domingo, 27 de junio de 2010

Amar la virtud

En la sección de cartas al director de La Repubblica ha aparecido hoy una misiva redactada por Michel Zabatta, francés de origen italiano: “Mirándola desde lejos parece que Italia esté a merced de palurdos, prepotentes y azafatas televisivas. Me reanimó el discurso del presidente Napolitano el 25 de abril, un discurso digno, vibrante… me hizo ver a esa gente que, cada una en su puesto, no pierde el valor”. Y más adelante: “Sois vosotros los que me animáis, italianos que no inclináis la cabeza, gente común, héroes cotidianos, que no renunciáis a nada: ni a las virtudes pequeñas ni a las grandes – también, y sobre todo, si a estas virtudes se las ridiculiza, como sucede a menudo en nuestro infeliz país: virtudes como la compostura, la buena educación, el amor al estudio y a las cosas hermosas” (p. 26).

Leo estas líneas y pienso en España, y en Europa.

“A todos los arrogantes los tienen considerados como unos individuos extraordinarios. Y a esas otras clases de sofistas, tan afectadas, se las llega casi a venerar y reverenciar, sobre todo a cuantos caminan con un bastón y, antes de hablar, se desembarazan la garganta”. Es Sinesio de Cirene quien habla. Lo hace en una carta escrita en torno al año 400. Y es que el mal que nos aqueja viene de lejos. Más aún: resulta consustancial a la condición humana la posibilidad de equivocarse, de confundir el oro y la paja, de tomar por auténtico algo que sólo parece serlo. Función de la filosofía es discernir, cribar, separar lo uno de lo otro, mostrar la verdad que cela la apariencia. Por eso, denunciar la sofistería de nuestros días –la burda inconsistencia de muchos de nuestros políticos– constituye una tarea filosófica. A la que somos llamados todos los ciudadanos.

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En la imagen: fachadas de viviendas junto al Puente de piedra (Verona)
© P. J. Teruel, 2010.

domingo, 20 de junio de 2010

Planeta agua

¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

(Paul Valéry, El cementerio marino)

Esta tarde he ido a visitar a Laura Zampieri en el hospital de Negrar, a las afueras de Verona. O, al menos, ésa era mi intención. Un error al leer el mapa me ha llevado a Lazise… junto al lago de Garda. Así que me he bajado del coche para disfrutar del paisaje. Se trata del lago más extenso y voluminoso de Italia, originado parcialmente por una glaciación. Hoy ha llovido durante todo el día: una cortina de agua recia e inagotable. La foto recoge un instante de gracia. Tras los picos recortados contra la luz crepuscular, el sol se oculta en el horizonte, fragua lejana de truenos amortiguados. Junto a la orilla, un par de patos chapotea ante el objetivo, indiferente al derroche de agua pluvial y lacustre.
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En la imagen: un detalle del lago de Garda, junto a Lazise. © P. J. Teruel, 2010.

sábado, 12 de junio de 2010

El banco de Hipatia, de Ptolomeo... ¿y de Copérnico?
















Aprovechando mi estancia en Pisa, y en compañía inmejorable, he realizado una breve excursión a Florencia. En la magnífica ciudad toscana, muy cerca de la tumba de los poderosos Médicis y junto a la iglesia de san Lorenzo se encuentra la Biblioteca Laurenziana. A ella se accede a través de un claustro porticado y de una soberbia escalera diseñada, como el resto del edificio, por Miguel Ángel Buonarotti.

La estructura básica de la biblioteca antigua consiste en una sala rectangular de vastas proporciones, flanqueada por vidrieras y con dos hileras de bancos (plutei) separadas por un pasillo central. Frente a cada banco se halla un gran atril que ocupa toda la espalda del banco inmediatamente contiguo, y que tiene dispuesta una estantería inferior; en esas estanterías se encontraban, según el inventario de 1589, alrededor de 3000 volúmenes, enganchados a sendas cadenas atornilladas a la madera. En el acceso a cada banco y fijado verticalmente, un elenco en latín indicaba las obras allí disponibles. De este modo, al estudioso o interesado en general –la biblioteca, aun de propiedad privada, era de consulta pública– le bastaba localizar en los índices la obra buscada y sentarse en el pluteo correspondiente para trabajar con ella.

