Hay momentos en los que la docencia se muestra como lo que es y debiera ser: como la tarea de un buscador de tesoros o – por decirlo con la gráfica expresión de Bergman – de un buscador de perlas. Algunos alumnos y alumnas se convierten en verdaderos descubrimientos. Hoy he conversado largamente con uno de ellos, ahora ex alumno y amigo. Varios de los grandes temas de la historia del pensamiento han ido desgranándose con toda naturalidad; y es que la filosofía está enraizada en la vida. Así que he adelantado el post del próximo lunes – día en el que suelo publicar mi entrada semanal en el blog – para festejarlo.
Uno de los temas de nuestro tiempo es la autenticidad de la vida. A raíz de la revolución científica, la sociedad occidental ha experimentado un progreso inaudito en el ámbito de las ciencias naturales y de su aplicación técnica. Ahora bien, ese progreso ha dado lugar a formas de vida altamente industrializadas en las que las mediaciones sociales (normativas, administrativas, urbanas, mediáticas…) han venido a ocupar un papel muy relevante. Muchas personas – sobre todo muchos jóvenes – perciben con cierta angustia la presión de lo social (por ejemplo, de la mentalidad consumista). En clase he notado que esa presión mueve a no pocos a desconfiar de su libertad, a abandonarse a una especie de “determinismo social” que les lleva a contemplar su vida como algo extraño, inmanejable; como si, en realidad, no fuese propia, como si les estuviera siendo enajenada, alienada.
Mi admirado Andrés Ibáñez ha tratado este asunto en un reciente “Comunicado” de ABCD, titulado “Nadie vive su vida”. Lo ilustra con versos de Rilke: “Nadie vive su vida. / Los hombres son azar, voces, fragmentos, / rutinas, miedos, alguna felicidad pequeña, / disfraz desde la infancia…” Me viene a la mente la hermosa escena de esa irregular película de Bergman, Escenas de un matrimonio, en la que la protagonista (encarnada por Liv Ullmann) desvela una íntima perplejidad: no sabe quién es. Desde pequeña ha ido acostumbrándose a ser quien los demás querían que fuese, a disfrazarse de mil modos para conseguir el afecto de los otros… y ahora no tiene la más pálida idea de quién es. Sólo imágenes. Recuerdos en blanco y negro.
¿Quién soy yo? Y, directamente relacionada con esta pregunta, ¿qué debo hacer? ¿Qué va a ser de mí? Cuando Kant presenta el elenco de las preguntas fundamentales (que en parte coinciden con las anteriores), las remite a una cuestión última y omniabarcante: ¿Qué es el hombre? Julián Marías ha hecho notar que este interrogativo es la versión abstracta y cosificante de la pregunta existencial: ¿Quién soy yo...? De nuevo el enigma. Y este enigma no se resuelve desde la mesa de un escritorio: a él se contesta con la vida. Yo me construyo. En el marco que me establecen mis límites, claro está. Soy tarea. El ser humano es el único cuya existencia es siempre y esencialmente tarea; para sí mismo, el animal no es tarea sino cuerpo, cosa. Yo me proyecto y me edifico a través de la reflexión y de la libertad. El ser humano es “causa de sí mismo” (causa sui) – decía Edith Stein, recogiendo la expresión escolástica. Condenado a ser libre (Sartre); con la salvedad – puntualizaba Marcel – de que la libertad no es automática, de que hay que construirla activamente (si no, se convierte en una caricatura de sí misma). Está en la entraña de lo humano – y así lo experimentan con viveza muchos jóvenes – el preocuparse por todo ello.
Desde luego, hay veces en las que la docencia es un lujo.
Uno de los temas de nuestro tiempo es la autenticidad de la vida. A raíz de la revolución científica, la sociedad occidental ha experimentado un progreso inaudito en el ámbito de las ciencias naturales y de su aplicación técnica. Ahora bien, ese progreso ha dado lugar a formas de vida altamente industrializadas en las que las mediaciones sociales (normativas, administrativas, urbanas, mediáticas…) han venido a ocupar un papel muy relevante. Muchas personas – sobre todo muchos jóvenes – perciben con cierta angustia la presión de lo social (por ejemplo, de la mentalidad consumista). En clase he notado que esa presión mueve a no pocos a desconfiar de su libertad, a abandonarse a una especie de “determinismo social” que les lleva a contemplar su vida como algo extraño, inmanejable; como si, en realidad, no fuese propia, como si les estuviera siendo enajenada, alienada.
Mi admirado Andrés Ibáñez ha tratado este asunto en un reciente “Comunicado” de ABCD, titulado “Nadie vive su vida”. Lo ilustra con versos de Rilke: “Nadie vive su vida. / Los hombres son azar, voces, fragmentos, / rutinas, miedos, alguna felicidad pequeña, / disfraz desde la infancia…” Me viene a la mente la hermosa escena de esa irregular película de Bergman, Escenas de un matrimonio, en la que la protagonista (encarnada por Liv Ullmann) desvela una íntima perplejidad: no sabe quién es. Desde pequeña ha ido acostumbrándose a ser quien los demás querían que fuese, a disfrazarse de mil modos para conseguir el afecto de los otros… y ahora no tiene la más pálida idea de quién es. Sólo imágenes. Recuerdos en blanco y negro.
¿Quién soy yo? Y, directamente relacionada con esta pregunta, ¿qué debo hacer? ¿Qué va a ser de mí? Cuando Kant presenta el elenco de las preguntas fundamentales (que en parte coinciden con las anteriores), las remite a una cuestión última y omniabarcante: ¿Qué es el hombre? Julián Marías ha hecho notar que este interrogativo es la versión abstracta y cosificante de la pregunta existencial: ¿Quién soy yo...? De nuevo el enigma. Y este enigma no se resuelve desde la mesa de un escritorio: a él se contesta con la vida. Yo me construyo. En el marco que me establecen mis límites, claro está. Soy tarea. El ser humano es el único cuya existencia es siempre y esencialmente tarea; para sí mismo, el animal no es tarea sino cuerpo, cosa. Yo me proyecto y me edifico a través de la reflexión y de la libertad. El ser humano es “causa de sí mismo” (causa sui) – decía Edith Stein, recogiendo la expresión escolástica. Condenado a ser libre (Sartre); con la salvedad – puntualizaba Marcel – de que la libertad no es automática, de que hay que construirla activamente (si no, se convierte en una caricatura de sí misma). Está en la entraña de lo humano – y así lo experimentan con viveza muchos jóvenes – el preocuparse por todo ello.
Desde luego, hay veces en las que la docencia es un lujo.
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El artículo citado de Andrés Ibáñez apareció en ABCD (suplemento cultural de Abc) el sábado 12/01/2008, p. 20. En Internet se halla disponible una reciente conferencia en la que Julián Marías desarrollaba algunas de sus ideas sobre la persona humana, en diálogo con Kant y otros autores. En la imagen, un fotograma de Persona (Ingmar Bergman, 1966).
El artículo citado de Andrés Ibáñez apareció en ABCD (suplemento cultural de Abc) el sábado 12/01/2008, p. 20. En Internet se halla disponible una reciente conferencia en la que Julián Marías desarrollaba algunas de sus ideas sobre la persona humana, en diálogo con Kant y otros autores. En la imagen, un fotograma de Persona (Ingmar Bergman, 1966).
1 comentario:
Estoy completamente de acuerdo contigo Pedro, suscribo este bonito comentario.
Es maravilloso "construirse" y tratar de poner tu granito de arena en la construcción de los demás, en nuestro caso, a través de la docencia.
Enhorabuena!
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