lunes, 2 de junio de 2008

Doctor Angélico




El pasado jueves, 29 de junio, tuvo lugar en la Universidad una Jornada filosófica dedicada a Tomás de Aquino. Entre los ponentes se hallaban varios destacados conocedores del universo tomista, procedentes de distintos rincones de la geografía española y también del extranjero. Fue una jornada densa, interesante. Se me quedaron varias preguntas en el tintero, debido a la inveterada costumbre de los ponentes de alargarse más de lo previsto, fagocitando el tiempo que podría haber servido para el coloquio. Pero lo que más llamó mi atención fue la primera parte de la ponencia de Armando Segura, de la Universidad de Granada. Comenzó refiriéndose a la conciencia del tiempo como auténtica esencia de lo humano, para pasar después a poner de relieve el engarce entre lo universal y lo individual en el entendimiento humano y la relación entre conocimiento teórico y fe práctica en la estructura misma de la acción. Todo ello tenía un inequívoco regusto kantiano (pienso, por ejemplo, en la Analítica o en el Canon de la razón pura en la Crítica de la razón pura). A juzgar por alguna declaración posterior sobre la crisis de la cultura occidental a partir de 1274, imagino que mi apreciación no le habría resultado del todo cercana al erudito (y simpático) ponente. Y, sin embargo, creo que en este tipo de coincidencias hallamos eso que nos hermana con los pensadores de cualquier época: una philosophia perennis que brota del contacto con la realidad de las cosas.

__________
En la imagen: el espejo Mirallmar, de Eduard Samsó (BD Ediciones de diseño). He encontrado esta imagen en un blog, recién descubierto, con vocación filosófica cercana a la de éste: Diario metafísico. Apuntes sueltos para una antropología de a pie (http://carlos.masiasweb.com/?p=96).

1 comentario:

Ángel dijo...

Ahora, por precipitarte, vas a tener que titular igual dos entradas consecutivas.