Un hallazgo en particular me interesaba. Durante siglos se creyó que de los escritos de Hipatia de Alejandría no había quedado traza alguna; se podía tan solo conjeturar sus títulos a partir de los datos reflejados en las fuentes clásicas. Sin embargo, David Cameron y Maria Dzielska han afirmado que disponemos de un escrito proveniente de la pluma de la filósofa. Se basan para ello en el análisis filológico de las indicaciones de Teón de Alejandría, padre de Hipatia, sobre la colaboración de ésta en su comentario al Almagesto de Claudio Ptolomeo; sostienen que la sabia alejandrina habría sido la responsable directa de la edición y comentario al tercer libro de esta magna obra.

El único manuscrito antiguo del Almagesto ptolemaico, en la versión comentada por Teón y por Hipatia, se conserva en la Biblioteca Laurenziana de Florencia. Cuando Nicolás Copérnico viajó a Italia, para llevar a cabo estudios de Derecho y Medicina, pudo haber consultado ese ejemplar del Almagesto – que, de este modo, habría entrado en la historia del “viraje copernicano”.

Buscamos con emoción el lugar donde estuvo colocado el texto (después trasladado al depósito científico). Ese libro constituye la traza escrita del pensamiento de Hipatia, pensadora a la que considero el auténtico eslabón alejandrino de la gran tradición filosófica griega. Además, la disposición de la Biblioteca Laurenziana nos permitía ubicar el lugar en el que era consultado. Probamos el entusiasmo típico del investigador que presiente el descubrimiento. Finalmente, la inscripción en el elenco lateral: Cl. Ptolemaei Magna Constructio cum Theonis Comment. La foto que ilustra esta entrada reproduce un simple banco de madera bañado por la luz solar que entra desde la vidriera situada a la izquierda: el banco de Hipatia, de Ptolomeo… y de Copérnico.

Pero no. Pese a lo excitante del aparente descubrimiento, el astrónomo jamás visitó ese lugar. La investigación trae consigo el riesgo de chascos como éste: de ahí parte de su grandeza y aventura.

Nicolás Copérnico realizó, sí, estancias en Bolonia y Roma (1496-1501), Padua y Ferrara (1501-1503)... pero no estuvo en Florencia. Además, la Biblioteca Laurenziana no fue abierta al público, por voluntad de Cósimo I, hasta 1571 (es decir, veintiocho años tras la muerte del estudioso).

Y, a pesar de todo, es posible que Copérnico conociese el Almagesto en la edición de Teón e Hipatia. Georg Joachim Rethicus, su alter ego intelectual –quien habría de espolear la publicación del De Revolutionibus ante la demora del autor– había llevado consigo un ejemplar en 1539 a la residencia del astrónomo en Frauenburg. El Almagesto aparece entre las obras que formaron parte del equipaje de Rethicus, según la reconstrucción realizada por Swerdlow y Neugebauer. Dicho ejemplar correspondía a la edición impresa en Basilea un año antes e incluía el comentario llevado a cabo en Alejandría.

