lunes, 22 de abril de 2013

La política y el abismo




















Cuando Edipo llega a Tebas –ciudad donde habrá de enfrentarse a su destino–, encuentra allí a la esfinge; ésta aterroriza al pueblo proponiéndole enigmas, sutiles y terribles, que los ciudadanos no saben resolver y por cuya causa mueren. Edipo se confronta con la esfinge y la vence. En su libre y magnífica versión cinematográfica de la tragedia de Sófocles, Pier Paolo Pasolini incluyó en ese pasaje una frase de su cosecha. A punto de ser arrojada al Hades de donde procede, la Esfinge le dice a Edipo que lo que pretende no tiene sentido: «Es inútil. El abismo al que me arrojas está dentro de ti».

En el último barómetro electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas, hecho público el primer miércoles de febrero, el Partido Popular acusa un desgaste que le lleva a perder nueve puntos desde las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011; el Partido Socialista apenas recupera 1,2 desde entonces. Algo más (2,38 y 2,04 puntos respectivamente) ganan en intención de voto Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia. Algunos miembros de PP y PSOE han restado importancia al sondeo; otros abogan por activar resortes que permitan mejorar su imagen pública.

Pero es inútil. El abismo al que intenta arrojar sus fantasmas esta generación de políticos está en su interior. Un admirado compañero y amigo me decía hace poco que el bipartidismo resulta inevitable como horizonte democrático. Creo que tiene razón. Pero lo que no resulta inevitable es la presencia de la generación de actores que ha convertido la política española de las últimas décadas en una pantomina, con el rebufo de corrupción y descrédito hoy a la vista.

El abismo más profundo es el interior. El Edipo de Sófocles permitió a Pasolini una relectura en clave psicoanalítica y marxista. Quizá para nosotros –en España, en Europa– esté llegando la hora de una rebelión contra los padres putativos de un sistema que da signos de agotamiento. La debacle de la actual clase política ha de servir de aviso para navegantes e inicio de un nuevo ciclo. Para ello se requiere que los ciudadanos cobremos conciencia de la impostura colectiva y que mantengamos, a la vez, la esperanza en el diálogo y en la concordia por venir.

Pero quizá la esfinge nos devuelva aún su certero aviso. Necesitamos, sí, auténticos servidores de lo público: la pregunta es si una sociedad en gran parte anestesiada por el consumismo y narcotizada por la telebasura está en condiciones de generarlos. Quizá sea inútil; quizá el abismo esté dentro de nosotros. En resolver esta cuestión, sutil y terrible, se cela el destino al que hemos de enfrentarnos.

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Artículo propio publicado en el diario La verdad, edición de Alicante (23/02/2013, p. 19). En la imagen: "Edipo y la esfinge", cáliz ático fechado en torno a 480-470 a. C., Museos Vaticanos (fotografía de Sebastià Giralt, flickr.com). 


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