miércoles, 9 de septiembre de 2009

El descubrimiento de la novedad




El pasado fin de semana fue muy hermoso. Desde varios rincones de España nos reunimos en Córdoba para asistir a la boda de Nacho y Ana. ¡Cuánto nos alegramos de estar con ellos! Y, por si fuera poco, pudimos disfrutar de algunas horas de turismo, en compañía inmejorable.

La mezquita-catedral de Córdoba proporciona una excusa más que suficiente para que la ciudad sea patrimonio cultural de la Humanidad. Tuvimos oportunidad de identificar las distintas fases de la construcción, con las sucesivas ampliaciones de su famoso “bosque de columnas” rematadas por policromados arcos superpuestos. No resultaba difícil imaginarse la mezquita tal y como debía haber sido durante sus primeros siglos: un espacio amplísimo, recorrido por hileras de columnas equidistantes, diáfano y solemne.

La conquista de la ciudad por parte de Fernando III (1236) tuvo que suponer un considerable quebradero de cabeza para los responsables del culto: ¿qué hacer con aquella obra impresionante? El modus operandi propio de la época (y el resentimiento hacia unos invasores que habían ocupado la ciudad durante más de cuatro centurias) aconsejaba quizá destruir el símbolo de la ocupación; la belleza del recinto, y la obligación que la captación de ese valor trae consigo, movía a respetarlo. Se optó por una vía innovadora: conservar el monumento, adaptándolo al culto cristiano. Y así se hizo. La aportación de mayor envergadura tendría lugar en el siglo XVI, de la mano del arquitecto Hernán Ruiz y de su hijo; bajo su dirección se incrustó en el interior de la mezquita una catedral renacentista que no tendría nada que envidiar a los grandes templos de Occidente.

El resultado es una combinación asombrosa de estilos, en cuyas junturas se aprecia el esfuerzo por hallar soluciones técnicas que permitiesen articular esa unión casi increíble. Es cierto que se sacrificó parte del recinto, pérdida que Carlos V habría reprochado con frase lapidaria (“habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se ve en todas partes”). Sin embargo, esa solución impidió definitivamente la decadencia del edificio musulmán. Y el producto ha terminado por constituir una unidad fascinante.

Mientras contemplaba tal prodigio arquitectónico no pude evitar hacerme algunas preguntas. En particular, me venían a la mente dos nociones que siguen ocupando un papel inmerecido en la forma mentis de muchos contemporáneos: ‘conservador’ y ‘progresista’. ¿A qué se refieren, en realidad? ¿Es conservar conservador, y cambiar progresista? Más aún: ¿qué es mejor en cada caso...? ¿No se trata de dos etiquetas semánticas volubles, cuyo sentido depende absolutamente del contexto en el que aparezcan? Basta con observar los usos políticos en las épocas de transición –por ejemplo, en los años que siguieron a la caída del muro de Berlín, o durante la época Yeltsin en Rusia– para comprobar que el campo semántico de esos términos se puede desplazar con facilidad.

Descubrir lo valioso en la historia –y en la propia existencia personal– es algo mucho más profundo. No bastan las etiquetas. Hay que mirar más lejos. Más allá de los tópicos está la precisa estatura de las personas y de sus ideas, el estancamiento de las sociedades o su apertura a novedades edificantes. Es necesario aprender a mirar, a reconocer, a descubrir.

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En la imagen: “Contraste”, detalle del interior de la mezquita-catedral de Córdoba, por SantiMB (fuente: flickr.com).

1 comentario:

Avelino dijo...

Hola Pedro Jesús, descubrir tu página web ha sido muy enriquecedor y explorarla como un viaje fascinante. Con la cantidad de información que hay en Internet no es fácil encontrar una web que transmita tanto conocimiento (para mí sabiduría) como el que irradia la tuya. Y aquí estoy, contestando a tu última entrada.
Tienes mucha razón cuando dices que ser conservador o progresista hoy en día no tiene sentido, pues depende del contexto en el que se apliquen. Pero lo que sí es cierto es que siempre se utliza el término 'conservador' de forma peyorativa, como insulto, por parte de cierto sector que se autodenomina 'progresista'. Y siempre aludiendo a que ser conservador es ser una persona anclada en el pasado, retrógrada, etc; incluso lo relacionan con ser facha, de derechas etc. Supongo que es mejor ser progre, porque así eres guay, feminista, ecologista, abortista, etc. Y aquí es cuando me indigno: progresista es destruir la vida de seres humanos, y no conservarla. ¿Es que no han vista la película 'JUNO'? Un verdadero canto a la vida, una lección para todos los jóvenes de hoy en día. Pero claro es más progre-guay regalar desde un Ministerio (y esto es el colmo) panfletos de cómo disfrutar del sexo, de como abortar a los 16 años sin que lo sepan los padres, cómo encontrart tu punto G, ... O sea que yo intentando educar a mis hijos en valores, en el respeto hacia el prójimo, hacia la vida, para que este Gobierno le entregue panfletos para que vivan como quieran, disfruten del sexo sin ningún pudor y se acuesten con quienes quieran y cuantas veces deseen.Claro, y luego que aborten no vaya a ser que destrocen su vida engendrando a un ser vivo o a un alien (de 14 semanas) y les destroce la vida. Que indigno y que desgracia. Que tengamos que asistir a esta crueldad del aborto, que cada año termina con la vida de millones de gestantes mediante los métodos más ensañados. Como dice el escritor Juan Manuel de Prada en un artículo de la revista- suplemento XL Semanal: “El crimen del aborto arroja ante nuestros ojos la pesadilla de una sociedad saturnal que devora a sus hijos”.
Pues a esto es a lo que vamos a llegar como no se remedie cuanto antes. Reitero mi enhorabuena por tu web, es necesaria. Hasta pronto.
P.D.: Gracias por tus clases, tus apuntes magistrales, tus recomendaciones, tus comentarios.