Por entonces, el De revolutionibus orbium coelestium estaba ya prácticamente listo: para su publicación sólo requería el acicate que supuso la intervención de Rethicus. El contacto de Copérnico con el Almagesto comentado por Teón e Hipatia sólo pudo constituir, pues, un episodio menor de su relación con la venerable cosmología griega.
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En la imagen: Biblioteca Laurenziana de Florencia (detalle) © Pedro Jesús Teruel, 2010.

sábado, 29 de mayo de 2010

Kant-Kongress 2010



Acabo de participar en el que con seguridad ha sido el acontecimiento filosófico más relevante del año en Italia: el congreso internacional de la Kant-Gesellschaft. Cada cuatro años tiene lugar esta reunión de estudiosos procedentes de variados rincones del mundo, organizada esta vez en colaboración con la Società Italiana di Studi Kantiani. Puesto que pertenezco a ambas sociedades –la alemana y la italiana– y dado que la obra de Kant me ha fascinado desde los inicios de mi interés por la filosofía, me he encontrado en Pisa como Pedro por su casa. Tanto más cuanto que la ciudad del Arno ha sido escenario del reencuentro con queridos amigos y compañeros en el trabajo intelectual.

El solemne pistoletazo de salida correspondió a Claudio La Rocca y Massimo Barale, por parte de la Società Italiana di Studi Kantiani, e a Bernd Dörflinger, por parte de la Kant-Gesellschaft. Siguieron cinco días (desde el sábado 22 hasta el miércoles 26) vertebrados por una apretada hilera de conferencias, la mayoría de ellas en inglés y alemán. Suponiendo que el italiano habría sido el idioma estrella, había enviado yo mi contribución en la lengua de Galileo… para descubrir después que Shakespeare había puesto una pica en el Flandes del filósofo regiomontano.

Muchos nos desplazamos a Lucca para asistir en el soberbio auditorio –el templo de san Romano– a la entrega del Kant-Preis e del Kant-Nachwuchspreis. Fue un placer volver a saludar a la esposa del llorado Silvestro Marcucci, gran promotor de los estudios kantianos en Italia. A Silvestro e a Franca Casali había tenido ocasión de conocerlos en 2004 durante un memorable congreso coordinado por Ana Andaluz en Salamanca; seis años después, y justamente en Lucca, nos reuníamos con la familia Marcucci en un contexto de agradecida remembranza. Concluyendo su discurso de recogida del premio internacional, Mario Caimi citó el sentido anhelo de Dante (Divina Comedia, Infierno, canto I): “Válgame el largo estudio y el grande amor”.

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En la imagen: aspecto del Palacio de congresos de Pisa durante la intervención de Mario Caimi en el Kant-Kongress (26/05/2010).

jueves, 20 de mayo de 2010

La nit de l'alba de la UE




















En Elche se celebra anualmente un castillo de fuegos artificiales denominado nit de l’alba. La magnitud del efecto visual viene sugerida por la expresión valenciana, que evoca un amanecer en plena noche. Todo ello sugiere una analogía con la ambigüedad del momento histórico en Europa. ¿Estamos asistiendo a una aurora o a un languidecer abocado a la oscuridad?

El diario La Repubblica de hoy publica un artículo de Jürgen Habermas aparecido originalmente en Die Zeit. Habermas evalúa la postura adoptada por la Alemania de Angela Merkel en relación con la crisis del euro y las medidas de urgencia para reflotar la economía griega, a cuyo retraso ha contribuido decisivamente la demora germánica a remolque de un errado cálculo de réditos electorales.

La tesis de Habermas queda resumida en el título del artículo: “Europa en la encrucijada”. Ante los países europeos se abriría ahora un cruce de caminos: se trataría de afianzar la vía incoada por la creación del fondo comunitario de rescate –estableciendo una autoridad económica común y profundizando en la tantas veces postergada unidad política– o bien de abandonar la aventura conjunta del euro, convertida en una carrera de obstáculos salpicada de parches improvisados. “Con un poco de coraje político, la crisis de la moneda común podría dar vida a lo que muchos habían esperado de una común política exterior europea: una consciencia que fuese más allá de las fronteras nacionales para compartir un común destino europeo” (La Repubblica 20/05/2010, p. 33).

