miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Elecciones anticipadas?













Soy reacio a la idea de elecciones anticipadas. La dinámica propia de la democracia exige que se respete el ejercicio de la voluntad popular, que lleva a un determinado partido al poder durante un período de tiempo prefijado. No obstante, desde hace varios días me pregunto si no nos encontraremos en una situación tan excepcional que se requiera una medida de urgencia una vez concluida la presidencia española de la UE.

A plantearme este asunto han contribuido varias constataciones. Existen diversos frentes en la actual crisis: la contención del gasto público (que ha de permitir la rebaja de nuestro déficit), la regulación del mercado de trabajo (que ha de contribuir a una más uniforme protección de los trabajadores e incentivar los contratos), el establecimiento de un calendario de medidas que devuelva la confianza al consumidor y a los inversores internacionales (evitando así el descrédito que durante las últimas semanas se ha sugerido en distintos foros y las consiguientes pérdidas en el mercado bursátil)… Que el actual Gobierno ha preferido poner en marcha debates a tomar decisiones resulta llamativo; que sus planes económicos adolecen de irrealidad –sobre todo, debido a la falta de coherencia y capacidad de sacrificio del Ejecutivo– lo expuso ayer con claridad el Financial Times en un editorial titulado “Molinos de viento de déficit”.

Lo que me parece particularmente preocupante es que ni el presidente ni sus ministros parezcan calibrar bien la situación. Ayer se sometió a discusión en el Parlamento una medida interesante: la reducción de altos cargos y asesores gubernamentales en un 25%. A primera vista parece que contribuiría a la restricción del gasto público (si por algún oscuro motivo no es así, agradecería que se me ilustrase al respecto). Sin embargo, la bancada socialista se opuso a su aprobación. Por otra parte, y respondiendo a Duran i Lleida en el transcurso de un pleno de control, Rodríguez Zapatero ha afirmado hoy que “la economía no está peor que hace seis meses”. Que indicadores –y realidades humanas– tan relevantes como el índice de desempleados (y, entre ellos, los grupos más desfavorecidos) o los resultados bursátiles son, de hecho, peores no se le oculta a nadie.

¿A qué se debe esa reticencia a la acción y ese error en el diagnóstico? La primera tiene que ver quizá con el perfil de muchos de los ministros de las dos últimas legislaturas y con su excesiva dependencia de un presidente lastrado por el desconocimiento de amplios ámbitos teóricos y técnicos. El error concierne al desprecio por la verdad, manifestado ya en numerosas ocasiones (entre las más señeras, la negación del diálogo con ETA y la ocultación de la crisis con fines electoralistas).

El esfuerzo invertido en polémicas sociales, atizadas por el Gobierno durante sus primeros años, nos está pasando factura. Mientras tanto, la falta de previsión, la inacción consiguiente y la ocultación posterior medraban entre nuestros altos cargos. Me pregunto si unas elecciones anticipadas no constituirían, al menos, una respuesta. Como mínimo, servirían para advertir de que un Gobierno que incumpla su deber de previsión, acción y veracidad no reviste dignamente el mandato popular.
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En la imagen: “Floating Through Time”, por xtylerclub (fuente: flickr.com).

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