jueves, 4 de febrero de 2010

La plegaria de Rodríguez Zapatero



La intervención de José Luis Rodríguez Zapatero en el Desayuno Nacional de Oración, en Washington, me suscitaba no poca curiosidad. Así que he navegado por la web, en busca de la versión íntegra del discurso, y me he encontrado –a pocos minutos del final del acto– con un video puntualmente colgado en internet por C-Span Video Library, al que se puede acceder desde esta entrada.

Resulta bastante interesante seguir el cronograma del acto y la índole de los discursos que lo han compuesto. La intervención de Rodríguez Zapatero, que tuvo lugar a escasos veinte minutos de la llegada del presidente Obama, ha sido precedida por un breve elogio pronunciado por una política estadounidense. Mientras él hojeaba –con aparente inquietud– los folios de su discurso, la consorte Obama le ha dirigido una mirada cariñosa, acompañada por unas palmadas en la espalda para infundirle ánimo. La referencia de la presentadora a la amplia presencia femenina existente en el gobierno de España ha arrancado los aplausos del público, que con toda caballerosidad se ha puesto en pie para acoger la llegada del orador a su sede. Con una carcajada general han acogido la sonrisa, cual la de colegial pillado en una situación embarazosa, a la que ha seguido el anuncio de que iba a hablar en castellano.

De forma clásica ha comenzado Rodríguez Zapatero su alocución: con el elogio –captatio benevolentiae– de la democracia estadounidense, pronunciado por boca del presidente “de una de las naciones más antiguas de la Tierra” (sorprende, a este punto, su orgullosa recuperación del término ‘nación’, que cuestionara hace no tanto), país al que se ha referido –en una sentencia demasiado aventurada– como “la más multicultural de las tierras de Europa”, fruto de la fecundación de numerosas culturas, pero “cristiana, sobre todo cristiana”.

El pasaje del Deuteronomio (24, 14-15a) en el que se hace referencia al trato que se debe dar al necesitado le ha servido para enlazar con la preocupación por los inmigrantes, las víctimas de la miseria y los desempleados. Ha presentado entonces su plegaria: por la libertad para buscar el bien y la verdad, compartir la vida con la persona amada, crear y cuidar el entorno familiar. La libertad –ha repetido en Washington– “nos hace verdaderos”, es la “verdad cívica”. El enlace entre la inversión del dicho evangélico con el membrete “autonomía moral” y su desconexión respecto de la verdad –que suscita serias perplejidades éticas– no habrá pasado desapercibido al selecto público.

Rodríguez Zapatero ha dedicado la última sección del discurso a aquello que de él se esperaba: la defensa de la alianza de civilizaciones frente al fundamentalismo –que utiliza espuriamente la fe religiosa–, la violencia y la exclusión. La tolerancia “es mucho más que la aceptación del otro. Es el descubrir, conocer y reconocer al otro (…) El odio nace de la ignorancia y la concordia se construye sobre el conocimiento; también la paz”. Ha concluido con un alegato por la libertad: “Ya sea con una dimensión trascendente o cívica, la libertad es siempre el fundamento de la esperanza”. La libertad, por la que se debe y se puede –recogiendo las palabras del Quijote– aventurar la vida, “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Se trata de la declaración de intenciones del presidente de un país –de un gran país, se apostillaba en la presentación– en un entorno que la hace aún más digna de ser escuchada. Con atención la he escuchado. Y mi plegaria es ésta: que Rodríguez Zapatero haga suyas las palabras pronunciadas en Washington.

La paz se construye sobre la aceptación del otro, sobre una acogida que no está basada en la mera tolerancia fáctica sino en el conocimiento y la apertura. ¡Cuánto desearíamos que ese elevado ideal se encarnase en la política española! Y ¡cuántos esfuerzos se han derrochado en conflictos fratricidas! La partitocracia española ha derivado en una hosca pelea de gallos alimentada por la demagogia. Y la errada estrategia de los actuales dirigentes socialistas –que han tendido a cerrar las puertas del diálogo en asuntos sociales de grave importancia– ha contribuido no poco a todo ello. La desatención a los auténticos desafíos de nuestra sociedad –muy en particular, la educación de nuestros jóvenes, la protección de la vida humana en todos sus estadios y el avance científico– ha traído consigo consecuencias que estamos pagando en el ámbito social y económico.

Quiero creer que las palabras de Zapatero tendrán su reflejo en la política doméstica. Que no han de convertirse en fósil de una especie que no prosperó, ni en la ocurrencia de una mañana de café y pastas que pronto se olvida.

3 comentarios:

Leo García-Jiménez dijo...

Pedro!!!! Venga, quizá el cinismo de Zapatero no es tan pronunciado como creemos, aunque lo veo difícil.

Me ha encantado el post, gracias mil!

un abrazo

Anónimo dijo...

Uno de los aspectos curiosos del discurso es que hace mención al Quijote, un libro tan maltratado en los últimos 25 años de diversos y nefastos planes de estudios.Otro aspecto curioso es que hace mención a un pasaje de Biblia,el libro al que hay que maltratar por definición.Discursos como éstos ya se han pronunciado en épocas siempre bastante desquiciadas.

Anónimo dijo...

Yo no voy a injuriar a Zapatero, sólo voy a decir que se ha valido de La Sagrada Biblia para su instrumentación política, ¡y eso es muy serio!
¿Sus asesores se habrán dado cuenta de que el Deuteronomio tiene citas como estas? Por ejemplo: Dt,6,4-5.
Y esta otra: Dt,5,19. ¿¿¿????
Idem: Dt,5,17.
Claro que esto en política no sirve para nada, ¡y la política está por encima de todo!. ¿Cómo iba a decir esto Zapatero después del horrendo HOMICIDIO que se está cometiendo en España con el aborto? (Y con su beneplácito)
Sinceramente: Creo que todos teníamos que dejar de bla, bla, bla... y poner nuestro granito de arena. España lo está pidiendo a gritos.