lunes, 18 de junio de 2012

Los sistemas de control del neocapitalismo (3 de 3)


















Recapitulando: la supervivencia en cuanto sistema de producción lleva al capitalismo a generar necesidades artificiales para incentivar la demanda e incrementar el consumo, en una espiral en la que el sujeto queda reducido al estatuto de consumidor y/o engranaje en una maquinaria que nunca alcanza un horizonte de liberación; y es que las nuevas necesidades requieren siempre absorber todas las energías productivas.
A partir de este trasfondo podemos entender mejor la importancia histórica de la nueva izquierda. (...) Esta revolución estaría en correspondencia con las condiciones creadas por el capitalismo tardío. El exponente de esta revolución sería una clase trabajadora ampliada, transformada en su ser y conciencia, a la que pertenecerían grandes capas de las anteriormente independientes clases medias y de la intelectualidad. Dicha revolución tendría su motor y origen no tanto en la miseria material como en las protestas contra la configuración, indigna del hombre, de trabajo y tiempo libre, contra necesidades y satisfacciones impuestas, contra la miseria y el absurdo de una "sociedad de superabundancia".
Frente a esa agresividad omniabarcadora propia del neocapitalismo, que asocia a un carácter socioevolutivamente masculino, Marcuse aboga por el auge de una cultura de la acogida y de la reciprocidad que tendría matriz femenina.

"¿Progreso? ¿Qué es para ti el progreso...?", preguntaba el muchacho de aquel film que vi en el tren camino de Madrid. Algunas décadas después de Marcuse, pienso que la inoculación de los modelos neocapitalistas ha provocado una difusa interiorización de patrones competitivos según los cuales esa cultura de la acogida y del servicio sería el residuo de una mentalidad trasnochada, deudora de moldes de género.

Sin embargo, a mi modo de ver, hoy resulta vital repristinar esa reciprocidad. Una reciprocidad que es esencialmente afectiva y que en la relación entre los sexos halla su simbólica cifra biológica y antropológica. A la vez, la conversión de la sexualidad en mercancía señala el alcance de la herida neocapitalista: una herida que afecta incluso (o: en primera instancia) a nuestros afectos. De ahí la urgencia de una afectividad nueva. Una afectividad sanada de la inflación de satisfacciones fugaces que alimentan esa hoguera donde la productividad inmola sacrificios humanos para que su fuego no se extinga.

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En la imagen: vista de la Puerta del Sol de Madrid con la estatua ecuestre de Carlos III en el centro (fotografía propia, 05/06/2012). El párrafo citado proviene de una conferencia de Herbert Marcuse pronunciada en abril de 1975 en la Universidad de California en Irvine, cuyo texto fue ampliado por el autor y recogido en el volumen Zeit-Messungen. La traducción es de Pedro Madrigal: "¿Fracaso de la nueva izquierda?", en Calas en nuestro tiempo. Marxismo y feminismo. Teoría y praxis. La nueva izquierda, Icaria Editorial, Barcelona 1976 y 1983, p. 66-67.

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