Hoy se celebra el Día Mundial de la Filosofía, instituido por la UNESCO en 2002. Hay muchas personas a las que no les interesa en absoluto. Por ejemplo, a ciertos poderes políticos. La razón es simple: la Filosofía implica reflexión rigurosa y espíritu crítico. Resulta relativamente sencillo controlar a una sociedad alienada por el consumo o por la retórica totalitaria; mucho más fácil que doblegar la voluntad de un solo hombre que busque vivir virtuosamente (Séneca pixit y dixit). No es de extrañar, pues, que Gobiernos como el nuestro hagan todo lo posible por menoscabar el espacio público de la Filosofía.
La Filosofía tampoco es televisiva. Nuestras televisiones, instaladas en la venta de alpiste a bajo precio, no están dispuestas a cumplir un auténtico servicio público fomentando el pensamiento riguroso y el planteamiento de cuestiones difíciles. Sócrates no es bienvenido en “Gran Hermano”.
El caso es que tampoco soplan vientos favorables en el contexto académico – por lo menos, según los aires que parece traer consigo la hermenéutica popular de la convergencia boloñesa. El famoso sometimiento de la Universidad a los dictámenes de las empresas no parece un gran caldo de cultivo para el pensamiento (¡pobre Humboldt!). Como si la Universidad no estuviera llamada a liderar corrientes de ideas, a abanderar transformaciones, a ayudar a la sociedad a superarse a sí misma. A buscar la sabiduría, en suma.
En fin: la Historia ha tenido siempre a su Anito, su Meleto y su Licón. Pero, para desgracia de sus sempiternos acusadores, la Filosofía es un pájaro libre. Así la caracterizó Ortega y Gasset en ese curso que le llevó de la Universidad a un abarrotado teatro madrileño y del que en breve se cumplirán ochenta años. Precisamente por ser pájaro libre, la Filosofía puede posarse aquí y allá y abarcar la entera realidad, en búsqueda de una cosmovisión lo más completa posible. Por eso, un científico que se precie –sostenía nuestro Ramón y Cajal– termina filosofando, y cualquier persona que mire reflexivamente la realidad se comporta como un filósofo. Y, por eso, la Filosofía es quodammodo omnia. El libre aletear del espíritu: anima mundi.
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En la imagen: ilustración de portada del volumen dedicado a Kant en la Biblioteca de Grandes Pensadores (Planeta DeAgostini, Madrid 2007), por Horacio Cardo.
La Filosofía tampoco es televisiva. Nuestras televisiones, instaladas en la venta de alpiste a bajo precio, no están dispuestas a cumplir un auténtico servicio público fomentando el pensamiento riguroso y el planteamiento de cuestiones difíciles. Sócrates no es bienvenido en “Gran Hermano”.
El caso es que tampoco soplan vientos favorables en el contexto académico – por lo menos, según los aires que parece traer consigo la hermenéutica popular de la convergencia boloñesa. El famoso sometimiento de la Universidad a los dictámenes de las empresas no parece un gran caldo de cultivo para el pensamiento (¡pobre Humboldt!). Como si la Universidad no estuviera llamada a liderar corrientes de ideas, a abanderar transformaciones, a ayudar a la sociedad a superarse a sí misma. A buscar la sabiduría, en suma.
En fin: la Historia ha tenido siempre a su Anito, su Meleto y su Licón. Pero, para desgracia de sus sempiternos acusadores, la Filosofía es un pájaro libre. Así la caracterizó Ortega y Gasset en ese curso que le llevó de la Universidad a un abarrotado teatro madrileño y del que en breve se cumplirán ochenta años. Precisamente por ser pájaro libre, la Filosofía puede posarse aquí y allá y abarcar la entera realidad, en búsqueda de una cosmovisión lo más completa posible. Por eso, un científico que se precie –sostenía nuestro Ramón y Cajal– termina filosofando, y cualquier persona que mire reflexivamente la realidad se comporta como un filósofo. Y, por eso, la Filosofía es quodammodo omnia. El libre aletear del espíritu: anima mundi.
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En la imagen: ilustración de portada del volumen dedicado a Kant en la Biblioteca de Grandes Pensadores (Planeta DeAgostini, Madrid 2007), por Horacio Cardo.
2 comentarios:
Siempre tan optimista!!!!!
La universidad es una gran empresa, no veo ninguna razón para cerrar las puertas a las empresas privadas, que, además de aportar capital a la universidad y lo que eso conlleva (cuantiosos recursos destinados al enriquecimiento de la actividad académica), trae consigo una amplitud de conocimientos prácticos y una objetividad que beneficiarán extraordinariamente la futura vida laboral del estudiante. ¿Sabe usted cuánto factura la editorial de la Universidad de Oxford al año? La excelencia, ahora mismo en un ambiente tan competitivo, debe buscarse a través de las exigencias del mercado, o de la creación de nuevos mercados.
Pienso que el problema de que la Filosofía sea un personaje extraño a tantas personas tiene poco que ver con el reflejo que se da ahora mismo por los medios de comunicación. La Filosofía, sobre todo en España, ha vivido intensamente sólo en un reducido círculo de doctos y académicos que se llenaban los bolsillos con dinero público, es hora de abrir la materia filosófica a las ciencias sociales y naturales. ¿Cómo es posible? Combinando métodos y teorías filosóficas a conocimientos puramente técnicos. Podría ser la salida más provechosa para la difusión de la Filosofía en este país, y para el ambiente creativo de los filósofos. Ahora en crisis.
Un ejemplo, aunque con otra materia como es el ajedrez, demuestra que es posible encauzar y acoplar sistemas tan variopintos como el ajedrez bajo muy diferentes formas. Hay un libro interesante sobre este tema: Garry Kasparov, “Cómo la vida imita al ajedrez”, Editorial Debate.
¡Estimado JP!
Coincido con varias de las cuestiones que apunta en su comentario. En particular, con las observaciones sobre la "apertura" de la Filosofía. Ella siempre ha sido un saber mestizo. Más aún: una de sus funciones consiste, precisamente, en integrar lo disperso, en buscar una cosmovisión lo más completa posible, con ayuda de los resultados de las demás disciplinas científicas.
El ejemplo que pone resulta bastante atinado. Es más, incluso existe una obra sobre Filosofía del ajedrez (¿a que no se lo había imaginado...?). La escribió no hace muchos años el filósofo austríaco Josef Seifert, afincado recientemente en Chile: "Schachphilosophie. Ein Buch für Schachspieler, Philosophen und 'normale' Leute" [Filosofía del ajedrez. Un libro para ajedrecistas, filósofos y gente 'normal"]. Precisamente me la regaló al final de mi estancia chilena, en septiembre. Espero poder hincarle pronto el diente...
Por cierto, me gusta mucho que me califique como "optimista". Segundo Porcierto: ¿Qué le parece si nos tuteamos?
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