jueves, 11 de octubre de 2012

Valor y precio



















Tener un valor o tener un precio: he ahí la cuestión. Debemos a Kant haber aquilatado esta idea: “Lo que tiene un precio, puede ser sustituido por alguna otra cosa que sea equivalente; en cambio, lo que está más allá de todo precio –y, por lo tanto, no permite equivalente alguno–, eso tiene dignidad”. Y tener dignidad es poseer “un valor (Wert) interno”.

Da la casualidad de que nuestro actual ministro de Educación enarbola el valor en el apellido: todo un recordatorio. En el anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la calidad educativa leo que se reforzará la optatividad y la formación profesional; se logrará así cualificar mejor a los jóvenes, en orden a insertarse con mayor prontitud en el mercado de trabajo. El criterio aquí es el precio. Nada que objetar: la educación tiene que ver con el trabajo, una faceta constitutiva de lo humano. Pero me interesa seguir leyendo. Descubro que algunas asignaturas desaparecen. En el Bachillerato, Ciencias para el mundo contemporáneo y Filosofía y ciudadanía. Asignaturas que tienen que ver con el valor.

¿Qué equivalente monetario tiene indagar sobre el origen del Universo o la evolución biológica? ¿Hasta qué punto aumenta nuestra competitividad la reflexión sobre los fundamentos de la ética y de la democracia…? Se trata de cuestiones cruciales en los programas normativos de Ciencias para el mundo contemporáneo y de Filosofía y Ciudadanía. La respuesta es transparente: aprender ese tipo de contenidos no tiene precio. En cambio, posee mucho valor. Nos ayuda a comprendernos como personas. Nos hace más humanos.

En toda reforma educativa late un modelo de persona. Aquí emerge ya en la primera frase del anteproyecto: “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito…”, etc. Retazos de una concepción neocapitalista de la sociedad y del hombre. Pero esa concepción no responde a la esencia del ser humano ni a sus anhelos más profundos. Puede valer cuando se trata de precio, pero no cuando se trata de valor. De ese valor que el ministro lleva inscrito, como una llamada y como un dardo hiriente, en su propio apellido. 

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Artículo propio publicado en el diario Información, 06/10/2012, p. 31. En la imagen: fotografía tomada durante el verano de 2010.