José Luis Rodríguez Zapatero ha presentado en el Parlamento español una esperada novedad. Se trata de la Ley de Economía Sostenible [LES], cuyo anteproyecto fue aprobado el pasado viernes. La LES ha de poder convertirse en el vehículo capaz de reorientar la economía española hacia un nuevo paradigma, dado que el actual modelo productivo ha demostrado su incapacidad para asegurar un crecimiento duradero.
Se trata, pues, de ofrecer un marco normativo que permita vehicular un nuevo modelo. Un marco normativo es una estructura jurídica racionalmente organizada con arreglo a una idea rectora (una estructura, no una sucesión de disposiciones más o menos conexas). Un cambio de modelo productivo consiste en modificar la orientación de las actividades, en orden a alcanzar cierta cantidad y cualidad en los bienes o servicios que se consigue con el trabajo.
Sobre esta base, opino que la esperada Ley es poco más que un flatus vocis: una emisión de aire (eso sí, solemne). No es que las medidas que la LES incluye me parezcan erróneas: está muy bien que se acelere y abarate los trámites para crear empresas, que se fomente las rehabilitaciones arquitectónicas y las prácticas relacionadas con el ahorro energético, o que se procure moderar el gasto en las administraciones públicas. Nada en contra. Pero la ley debía convertirse en un marco normativo para lograr un cambio de modelo económico.
Un cambio real debería pivotar, a mi modo de ver, sobre la educación y la investigación. Resulta prioritario fomentar las condiciones necesarias para que los jóvenes, preparados a la altura de nuestro tiempo, se incorporen a proyectos (individuales, empresariales, institucionales) capaces de producir cultura, bienes y servicios de forma inteligente, solidaria, innovadora. Los Presupuestos generales del Estado para 2010 han reducido drásticamente la asignación al ministerio de Ciencia y Tecnología. Algunos analistas afirmaron entonces que dicha reducción podría verse compensada por una batería de medidas incluida en la LES. Por eso esperaba yo con interés las primeras declaraciones oficiales al respecto.
Pero no hay en la LES ambición real de cambio de paradigma, ni un proyecto progresista. Parafraseando a Juan Carlos Jirauta y Juan Manuel de Prada –ayer, en La tarde con Cristina–, la política española se parece cada vez más a una sucesión de macguffins [término de Hitchcock que alude a una excusa argumental que en sí no posee relevancia] o, si se prefiere, de inanes fistros [Chiquito dixit].
El cambio económico ha de provenir de una renovación moral, que priorice lo importante: la preparación esforzada y competente de los jóvenes, la dignidad de las condiciones laborales, la ética en las relaciones profesionales, la redistribución responsable de la riqueza, el valor de la cultura, la reprobación social de la usura y del despilfarro... La crisis actual ha mostrado con claridad meridiana que la especulación –nutrida de consumismo irresponsable– conduce a burbujas que fácilmente explotan. ¿Aprenderemos la lección? ¿O seguiremos entreteniéndonos con macguffins...?
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En la imagen: “Los Reyes magos son... los banqueros”, por Jaume d'Urgell (fuente: flickr.com).
Se trata, pues, de ofrecer un marco normativo que permita vehicular un nuevo modelo. Un marco normativo es una estructura jurídica racionalmente organizada con arreglo a una idea rectora (una estructura, no una sucesión de disposiciones más o menos conexas). Un cambio de modelo productivo consiste en modificar la orientación de las actividades, en orden a alcanzar cierta cantidad y cualidad en los bienes o servicios que se consigue con el trabajo.
Sobre esta base, opino que la esperada Ley es poco más que un flatus vocis: una emisión de aire (eso sí, solemne). No es que las medidas que la LES incluye me parezcan erróneas: está muy bien que se acelere y abarate los trámites para crear empresas, que se fomente las rehabilitaciones arquitectónicas y las prácticas relacionadas con el ahorro energético, o que se procure moderar el gasto en las administraciones públicas. Nada en contra. Pero la ley debía convertirse en un marco normativo para lograr un cambio de modelo económico.
Un cambio real debería pivotar, a mi modo de ver, sobre la educación y la investigación. Resulta prioritario fomentar las condiciones necesarias para que los jóvenes, preparados a la altura de nuestro tiempo, se incorporen a proyectos (individuales, empresariales, institucionales) capaces de producir cultura, bienes y servicios de forma inteligente, solidaria, innovadora. Los Presupuestos generales del Estado para 2010 han reducido drásticamente la asignación al ministerio de Ciencia y Tecnología. Algunos analistas afirmaron entonces que dicha reducción podría verse compensada por una batería de medidas incluida en la LES. Por eso esperaba yo con interés las primeras declaraciones oficiales al respecto.
Pero no hay en la LES ambición real de cambio de paradigma, ni un proyecto progresista. Parafraseando a Juan Carlos Jirauta y Juan Manuel de Prada –ayer, en La tarde con Cristina–, la política española se parece cada vez más a una sucesión de macguffins [término de Hitchcock que alude a una excusa argumental que en sí no posee relevancia] o, si se prefiere, de inanes fistros [Chiquito dixit].
El cambio económico ha de provenir de una renovación moral, que priorice lo importante: la preparación esforzada y competente de los jóvenes, la dignidad de las condiciones laborales, la ética en las relaciones profesionales, la redistribución responsable de la riqueza, el valor de la cultura, la reprobación social de la usura y del despilfarro... La crisis actual ha mostrado con claridad meridiana que la especulación –nutrida de consumismo irresponsable– conduce a burbujas que fácilmente explotan. ¿Aprenderemos la lección? ¿O seguiremos entreteniéndonos con macguffins...?
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En la imagen: “Los Reyes magos son... los banqueros”, por Jaume d'Urgell (fuente: flickr.com).
2 comentarios:
Pues sí. El cambio debe empezar por la educación y re-educación.
España desde hace mucho tiempo se ha desarrollado desde el pensamiento "beneficio inmediato", sin tener en cuenta la sostenibilidad a largo plazo de los proyectos, empresas, etc. Y las consecuencias las estamos viendo cada día.
La parte positiva es que hay gente que realmente quiere cambiar esta forma de pensar, ya sea de forma activa o participativa, ya sea en forma de apoyo.
Pienso que estamos en los comienzos de otra revolución venida por la globalización.
Veamos como marcha la cosa y actuemos conforme a nuestros valores, sean cuales sean. Pues pienso que no hay nada más rico que la pluralidad respetada.
Un saludo.
Hola Pedro he leído tu artículo sobre el tema de los crucifijos en la aulas y la verdad es que yo tampoco entiendo esta obsesión. ¿Qué daño hace un crucifijo cuando en realidad lo único que transmite son valores buenos? No sé cuándo nos daremos cuenta de que al margen de este hecho puntual, no vamos por el camino adecuado en la formación de las nuevas generaciones porque sólo existe desorientación de valores en un mundo en el que parece que todo está permitido porque la única ética que prima es la de cada uno, es decir, la individualidad.
Buen fin de semana y gracias.
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