miércoles, 15 de diciembre de 2010

Julián Marías: por nosotros que no quede


Hoy hace cinco años que nos dejaste. ¡Cuánto ha cambiado el mundo (y nuestro mundo) desde entonces! En su momento te buscamos para conocerte, sin saber que tu quebrantada salud ya impedía un encuentro; tus hijos nos dijeron que estabas prácticamente ciego. ¡Tú, que habías visto tanto y tan lejos! Mientras tanto, las instituciones políticas se resquebrajaban a fuerza de tensar la piel de toro con arribismos e imposturas. Nada nuevo bajo el sol: tú habías conocido todo eso. Y habías dicho: por mí que no quede.

Tu nombre es sinónimo de verdad y coraje en tiempos recios. Tu búsqueda intelectual, reflejada en estudios sobresalientes (en particular, en el ámbito de la antropología filosófica), estuvo flanqueada por un insobornable compromiso con la realidad de lo que es y lo que debe ser. Por eso, al modo de otros próceres como Unamuno, incomodaste a hunos y a otros. Pero por nosotros, los que apreciamos la armonía unívoca de tu vida y tu obra, que no quede.

Por mí que no quede: éste era el sentido de tanto de lo que hizo Julián Marías. En el diario El mundo de hoy ha aparecido una penetrante semblanza del filósofo madrileño, escrita por Ignacio García de Leániz (autor de otras “Tribunas” certeras y brillantes). ¡Cuánto bien hace rememorar a un hombre como él! Aviva el anhelo de resucitar el horizonte prístino al que los seres humanos estamos llamados. Sólo en una cosa García de Leániz no tiene razón. Después de aludir a la conmovedora despedida de Marías y Julián Besteiro, recogida en las memorias del filósofo (Una vida presente), la caracteriza como un episodio indispensable que contribuiría como pocos a una educación para la ciudadanía; y añade: “Aunque mucho me temo que de nada servirá la sugerencia”. Craso error: sí sirve. Al menos un poquito. Ya sé qué voy a leer estas Navidades. 
__________
En la imagen: portada de Una vida presente (Páginas de espuma, Madrid 2008).