En sus cartas a Lucilio, Séneca acuñó la hermosa expresión de un ideal: «Sea
ésta la regla de nuestra vida: decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. En
suma, que la palabra vaya de acuerdo con los hechos». Más de catorce siglos
después y en su obra El príncipe, Maquiavelo imprimía una vuelta de
tuerca a esa regla: puesto que los hombres no suelen cumplir su palabra, el
gobernante podrá contradecirla si eso le beneficia.
Una política errática
ha conducido al sistema educativo a una emergencia social; de ella forma parte
relevante la asignatura de Filosofía. Acreditada por una historia milenaria, la
reflexión filosófica ha contribuido de manera eminente a la formación de
millones de personas; y si es cierto que todos, antes o después, nos planteamos
preguntas de cariz filosófico, también lo es que hacerlo trasluce lo más propio
del homo sapiens. La filosofía es
escuela de reflexión, es servicio en orden a la libertad; así lo ha reconocido
la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), que le ha reconocido un papel fundamental en los sistemas
educativos de todo el mundo.
Mi experiencia
personal me convierte en deudor de esa historia y de ese servicio, al cual he
querido dedicarme. Poder hacerlo en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación de la Universitat de València es un honor. Constatar la entrega de
los profesores y las profesoras, la implicación de los y las estudiantes, el
modo en que todos –docentes y discentes, personal de administración y
servicios– contribuyen al objetivo común, es para mí un espectáculo magnífico y
edificante por el que me siento muy agradecido. Observar el entusiasmo por la
filosofía que han sabido prender en los jóvenes sus profesores y profesoras en
ESO y Bachillerato, comprobar el excelente trabajo que han llevado a cabo con
ellos, hace que tomar parte en esta gozosa cadena educativa constituya para mí
un membrete de orgullo.
El pasado 16 de abril,
la comisión de Educación de las Cortes valencianas aprobó por unanimidad una
Proposición No de Ley en la que se urgía a la Conselleria a reformar el
currículo para que la Filosofía sea obligatoria en cuarto curso de ESO y se
introduzca la Historia de la Filosofía en segundo de Bachillerato. Con dicha
medida, promovida por el diputado de Podemos Antonio Estañ, se combatiría
eficazmente la insensata defenestración de las asignaturas filosóficas obrada
por la LOMCE.
Al día siguiente, el
conseller Vicent Marzà anunciaba que la Conselleria estaba trabajando en un
nuevo decreto de currículo de Secundaria por cuyo medio se podría “blindar los
conocimientos en Bachillerato”, teniendo en cuenta que “una de las
reivindicaciones que se hacen desde hace mucho tiempo es el caso de la
Filosofía”. Fuimos muchos los que sentimos un íntimo orgullo por trabajar en la
Comunitat valenciana –mi querida tierra de adopción–, que daba tal espaldarazo
a la presencia de la filosofía en el sistema educativo.
Todo eso ha quedado en
agua de borrajas. A instancias de la Asamblea de Profesores de Filosofía de la
Comunitat, la Secretaría Autonómica de Educación, dirigida por Miguel Soler, ha
informado –y así lo ha recogido este diario– de que la reforma del currículum
no está ni de lejos lista (pese a que se ha contado con más de dos meses para
trabajar en ella). No entrará en vigor, en su caso, hasta el año académico
2018-2019. Y, sin embargo, el director general de Política Educativa, Jaume
Fullana, había comunicado a la Asamblea que el nuevo decreto –en el que se
decía trabajar desde julio de 2016– estaba ya listo y que “incluía la
obligatoriedad para todos los alumnos de la Filosofía en 4º de ESO (ahora es
optativa) y la Historia de la Filosofía como específica de obligatoria elección
en 2º de Bachillerato” (Levante,
31/05).
¿Qué está sucediendo?
¿Cuáles son los objetivos que subyacen a este cambio de estrategia, que
contradice tan a las claras la palabra dada? Sean cuales fueren, no se
compadecen con la transparencia que buscamos los que hemos votado a un gobierno
progresista. Envían un perturbador mensaje a los ciudadanos: poco importa
atenerse a lo prometido cuando se dispone de las herramientas del poder. Y
sientan un peligroso precedente para la política del Gobierno valenciano, un
precedente que nos retrotrae a épocas pasadas – ésas que se pretendía haber
superado a favor de la transparencia.
Espero y deseo que los
implicados tengan el sentido común preciso para rectificar. Hacerlo es de
sabios y les dignificará. Lo espero por el bien de los y las estudiantes en
nuestra Comunitat: la filosofía es escuela de reflexión y de libertad, ambas
tan necesarias en un entorno global que plantea desafíos históricos. Lo espero
por el futuro de nuestro sistema educativo, que requiere de pactos unánimes
como el adoptado por la comisión de Educación de Les Corts. Lo espero por la
salud de nuestras instituciones políticas, en cuya renovación democrática hemos
puesto tantas esperanzas.
En la encrucijada
entre Séneca y Maquiavelo, el consejero de Educación se halla frente a un
espejo. De su compromiso político depende la imagen que acabe por reflejarse en
él y que terminará mostrándonos. Esa imagen valdrá más que las muchas palabras.
Los que nos sentamos en la escuela de la filosofía –donde todos somos siempre
estudiantes– mantendremos nuestro compromiso con la reflexión y la libertad.
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Artículo propio publicado el 08/06/2017 en el diario Levante (p. 3). En la imagen, "La muerte de Séneca", obra pintada en 1871 por Manuel Domínguez Sánchez (Museo del Prado).
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