viernes, 27 de diciembre de 2013

El triple oprobio de Canal 9

























Soy uno de los valencianos –en mi caso, de adopción– que siguieron el emocionante informativo non stop con el que concluyeron los estertores de su agonía. Pensaba yo en septiembre, cuando me incorporé al claustro de la Universidad de Valencia, que Canal 9 habría sido mi aliado en el aprendizaje de la hermosa lengua valenciana; no podía imaginar que sólo llegaría a tiempo de asistir a su ejecución.

La indignidad que envuelve lo sucedido presenta tres facetas. La más visible, el comportamiento de la Generalitat. Su decisión no ha estado precedida por un estudio detallado y público de las previsiones económicas ligadas a los escenarios posibles; en particular, de las relacionadas con el mantenimiento de una plantilla reducida e inferiores salarios, habida cuenta de los compromisos ya adquiridos y de los costes asociados al cierre. Tratándose de un órgano tan significativo en la difusión del patrimonio cultural, llevar a cabo y publicitar esas previsiones constituía un mínimo democrático.

La segunda indignidad se agazapa en la noche elegida para el fundido en negro. Que a los trabajadores se les comunicara el procedimiento a las 03.03 h. y que una hora después los liquidadores presentaran denuncia por usurpación de instalaciones ofrece una imagen bandidesca del modus operandi gubernamental. Claro está que se pretendía evitar que el canal se convirtiera, al rebufo de los hechos consumados, en una plataforma libertaria aún más crítica de lo que había sido durante las últimas semanas. Lo cual nos lleva a lo siguiente.

Varios periodistas han pedido perdón por la manipulación a la que se sometieron durante los años de gloria del gobierno autonómico; de ahí el protagonismo postrero del accidente de metro o de la instrumentalización de la visita papal por parte de la red Gürtel. Parece fácil deducir que, de no producirse el efecto dominó desencadenado por la última contratación masiva, hubieran seguido prestándose a esa injerencia.

Estas tres coordenadas definen la magnitud del oprobio y  suscitan sendos interrogantes. ¿No existían soluciones practicables, preferibles a destruir lo construido? De ser así, ¿resultaba preciso recurrir a un procedimiento tan deplorable? Y finalmente: ¿había que llegar a este extremo para gozar de una efímera primavera expresiva? ¿Es necesario que la garra de la crisis nos hiera en nuestras carnes para que antepongamos la verdad y la justicia a nuestro propio interés?

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En la imagen: momento de una grabación emitida en Canal 9 (fuente: flickr.com).



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