Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.
La vida se declina de muchas maneras. Cada una de ellas expresa el modo en
que conjugamos nuestra relación con los demás. Y cada una nos cosecha un nombre
que dice algo de nuestra identidad. Hay personas muy agraciadas: cuando su final
aquilata lo que han llegado a ser, cuentan en su haber con muchos nombres.
Hace una semana que nos dejaste. Tu existencia ha sido una bendición y has
dejado tras de ti una estela de bendiciones. Hoy te llamamos, finalmente, por
tus nombres. Y son algunos de ellos: hija, hermana, esposa, madre, abuela,
amiga. Y también: trabajadora infatigable, cobijo para los otros, buscadora de
la paz.
Esos nombres son prenda, delicada y preciosa, de ti misma. Se suman a tantas
bendiciones que tu familia –estirpe de mujeres y hombres fuertes– nos deja como
herencia. Por eso nosotros, de este lado de la no muerte, os llamamos
bienaventurados y benditos.
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Los versos iniciales pertenecen al poemario de Pedro
Salinas La voz a ti debida (1933). En
la imagen, "Albox: flor del almendro" (fuente: www.oria.es).
2 comentarios:
Maravilloso, Pedro. Te acompaño sea quien fuere. Y te abrazo
Querida Feli: ¡Mil gracias!
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