lunes, 22 de septiembre de 2008

Microcosmos




Lo que son las cosas. He estado un mes danzando por el globo terráqueo (desde España hasta Alemania, y de allí a Chile y vuelta) y no me ha pasado nada. Si uno lo piensa detenidamente, resulta harto improbable seguir vivo e ileso en un modelo de vida tan agitado como el nuestro: tantos son, diariamente, los riesgos para la integridad (en todos los sentidos) y tan vulnerable nuestro cuerpo y nuestra salud.

El caso es que, tras volver de dar tumbos, he enfermado. Sólo un resfriado, pero tan intenso que basta para hacer de uno un pseudo-zombi mientras no termina de curarse. Y ha coincidido, justamente, con mi primera visita a mis padres. Tan convencido estoy de la unidad de nuestro sistema psicofísico, que no puedo resistirme a entrever una lógica en este proceso.

Y es que tenemos una capacidad extraordinaria de "sacar fuerzas de flaqueza" mientras resulta preciso. El nivel de actividad, y la consciencia -explícita o no- de que no podemos permitirnos el lujo de enfermar, nos hace a menudo inasequibles a la debilidad. Según creo, sucede así, particularmente, con los padres de familia. Porque si no se ocupan ellos de sus hijos, ¿quién lo va a hacer...? Así que siguen adelante, sin preocuparse demasiado de sí mismos. Pero cuando estamos a salvo, cuando nos sentimos resguardados y seguros, entonces es posible que bajemos la guardia. Y entonces emerge -"se actualiza"- el cansancio contenido. Y se abren los resquicios por los que penetra más fácilmente la enfermedad.

Por supuesto, en el ser humano se da también el camino inverso: del estado fisiológico al "tono vital" y a las condiciones psicológicas. Somos un sistema de niveles heterogéneos. Un microcosmos. Y tan asombrosa resulta su diferencia como estupor suscita su unidad.

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En la imagen: fotografía de Fernando D. Ramírez (fuente: www.flickr.com).

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