lunes, 17 de septiembre de 2012

Volver a empezar


















Florece en septiembre. Con facilidad pasa inadvertida. Es esa callada pereza que serpentea por los pensamientos enmadejados del estío agonizante, que lleva a dilatar las citas, a postergar los empeños. A remolonear con los inicios. A jugar al escondite, evitando salir a campo abierto. Continuar con lo empezado: he aquí el desafío para todos.

He demorado hasta hoy retomar este cuaderno de bitácora. No por desgana o por haberme quedado en blanco. Muy al contrario. Es constatar la pereza en el inicio colectivo lo que me entretiene. No me refiero al remolonear comprensible tras las vacaciones: nuestro país rebosa ya de actividad. Aludo a algo más profundo. Al nuevo comienzo que nuestra Europa no consigue emprender, anclada en una laguna Estigia grávida de presagios paralizantes. Cuando las sociedades no son capaces de sobreponerse a sus propios fantasmas, tejen un relato que actúa a modo de coartada para evitar responsabilizarse de la propia torpeza, de la levedad que impide coger las riendas de un nuevo inicio.

Es un equivocado relato colectivo el que convierte a los países europeos en rehenes del ajuste financiero y de las veleidades de los mercados, hasta el punto de dejar la política a merced de poderes fácticos no democráticos, de parlamentos no elegidos; es un relato miope el que entroniza la hipócrita retórica del rescate bancario a la categoría de fatalidad cósmica, escamoteando el sano ejercicio de la justicia; el que enrarece el aire inoculando en no pocos ciudadadanos ilusiones separatistas, conducentes a pequeños Estados de arriesgada viabilidad en una Europa que será unida o no será; el relato cizañero que con pasmosa facilidad –basta una necia filmación en internet– desata la violencia internacional de unos fanáticos que de religión nada saben.

Frente a la impostura de esos relatos colectivos, la pereza se convierte en un riesgo tentador: cruzarse de brazos, refugiarse en el dato interpretado como destino inapelable. Ésta es la deriva que conduce al aislamiento, a la insolidaridad. Un puerto de montaña requiere sacar fuerzas de flaqueza, redoblar el empeño común, no dejar morir la esperanza. No existe depósito financiero ni reserva que pueda salvar a una civilización: el viaje es tan largo –decía Kafka– que ninguna provisión nos durará lo suficiente. Pero podemos salir adelante proveyendo unos a otros, tendiéndonos la mano. La humanidad requiere esto de nosotros. Y la encrucijada histórica nos ofrece así una ocasión única, que no debemos dejar pasar de largo: la oportunidad de volver a empezar.

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En la imagen: paisaje del puerto de Pajares (fotografía propia, 22/06/2012). La frase de Franz Kafka proviene de su obra La partida. En ella, el protagonista se excusa ante un criado por partir sin provisiones: «No las necesito... el viaje es tan largo que me moriré de hambre si no me dan nada en el camino. Ninguna provisión me puede salvar. Es, por fortuna, un viaje verdaderamente inmenso».

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