Las declaraciones de Merkel en la víspera acentúan esta sensación de hallarnos ante una encrucijada. Para afrontarla resulta necesaria una magnanimidad que los grandes partidos políticos parecen rehuir: la capacidad de enfrentarse a los retos del presente sin intentar disimular su coste para congraciarse –como si de un espectáculo televisivo se tratase– con la audiencia electoral. Se precisa grandeza de ánimo. Altura moral es lo que pedimos, no fingidas sonrisas o vaticinios halagüeños como fuegos de artificio.
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En la imagen: “Nit de l’alba, Elche”, fotografía de Adriano Agulló (fuente: flickr.com).

sábado, 15 de mayo de 2010

El tercer secreto













Que durante el último mes no haya añadido entrada alguna a mi blog tiene una explicación sencilla. Con facilidad la podéis imaginar los que os asomáis a esta vidriera virtual de mi memoria. Las últimas semanas han estado ocupadas por el viaje a Italia y mi “aterrizaje” en Verona. Una vez aquí, y gracias a la gentileza de mis anfitriones en la Universidad, he iniciado un nutrido programa de estudio y conferencias.

Lo cierto es que tampoco quería airear precipitadamente mis primeras impresiones sobre la querida Verona. La realidad es poliédrica, hay que ganársela con el trato asiduo. Así que lo que me ha movido a redactar esta primera entrada veronesa ha sido una consideración de alcance más amplio.

En el avión en que volaba a Fátima, Benedicto XVI se ha dirigido el pasado miércoles a los periodistas. Lo ha hecho en un registro cuyo planteamiento bien merece un comentario. Enlazando los recientes escándalos eclesiásticos de índole moral-sexual con el tercer mensaje mariano recogido por los niños de Fátima en 1917, el Papa ha afirmado que la oración y la penitencia son hoy tanto más necesarios cuanto que los enemigos de la Iglesia están dentro de ella misma: “La mayor persecución de la Iglesia no proviene de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia. La Iglesia, pues, tiene una necesidad profunda de aprender de nuevo la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el perdón, pero también la necesidad de la justicia”.

Dentro y no fuera. Los escándalos constituyen el caballo de Troya de la comunidad cristiana, a la que –empleando la expresión de Sócrates Escolástico referida al caso de Hipatia de Alejandría– “cubren de oprobio”. Resultan inevitables: brotan de su misma índole, del entrelazamiento de las “dos ciudades” cuya coexistencia subrayó Agustín de Hipona. Ya desde el memorable Vía Crucis a cuya cabeza sustituyó a un exangüe Juan Pablo II, Josef Ratzinger ha trazado descarnadamente el retrato de una Iglesia herida por sus propios pecados, barca zarandeada por intereses espurios.

Miseria y grandeza se hallan implícitas en este admirable reconocimiento. Que, por lo demás, no puedo contemplar como algo externo a mí: converge en el espejo de mi propia identidad. También yo “a la ciudad subo y de la ciudad bajo” –parafraseando a Sinesio de Cirene– manchado, sin poder calibrar hasta qué punto. Pero “no debemos mancharnos más”. En la humildad que nos conduce a la simplicidad y a la transformación espiritual se halla cifrado el secreto. Tal y como resume Pallotti, “renovando nuestra vida, mostramos que estamos agradecidos a Dios”.

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En la imagen: “L’incredulità di san Tommaso”, óleo pintado por Caravaggio entre 1600 y 1601 y conservado en la galería pictórica del palacio Sanssouci (Potsdam).

domingo, 4 de abril de 2010

La historia de amor más grande


Es tan grande esta historia de amor que dura siglos, milenios. Desde el origen del cosmos. El periplo del mundo y del género humano le sirve como escenario. Su plenitud lleva un nombre amable como ninguno: Jesucristo. A quien participa en ella se le renueva la vida.

