstante, tranquilo / a la sombra de un haya o de un laurel./ Yo, de un reino monarca fastuoso, / no hallo reposo / a la sombra de púrpura y oro.)

A qué sombra dormimos: en descubrir la respuesta a esta pregunta –y en buscar la sombra mejor– se cifra el éxito de nuestra vida.
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En la imagen: “Foreign Land / Neighboring Land”, por Zachstern (fuente: flickr.com).

jueves, 7 de enero de 2010

Avatar














Ayer, y en buena compañía, asistí a la proyección de Avatar. Lo cierto es que el film me ha llamado la atención. No por la filigrana de sus efectos especiales: que la industria de animación llegaría a cotas de virtuosismo como las que aquí se exhiben se dejaba vaticinar ya, hace siete décadas, a partir de los delicados movimientos de Blancanieves en el film homónimo de Disney. No se trata de eso.

A mi modo de ver, Avatar plantea una pregunta importante: qué entendemos por progreso. En el film, qué significa progresar queda encarnado por la tribu indígena y por los humanos que se unen a su causa frente a la voracidad depredadora de los invasores. Los indígenas no quedan retratados en términos ingenuos; disiento, en este punto, de una penetrante crítica escrita por Juan Manuel de Prada en Abc. Ellos se sirven de la Naturaleza, la utilizan – eso sí, con la conciencia viva y agradecida de ser sus deudores. El trasfondo panteísta de la trama queda hábilmente diluido en una vaga concepción espiritualizada de la Naturaleza: los miembros de la tribu se saben conectados, entre sí y con el mundo que les rodea, por lazos espirituales que resulta preciso cultivar. ¡Y qué necesario resulta, en nuestra sociedad, atender al sentido de la tierra, contemplar el mundo en su despliegue natural para desplegar nosotros nuestra interioridad!

La estructura del film recoge, además, uno de los temas clásicos de la cinematografía: la lucha por las causas perdidas. A menudo soslayamos lo que podríamos hacer de grande y bueno porque estamos absorbidos por nuestras mezquindades. La peripecia del protagonista puede ser leída, a esta luz, como un segundo nacimiento posibilitado por el encuentro con la Naturaleza y el amor. Atreverse a arriesgar por aquello que lo merece, aunque no tengamos garantías de ganar: he aquí una de las enseñanzas que el acomodamiento propio de nuestra sociedad nos hurta de continuo.

En Avatar hallamos algunos destellos de lo mejor que una obra de la imaginación puede transmitir. Súmese a ello su fulgurante envoltorio virtual: no es poco para una tarde de palomitas en un cine a rebosar.
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En la imagen: imagen promocional de Avatar (James Cameron, 2009). Fuente: peliculas.info.

lunes, 4 de enero de 2010

Infancia















Ayer tuve oportunidad de participar en una celebración de Reyes Magos. En ella hacían acto de presencia los pajes correspondientes a Melchor, Gaspar y Baltasar. Cada niño, de los muchos presentes, saludaba al paje de su elección, que le dirigía algunas preguntas y le transmitía algún mensaje de parte de los Reyes. ¡Qué cosas fueron dichas allí! ¡Con cuánta transparencia e ilusión se expresaban! ¡Qué hermosa inocencia, la de los niños!

Son muchas las interpretaciones que se ha dado al dicho evangélico sobre los niños: a los que son como ellos pertenece el Reino de los cielos. Una de ellas resuena en mí de manera especial a raíz de la experiencia de ayer. Ellos tienen sensibilidad al misterio. No porque algo les supere lo descartan de manera automática; quizá porque son conscientes –con una forma incipiente de autoconciencia reflexiva– de su pequeñez, de lo mucho que les queda por aprender.

Esa actitud infantil halla sus polos extremos, mutuamente contrapuestos, en la credulidad irreflexiva y en la necedad. El excesivamente crédulo está dispuesto a aceptarlo todo sin disponer de fundamento suficiente; de este modo, devalúa el objeto de su creencia y queda a merced del viento de las opiniones. El necio, en cambio, no acepta aprender nada, porque pretende saberlo todo; esa cerrazón lo impermeabiliza frente a la posibilidad de crecer intelectualmente y de experimentar lo nuevo, lo nunca antes imaginado.

En la mirada inquisitiva de los niños se refleja algo del origen primigenio, de la criatura paradisíaca, del hombre auténtico que estamos llamados a ser. Pregunta, apertura, acogida, conciencia de la propia pequeñez y de lo mucho que se ha recibido: con ellas se teje la estructura de lo auténticamente humano.
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En la imagen: “Las líneas blancas, ¡casa!”, por Etringita (fuente: flickr.com).