
En la escena final de su admirable film Ordet, Carl Theodor Dreyer muestra al matrimonio protagonista en primer plano. La exangüe Inger se deja abrazar por su marido, a quien literalmente se come a besos. Ha redescubierto el don de la vida, que de nuevo se abre ante ella, grávida de promesas.
También yo me siento así, hoy 2 de septiembre. Comienza de nuevo un curso. Empieza de nuevo la vida ("La vida, sí", repite Inger, "la vida").
Hace ya meses que he descuidado mi blog. Volveré a cultivarlo a partir de ahora. Durante mi ausencia, algunas entradas se han enriquecido con nuevos retoños, como si tuvieran vida propia - y es que, en cierto sentido, la tienen. Es el caso, en particular, de la entrada que publiqué el viernes 3 de abril de este año, bajo el título "Carta abierta a Manuela: Mosterín, aborto, potencia y acto". Que haya dado lugar a un diálogo tan fructífero muestra bien la eficacia del intercambio sereno de opiniones. Es, como tantas cosas, una promesa esperanzadora.
La vida empieza de nuevo. La vida, sí: la vida.
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En la imagen: fotograma de Ordet, de Carl Theodor Dreyer (Dinamarca, 1955).
2 comentarios:
Pedro, irradias optismismo, qué gusto! Mucho ánimo,
un abrazo,
La vida, sí: TU vida.
Me alegra leerte en esta nueva entrada; mucho más positiva que la anterior. Me da la impresión de que el verano nos ha renovado y estamos listos para enfrentarnos a un nuevo un curso escolar: nuevos alumnos y compañeros, claustros, evaluaciones…
Y es que Septiembre suele llegar repleto de promesas. Espero que todas ellas vayan cumpliéndose poco a poco.
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