martes, 23 de agosto de 2011

Sin miedo


Esta entrada hace las veces de aperitivo. Durante el mes de septiembre comentaré varios aspectos jugosos de las Jornadas Mundiales de la Juventud concluidas el pasado domingo. Pero hasta entonces aún falta un trecho (el último de mis vacaciones) y no quiero dejar pasar más tiempo sin escribir algún apunte sobre las JMJ. Y es que esta vez he tomado parte en las Jornadas como voluntario - concretamente, en una sección de nombre excitante: el ERI (Equipo de Reacción Inmediata, ahí es nada).

¡Qué hermoso ha sido conocer a los voluntarios JMJ de Madrid (a unos pocos de los casi treinta mil)! Me quedo admirado y edificado por su dedicación, su capacidad de sufrimiento, su solidaridad. Y por los silencios. Resulta muy difícil despejar el espacio interior cuando uno se halla inmerso en tareas o rodeado de multitudes. No se me olvidará el recogimiento de mis compañeros mientras seguíamos la vigilia de oración (a través de la tele: ¡estábamos de guardia!). Al día siguiente pude comprobar, durante la eucaristía en Cuatro Vientos, cómo el silencio recogido por los micrófonos no se restringía al escenario: impresionaba constatar la atención con la que cientos de miles de peregrinos escuchaban y oraban juntos.

Tampoco echaré en saco roto el jolgorio y la resistencia gozosa durante la tormenta del sábado. Fue realmente divertido ver la fiesta general y la sonrisa de complicidad del Papa en la que él caracterizó como una aventura vivida juntos. Como si glosara las palabras con las que inauguró su estancia: "Yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz". Gracias a Benedicto XVI por preocuparse activamente por la juventud. Gracias a los peregrinos. Y gracias a los voluntarios por el ejemplo que me dáis.
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En la imagen: una jovencísima voluntaria de las JMJ Madrid 2011 (fuente: madrid11.com).