martes, 4 de marzo de 2008

Debatir en un espejismo



Entramos en la semana previa a las elecciones generales en España. Ayer fue retransmitido por televisión y radio el segundo de los debates previstos entre los candidatos que los partidos mayoritarios presentan a la presidencia. No es que yo considere que este tipo de debates no sirven para nada: al contrario, poseen incluso un no desdeñable interés para el análisis político. Sin embargo, no puedo evitar pensar que son un espejismo – un escaparate en el que se refleja una cierta interpretación de la realidad (la de los dos partidos mayoritarios), con un objetivo estratégico (convencer a los indecisos) y herramientas precisas (no sólo datos y argumentos, sino también seducción retórica). Debatir e intercambiar opiniones forma parte de la esencia de nuestra tradición cultural; con ello se persigue la verdad de las cosas y el interés común. Ahora bien, ¿realmente se debatió ayer (o el lunes pasado)? ¿Hubo un sincero intercambio de ideas? ¿No se trató más bien de discursos paralelos, que apenas se rozaban, o que sólo lo hacían para sustraer monición al enemigo? Y, muy especialmente en el caso de Rodríguez Zapatero, ¿no estaba inclinada la balanza del lado de la retórica, de la seducción huera, de la ausencia de argumento…? El espectáculo de ambos partidos, arrogándose una incontestable victoria apenas concluido el debate, producía vergüenza ajena. Con esos mimbres no resulta posible establecer una auténtica comunidad comunicativa, ni abrir espacios a lo público. Más bien al contrario: se compartimenta la política en espacios tribales, con el resultado de que se dificulta el consenso y se aleja a los ciudadanos de la cosa pública. ‘Diálogo’ y ‘consenso’ son términos fundamentales en democracia; precisamente por eso resulta tan grave el vaciamiento de contenido que han sufrido esos conceptos durante la última legislatura. La erosión de las instituciones políticas –que no constituye un fenómeno reciente, pero que en España ha avanzado con rapidez– alcanza tales cotas que ningún resultado electoral, sea el que sea, servirá para paliarla. Tengo claro a quién orientaré mi voto el 9 de marzo, pero no se me oculta que la mía no será más que una opción por el mal menor. El mal mayor –la corrupción de la vida política y, por ende, de la convivencia– no se resolverá en las urnas. Sólo comenzará a remitir cuando la sociedad civil se haga cargo de la responsabilidad, cuando las personas y las agrupaciones se pongan de acuerdo para buscar sincera y activamente el bien en los asuntos de interés común. Cuando los ciudadanos asuman, en primera persona, el reto de construir el espacio público: a diario, y no una vez cada cuatro años.

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En la imagen: José Luis Rodríguez Zapatero, Olga Viza (moderadora) y Mariano Rajoy en el inicio del debate transmitido el 03/03/2008. Fuente: http://www.flickr.com.

3 comentarios:

Ángel dijo...

PedroJota publicando en martes... y yo que creía que la comunidad bloguera podía sincronizar sus entradas a partir de las tuyas. Qué decepción.

Resulta muy interesante todo lo que dices, sobre todo porque yo pensé ayer exactamente lo mismo. Palabrería, vaciedad. Ha(n) desprovisto de contenido el discurso político. Se apela a la retórica visceral, dirigida a los intersticios intestinales, que es, por lo visto, el órgano encargado del pensamiento en esta sociedad sentimental y merengada.

bfumdr, que es la clave de aquí abajo. No se me ocurre nada mejor para despedirme.

Anónimo dijo...

De acuerdo contigo en todo pero ¿te has dado cuenta de la foto?
Yo ha Zapatero lo veo como que está verde y con una sonrisa que mas bién es una mueca y a Olga....bueno, Olga es la muñeca Gisela con gafas ¡que Dios me perdone!

Leo García-Jiménez dijo...

Comenté en mi blog algo parecido sobre la ausencia de debate... Y todo el mundo está de acuerdo con esto! Es terrible el descrédito que padece la clase política... Sobre la orientación del voto, tengo claro quién no quiero que gane. Y poco más.

Valor y al toro!