lunes, 28 de mayo de 2012

A vueltas con el rompecabezas europeo: sobre cómicos, piratas y utopías
















El pasado viernes 11 regresaba de mi conferencia sobre el Círculo de Viena en el querido centro cultural “Gloria Fuertes” de Barajas. El tren es un remanso confortable, un espacio de libertad clausurado frente a los envites del apresuramiento; me viene siempre de perilla. Esta vez me brindaba la oportunidad de revisar en la prensa internacional los resultados de la jornada electoral a cuatro bandas que tuvo lugar el domingo 6 de mayo.

Si existe o no una oleada anti-política europea es el asunto que me interroga. A bote pronto, los escrutinios parecen confirmarlo. Sobre una media del 10% se sitúa el consenso de los votantes que han optado en Francia por el Frente nacional de Marie Le Pen o por la Aurora Dorada de Mikos Mijaloliakos en Grecia: partidos de estética e ideología inquietantes, en las que resuena el estremecedor aldabonazo de la hora europea más sombría. Considerar políticas a esas corrientes sería demasiado halagador para ellas: se trata más bien de marejadas de fanatismo que corroen la política auténtica, ésa que aspira a lograr la unidad en la prosecución del bien común.

Italia y Alemania ofrecen la otra cara de la moneda. El cómico italiano Beppo Grillo ha conseguido catalizar el descontento de una franja del electorado a la que la farándula berlusconiana había llevado al paroxismo de la indignación; sin embargo, lejos de deslizarse por la pendiente del populismo, los grillini ofrecen programas con propuestas concretas que les han catapultado a una posición clave en el engranaje de no pocos ayuntamientos. Algo parecido –aunque sin la sombra del “hombre cualquiera” de Giannini– ha sucedido en la federación alemana de Schleswig-Holstein. Los sedicentes piratas capitaneados por Torsten Schmidt, de 23 años, han proseguido un abordaje con el que ya habían logrado resultados notables en Berlín y Saarland: el de las instituciones teutonas, cuyas bisagras se resienten a golpe de un cierto inmovilismo provocado más por la incertidumbre global respecto de la salida de la crisis que por cuestiones específicas de la política alemana.

A pesar de la indefinición de su horizonte ideológico y del diletantismo de sus dirigentes –piedras de tropiezo de su viabilidad, que percibo en sus dichos y hechos–, simpatizo profundamente con corrientes como éstas. Y es que dejan entrar una bocanada de aire fresco en la enrarecida tramoya de las partitocracias europeas. Nos recuerdan lo que la política es antes que nada: res publica, compromiso al que no podemos sustraernos sin erosionar la casa común.

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En la imagen: “Angel of Berlin (Victory Column / Siegessäule)”, por Werner Kunz (fuente: flickr.com).

1 comentario:

Juan Francisco dijo...

La verdad es que la construcción europea se ha convertido en una rémora.
Para mi asombro, la izquierda piji-progre y perro-flauta, y los indocumentados que la siguen, miles de jóvenes víctimas de un sistema educativo lamentable, que tienen título pero no han leído un libro, ahora cuelgan en redes sociales vídeos de Nigel Farage, conocido euroescéptico, muy de derechas.
La burocracia ha conseguido hacer inviable un proyecto europeo que se basa en la nada, y que al tiempo somete con puño de hierro a los estados, y trabaja en un oscurantismo desolador, con una organización cada vez más antidemocrática.
En una cosa coincido con Farage, para ser un protectorado de Alemania, no hacia falta esto.
Yo voté en contra de la Constitución Europea y del nefasto Tratado de Roma. Después ha venido el de Lisboa que sigue en la misma línea: poder de la comisión y mucha burocracia.
Me temo que el sueño europeo se está convirtiendo en pesadilla.