Este año, la Pascua de Resurrección coincide para mí con un nuevo inicio. El pasado miércoles dejé mi apartamento en La Ñora, testigo de tantas experiencias, de tanta amistad, de tanto bueno. He vivido la Semana santa con mis padres y mis hermanos. A partir del próximo domingo estaré en Italia. Allí permaneceré hasta finales de julio, realizando una estancia de investigación en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Verona. Desde esa ciudad me desplazaré a otras (por ejemplo, para tomar parte en el congreso internacional kantiano que tendrá lugar en Pisa).

El día de mi salida del lugar en el que he vivido durante los últimos ocho años tuve ocasión de volver a ver el precioso film El hombre elefante, dirigido por David Lynch. "Me siento feliz" -afirmaba el protagonista, dramáticamente deformado desde su etapa fetal- "porque soy amado". Ser amado: vivir con la clara conciencia de que otro te guarda entrañablemente en sus pensamientos. Y no hay amor más grande que aquél que demuestra el que da la vida por sus amigos. En palabras de mi querido Sinesio de Cirene: "Animal valioso es el hombre: valioso sin duda si, como realmente sucedió, por él fue crucificado Cristo". Él hace así nuevas todas las cosas.

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En la imagen: "Rosette Nebula & NGC2244", por Nightclad (flickr.com).

lunes, 15 de marzo de 2010

Delibes


Como esas tardes de verano en las que el sol, después de incendiar durante horas las copas de los árboles, arráncales aún destellos de un fulgor desconocido y prístino: así Miguel Delibes ha desfallecido envuelto en oros de luz crepuscular. Me pregunto a qué se debe la oleada de añoranza que, como una fragancia bienhechora, ha recorrido las almas de los que algo tuvimos que ver con él. La respuesta me viene con la certeza de la primavera que se anuncia en las ramas de los almendros: necesitamos maestros. Personas que quieran hacer de su vida un árbol en el que puedan anidar pájaros cantarines y diversos. Hay hombres y mujeres que son así: en su follaje encontramos abrigo y alimento para aprender la melodía que llevamos en el pecho. Por eso nos acompañan ya siempre –entre la luz y la nostalgia– en cada nota de nuestro canto.
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En la imagen: "La despedida", por Mario Cajander (fuente: flickr.com).

lunes, 1 de marzo de 2010

El temblor de Chile



























Mi querido Chile apenas comienza a recuperarse de los efectos del devastador movimiento sísmico que tuvo lugar en la madrugada del sábado 27. El terremoto, de primer orden, superó en intensidad al trágico sismo de Haití; sin embargo, la mejor preparación del país -"Chile es un país sísmico. Por tanto, ¡debemos estar preparados!", reza el lema de la Oficina Nacional de Emergencias- ha evitado una mayor sangría. Con todo, han fallecido más de setecientas personas, según la última estimación comunicada por Michelle Bachelet, y hay aproximadamente dos millones de damnificados; en estos momentos tienen lugar, particularmente en la ciudad de Concepción (región del Bío Bío) conflictos callejeros asociados al saqueo de comercios. A través de la Televisión nacional de Chile he podido seguir la detallada e impresionante crónica televisiva emitida en directo.

Chile es un gran país. Tras las elecciones que han dado la victoria a Sebastián Piñera, en un contexto de alternancia caracterizado por una admirable normalidad democrática, la nueva orientación política aportará renovaciones estructurales ahora espoleadas por la urgencia. Será el 11 de marzo cuando se inicie la nueva legislatura, marcada ya por el azote inesperado del temblor. "Anduve caminando / sobre el salitre; / la muerte me miraba, / yo estaba triste": así reza el poema titulado "Chile" en la antología de Nicolás Guillén La paloma de vuelo popular (1958):

Chile: tu blanco lucero.
Tu pie sur en un estrecho,
zapato de espuma y viento.
Tu viento quiero.

