lunes, 14 de enero de 2013

Berlusconi: de la persona al personaje

























En un hermoso CD titulado Viva l’Italia, Ana Belén incluyó una versión del tema homónimo firmado por Francesco de Gregori: «Que viva Italia: / la Italia que se despierta y no tiene miedo; / que viva Italia, / la Italia que yo quiero». También yo aprecio de corazón al país transalpino –en el que he vivido y me he sentido como en mi hogar– y a sus habitantes: pausados, frenéticos, apasionados, a veces geniales, casi siempre entrañables.

Casi siempre. Silvio Berlusconi (allí Berlusca) ha comenzado la campaña electoral arremetiendo contra Alemania y prometiendo el oro y el moro a un país que da señales de agotamiento – materializadas, por ejemplo, en el ascenso del cómico Beppe Grillo como fuerza política alternativa frente a la inoperancia de los partidos tradicionales. El problema no estriba en la demolición (en Italia, Alemania o España) de formas anquilosadas de gestionar la convivencia. Esa operación se me antoja arriesgada pero prometedora a la vez. No. El problema reside en la visibilidad social de un personaje como Silvio.

El término ‘persona’ proviene del lenguaje teatral clásico alusivo a las máscaras de los actores; de ahí su matriz relacional. La derivación ‘personaje’ remite a alguien llamativo o peculiar. Una persona de pro se puede convertir en un personaje deplorable. Y arrastrar a muchos en su deriva. Como muestra, un botón: el imperio mediático del Cavaliere, que pivota en torno a Tele Cinque, ha inoculado en Europa un modelo de televisión –plagado de reality shows y debates a voces– que troca lo banal, lo chabacano y degradante en moneda de cambio. Grave responsabilidad ante tantos jóvenes y adultos seducidos –y alienados– por el narcótico de Telecinco y otras cadenas que se han subido al carro del dinero fácil.

El miércoles se preguntaba Ezio Mauro en La Repubblica por el eco de la vuelta de Berlusconi: «¿Qué recuerdo queda en el continente de la desmesura como regla de vida política y personal? Esto es lo que paga Italia, y es por esto por lo que debe sentirse ofendida, por el daño que se le ha infligido y por el coste para su honor». Barbara Spinelli ha ido más allá. Barrunta que el Cavaliere aterriza en un escenario incierto –que ha contribuido a desestabilizar– para postularse al pueblo como hombre fuerte. Como guía y caudillo. Esa misma tarde seguí a través de internet la intervención de Berlusconi en la presentación de un libro de Bruno Vespa: una arenga aderezada por fervientes aplausos a cargo de enardecidos tifosi.

Berlusca vuelve al ring. Está dispuesto a noquear con su verborrea populista de trazo grueso. Cuánto desearíamos que abandonara su decadente disfraz de personaje, que volviera en sí y creciese hasta la estatura de persona cabal: antes de que la herida se haga más profunda y el miedo arrecie. Cuánto nos alegraríamos: por él, por nosotros y por la hermosa Italia.

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Artículo propio publicado en el diario La verdad de Alicante (19/12/2012, p. 21). En la imagen: "La caduta", por Enrico Sabatini / Nerogotico (www.flickr.com), inspirado en el cartel del film de Oliver Hirschbiegel Der Untergang (2004).

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