viernes, 4 de febrero de 2011

Un hombre cuerdo y piadoso
























Ayer tuvo lugar, en la Universidad "Cardenal Herrera" de Elche, la primera de las presentaciones de un libro excelente: la Teoría de la cordura y de los hábitos del corazón escrita por Higinio Marín (Pre-Textos, Valencia 2010). Fue una reunión de amigos que –así se me antojaba, y así lo dije– no hemos dejado de estar co-presentes los unos a los otros. Por eso se le ajustaba bien el pasaje en el que Higinio trae a colación las fiestas que Mrs. Dalloway celebraba en la novela homónima:

«Virginia Woolf narra cómo el marido y el mejor amigo de Clarissa Dalloway disculpan condescendientes su afición a celebrar fiestas. Clarissa, ofendida, se enfrenta interiormente a la pregunta sobre el sentido de tales fiestas que, según admite, le gusta organizar “sin razón alguna”. Y “lo único que Clarissa podría responder (y no cabría esperar que nadie la comprendiera) era: son una ofrenda. Allí estaba Fulano en South Kensington; Zutano en Bayswater; y otro, digamos, en Mayfair. Y Clarissa sentía muy continuamente la noción de su existencia, y sentía el deseo de reunirlos, y lo hacía”.» (Pp. 139-140)

Allí estaban Enrique en Cieza y Elche; César, en Elda, en Elche y en todas las otras localidades que le requieren por su cargo; y el propio Higinio en Valencia y en Murcia. Personas de cuya existencia siento muy a menudo la noción. La Teoría de la cordura de Higinio nos reunió ayer rodeados de amigos, como en una fiesta solemne, en torno a algunos de los hilos conductores de la reflexión filosófica sobre el ser humano. Y fue una ofrenda entrañable a la piedad y a la fraternidad.

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En la imagen: “De terugkeer van de verloren zoon”, de Rembrandt (1668, museo del Hermitage, San Petersburgo), fotografía de Dalbera (fuente: flickr.com). “Piedad es, desde luego, el sentimiento de reverencia ante los padres y lo ascendiente, pero también es piadoso el impulso a suplir su flaqueza y asistir su decadencia. En la pietas romana el origen se venera por su fuerza y su debilidad, porque de él se procede y porque, de algún modo, queda pendiente y expuesto a nuestra defensa y cuidado. En la piedad el nacimiento y la muerte, lo creciente y lo menguante se miran comprendiéndose” (Teoría de la cordura, pp. 84-85).

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