viernes, 11 de noviembre de 2011

Elecciones generales en España (2 de 3): pido la voz












No entiendo el cainismo político. Se me oculta la razón por la cual mis opciones habrían de estar construidas sobre la descalificación a priori de las opiniones ajenas. Aunque, mientras escribo estas líneas, reconozco que esa razón no me resulta del todo oscura: se trata de la voluntad de supervivencia, del deseo de ser, de ser más – que se yergue, sobre todo, cuando no nos sentimos seguros de nosotros mismos y de nuestras opiniones. Entonces caemos en el engaño de cercenar aquello que pone en tela de juicio nuestros vacilantes puntos de vista.

Dicho esto, va de suyo que considero legítimas todas las opciones políticas que se encuentren fundamentadas en argumentos racionales – y que, por lo tanto, creen las condiciones que posibiliten el debate racional y la toma de decisiones razonables. Opciones que retroalimenten la democracia y la hagan más fuerte, más capaz de responder a los desafíos que la convivencia presenta en cada época y contexto sociocultural. La organización democrática no constituye ninguna panacea para los interrogantes de la existencia; ahora bien, facilita un contexto adecuado para convivir e intentar afrontarlos.

Lo anterior significa que cualquiera de los partidos políticos que concurren a las próximas elecciones generales en España me parece una opción posible. Con alguna salvedad. Yo ya he votado –por correo– y he podido constatar la pobreza de la nómina de agrupaciones que participan en los comicios: varias de ellas, ligadas a objetivos muy parciales, que difícilmente pueden responder a los desafíos globales que se nos presentan. Por otra parte, el PSOE atraviesa una grave crisis de legitimidad. En este contexto, pocas opciones realistas hay. Una de ellas, sin duda, es el Partido Popular. La preparación de muchos de sus dirigentes y bastantes de los puntos que han especificado en su programa ofrecen perspectivas de cambio que resultan necesarias y deseables.

Por lo que a mí respecta, a la hora de votar he sopesado tanto los programas como la orientación general que considero necesaria en esta hora tan grave de nuestra historia política. Desconfío de las mayorías absolutas (a menos que se den entre partidos con pluralidad interna, real y efectiva, como sucede en Estados Unidos); por otra parte, mi sensibilidad política me acerca más a la socialdemocracia que al liberalismo – y esto, por motivos que tienen que ver con la relevancia que atribuyo a la solidaridad regional e internacional, a la regulación financiera y laboral o al papel de la educación pública. De ahí que haya depositado mi confianza en la Unión Progreso y Democracia liderada por Rosa Díez.

Me gusta su apuesta por la solidaridad entre las regiones y la racionalización del Estado autonómico, su intención de reformar la ley electoral para eliminar la ya absurda desigualdad que fomentan los mecanismos actuales, la vocación profundamente europeísta de su política exterior y la crítica sin ambages a nuestros recientes socios dictatoriales, la voluntad de buscar consensos razonables en torno a lo esencial y de evitar disputas estériles. He meditado sobre la actitud de UPyD ante el aborto: espero que, lejos de abandonarse a corrientes internas extremas, Rosa Díez se reafirme en la postura que adoptó en el Parlamento español en contra de la banalización del que es un auténtico drama existencial. He tenido en cuenta las reflexiones de personas, a las que admiro y aprecio, sobre los procesos internos en el partido. He pensado en la posible (ir)relevancia parlamentaria de mi voto. Y he votado en conciencia.

¿Se terminó? No. Queda todo por hacer. El compromiso político no se agota en el voto. Más bien comienza con él: como si de un símbolo se tratase, una muestra de que estamos dispuestos a trabajar por el bien común. En realidad, todo depende de nosotros. ¡Si sólo nos convenciéramos de esto! Actuaríamos con un gran sentido de la responsabilidad colectiva y nuestra sociedad se transformaría desde dentro. Desde dentro y no desde arriba: en comprender esto estriba el sentido de la democracia.

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En la imagen: cartel publicitario de UPyD, en fotografía de Chesi - Fotos CC (fuente: www.flickr.com).

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