martes, 6 de mayo de 2014

Mayo, mes de Europa (1 de 7): La elipse europea





















Hace cien años arrancó la primera guerra mundial; hace veinticinco empezó a ser desmantelada la cristalización política más visible de la guerra fría. Entre 1914 y 1989 transcurre una dramática elipse temporal: lo que Hobsbawn calificó como el siglo más corto. Resulta difícil representarnos el paisaje de la Europa prebélica. Las técnicas aupadas por la Revolución industrial habían tendido redes de ferrocarril, tranvía y teléfono, renovado la iluminación y el trazado urbanos, higienizado calles y domicilios. La física cuántica afrontaba el mundo subatómico; el paradigma evolucionista permeaba ya la biología y la genética; el método psicoanalítico ensayaba un abordaje inédito a las honduras de la psique.

Mientras la tecnociencia proseguía su asombrosa marcha, los artistas reivindicaban para la época su arte y para ellos mismos su libertad; el continente brindó el escenario a vanguardias dispares que trajeron consigo una edad de oro en la pintura, la arquitectura o la música. En literatura se llevó a cabo algunos de los experimentos más chocantes y fueron redactadas algunas de las obras más sublimes. La filosofía desplegaba plurales matices en el arco que va desde el neopositivismo lógico hasta el movimiento fenomenológico y sus epígonos.

No era intachable esa Europa de los albores de siglo. Cobijaba profundas desigualdades entre clases sociales, entre hombre y mujer, adultos y niños; albergaba un vergonzoso elitismo en la toma de decisiones; nutría moldes políticos ya sentenciados por la Historia. Pero exhibía un nervio social y cultural que auguraba horizontes de paz y desarrollo. A pies juntillas lo creyeron tirios y troyanos, obnubilados por la fe en un progreso moral de la Humanidad que era trasunto de los imparables avances técnicos del XIX.

El estallido de la Gran Guerra supuso, por eso, una conmoción sin precedentes. En su soberbia autobiografía El mundo de ayer, Stephan Zweig rememoró los horrores de esa primera orgía mundial de la infamia. A bordo de un convoy militar escuchó a un anciano sacerdote pronunciar palabras que resumían la indignación y la vergüenza: «Tengo sesenta y siete años y he visto muchas cosas. Pero nunca habría creído posible semejante crimen contra la humanidad». Cien años después, a nosotros concierne no dejar perecer la memoria.

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Artículo propio publicado en el diario Levante de Valencia (09/01/2014). En la imagen: detalle del Guernica de Pablo Picasso, óleo sobre lienzo fechado en 1937 (Museo Reina Sofía, Madrid). 



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