jueves, 7 de junio de 2012

Los sistemas de control del neocapitalismo (1 de 3)















"¿Progreso? ¿Qué es para ti el progreso? No lo habrá mientras no tengamos fiesta de camisetas mojadas en el pueblo". Escuché este parlamento, que ahora reproduzco más o menos como lo oí, en un film a bordo del tren que me llevaba el domingo pasado a una nueva estancia filosófica en mi querido Madrid. Una frase que ni pintada para simbolizar el estado de cosas al que le estoy dando vueltas estos días.
La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. (...) Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no implica libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienación.

Esta reflexión enhebra el hilo conductor de un texto que vio la luz hace casi medio siglo: One-Dimensional Man, de Herbert Marcuse. En las sociedades del neocapitalismo global, las formas de control a las que aludía Marcuse no han hecho más que agudizarse. Nuestras democracias se van conviertiendo en grandes superficies comerciales y abandonando el horizonte político.

Fijémonos en cierto sector de las quejas contra los recortes. No hablo, claro está, de las personas situadas en los márgenes económicos, de las que empiezan a deslizarse por pendientes dramáticas o de las que se preocupan por ellas. Me refiero a cierta burguesía obnubilada por el espejismo del dinero fácil, del crédito a mansalva y del consumo desbocado, la misma que ahora niega tener responsabilidad alguna en el despropósito colectivo. Me da la impresión de que algunos (¿muchos?) no están inquietos porque nuestro tren de vida genere conductas -gasto por encima de las propias posibilidades, consumo desenfrenado, olvido del valor auténtico de los bienes...- que descoyuntan las articulaciones morales de la convivencia. Deploran la coyuntura porque esos recortes, excrecencia inesperada de nuestro club de nuevos ricos, nos impiden mantener el statu quo. No les culpo. Lo que me interesa es el horizonte vital que eso denota.

Ciertas (no-) reacciones manifiestan hasta qué punto los resortes del neocapitalismo han prendido hasta generar necesidades artificiales que forjan los hierros de una jaula no por invisible menos sólida. Los rehenes del engranaje imploran -prestidigitación admirable del sistema- para que la jaula siga como hasta ahora: tanto más cómoda y peligrosa cuanto menos llamativa.

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En la imagen: detalle de la estatua ecuestre de Carlos III emplazada en la Puerta del Sol, realizada por Miguel Ángel Rodríguez y Eduardo Zancada según modelo de Juan Pascual de Mena (fotografía propia, 05/06/2012). El film al que me refiero al inicio es la versión más reciente de Footloose (Craig Bewer, EEUU 2011). La cita de One-Dimensional Man, de Herbert Marcuse, proviene de la traducción castellana de Antonio Elorza: El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Ariel, Barcelona 1990, p. 37-38. 

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