miércoles, 3 de enero de 2018

Almas ausentes, almas presentes

















Hace casi siete años –el 9 de marzo de 2011– publiqué en este blog una entrada con el mismo título. En ella me refería a una persona especial: “Alguien de quien bien se podría predicar lo que García Lorca canta en la sección conclusiva de su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías ('Alma ausente'):

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.”

Era mi tío José, fallecido hacía muy poco. El pasado día 26 nos dejó su esposa. Y vuelven a tener sentido esas palabras del poeta. Era Marina una andaluza clara, que se aventuró a compartir la vida con su indómito José; una persona adornada por la elegancia que sólo el bien –un corazón y una mente sinceros, sin doblez– puede conferir. 

El viento que arreció la mañana de su sepultura ha dado paso a una brisa triste; en su Andalucía, un olivo llama a otro con añoranza de una generación. Somos afortunados por haber asistido al germinar de una estirpe de mujeres y hombres a la que tú perteneces, Marina. Vuestro recuerdo no enmudece. Y ¡cuánto nos alegra que nos hayáis honrado con vuestra existencia!

__________
En la imagen: Monje a la orilla del mar, de Caspar David Friedrich (Pommersches Landesmuseum, Greifswald).

No hay comentarios: