lunes, 5 de noviembre de 2012

La senda del futuro

















No se puede ganar el futuro siendo una rana. O siendo un gusano. Me explico. En su autobiografía, una de las figuras más brillantes de la investigación española se refería al gran árbol de la ciencia y a dos de sus inquilinos: el especialista corto de miras y el científico con sentido filosófico. “El especialista trabaja como una larva, asentado sobre una hoja y forjándose la ilusión de que su pequeño mundo se mece aislado en el espacio; el científico general, dotado de sentido filosófico, entrevé el tallo común a muchas ramas”. Reflexiones de nuestro Ramón y Cajal, ya con el Nobel en su haber por sus trabajos sobre la comunicación sináptica.

En un fascinante reportaje sobre las nuevas tendencias de la educación superior en China, firmado por Austin Ramzy para Time, me encontré ayer de nuevo con Ramón y Cajal. O casi. Era Peng Wanrong (Wuhan University) el que ironizaba sobre esa actitud de provincianismo intelectual, encarnada ahora… en una rana. “Todas las escuelas de élite tienen ese tipo de profesor de ciencia e ingeniería que sólo conoce su campo. Ponle en el ancho mundo y apenas se dará cuenta de que su conocimiento está tan limitado como una rana en un pozo”.

Y es que el conocimiento –y esa variedad suya, metodológicamente refinada, que llamamos ciencia– es, por definición, apertura. Nada sabe aquél que se recluye en su hoja (o en su pozo). El especialismo a ultranza produce resultados prácticos deslumbrantes a corto plazo, pero a largo seca las raíces del interés por el mundo y, con ellas, agosta el árbol de la ciencia. Ortega y Gasset llamaba a esto ‘barbarie’. Y no poco de bárbaros tienen los tecnócratas a cuyas andanzas nos estamos acostumbrando.

Pero la senda del futuro no va por ahí. El porvenir será de los osados: de los que se atreven a medirse con el horizonte, con esa realidad unitaria que supera los límites de las perspectivas (lícitas pero parciales) de las disciplinas particulares. Somos ya bastantes los que abogamos por abolir la dicotomía entre “las dos culturas”, por la cual “se es de letras” o “se es de ciencias”. Una escisión que tuvo su sentido en otro contexto histórico: no en el nuestro. En España o en China, el porvenir no será de los gusanos reconcentrados en su hoja ni de las ranas satisfechas en su charca. El futuro pertenece a los seres humanos que se abren al mundo. 

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Artículo propio publicado en el diario Información, 20/10/2012, p. 76. En la imagen: fotografía tomada en Castrourdiales (Cantabria) el 16/04/2011. 

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