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En las imágenes: fachada del Museo de arte contemporáneo en Santiago de Chile y estado de una vía en la capital, tras el terremoto. (c) Globovisión (fuente: flickr.com).

viernes, 26 de febrero de 2010

La danza macabra del aborto
















El pasado martes, en su columna de El país se refería Rosa Montero a la petición de año y medio de cárcel para el dueño de Custo por reproducir en sus camisetas el pajarito Piolín (propiedad de Warner): “Lo que no consigo entender es que pidan año y medio de cárcel por copiar un pajarito, mientras que en este país se empala y tortura salvajemente a un burro, se sierran patas de perros y se ahorcan galgos, y todo esto no sólo no se castiga con cárcel, sino que a menudo ni se multa”. Yo proseguiría: “… Y se envenena y despedaza fetos humanos, cosa que no se considera ya un mal menor en casos excepcionales sino que viene afirmada como derecho y, por lo tanto, como posible bien moral”.

Mi sensibilidad política es de izquierdas; soy progresista y feminista; conozco el estado actual de la investigación científica sobre el embrión. Por todo ello, expreso públicamente mi profundo rechazo a la ley aprobada el miércoles, por exigua mayoría, en el Senado, ley que aplica al aborto provocado el estatuto de derecho durante las 14 primeras semanas del embarazo.

Con ella se apoya una opción de muy cuestionable racionalidad. Por un lado, se ignora el estatuto propio del embrión, que se halla en continuidad genética con el ser humano adulto; por otro, se desoye nuestro conocimiento actual sobre los daños psicofísicos causados a la madre; finalmente, se minusvalora soluciones factibles –como la adopción– que respetarían tanto las dificultades de las madres (a veces, en situaciones realmente dramáticas) como la vida de los hijos.

De todo ello me he ocupado con más detalle en este mismo blog. Espero que estas páginas permanezcan en la memoria, virtualmente infinita, de la red. Cuando en el futuro se vuelva la mirada a estos momentos, nuestros descendientes sabrán a ciencia cierta que hubo hombres y mujeres –entre los que me incluyo– que no quisieron sumarse a la danza macabra del aborto.

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En la imagen: fotograma de El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957). Fuente: “Ingmar Bergman Face to Face” (http://www.ingmarbergman.se/).

martes, 16 de febrero de 2010

Vancouver 2010


















Durante la mañana del pasado sábado, mientras entrenaba en el gimnasio, tuve ocasión de ver parte de la gala de apertura de los Juegos olímpicos de invierno. Con una panorámica frontal, la cámara captaba la entrada en el estadio de cada una de las delegaciones de los distintos países; planos de grupo mostraban la alegría de los atletas, alternándose con perspectivas generales del coliseo abarrotado, en un magnífico espectáculo multicultural.

Allí estaban (casi) todos. Conforme aparecían las comitivas nacionales, pensaba en los referentes culturales que conozco de cada país. ¡De cuánta sabiduría y cuánta ciencia somos herederos! Evocaba también los dramas que afligen a algunos de ellos: la escasamente representada Islandia, sumida en una crisis financiera que ha puesto en aprietos la estructura básica del Estado; el nutrido grupo del Japón, país en el que las dificultades económicas han contribuido a subrayar la ya crónica patología suicida…

Todos ellos desfilaban ágilmente, en un derroche de vitalidad y simpatía. Y he pensado en la dimensión lúdica y recreativa del deporte. Más allá del juego, el deporte nos recrea. En espectáculos como éste se refleja algo de la naturaleza primigenia del ser humano: llamado a compartir gozosamente el ser y el dar de sí, a aplaudir y dejarse aplaudir, a querer y dejarse querer.
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En la imagen: “German-house-opening-ceremony”, por kk+ (flickr.com).

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Elecciones anticipadas?













Soy reacio a la idea de elecciones anticipadas. La dinámica propia de la democracia exige que se respete el ejercicio de la voluntad popular, que lleva a un determinado partido al poder durante un período de tiempo prefijado. No obstante, desde hace varios días me pregunto si no nos encontraremos en una situación tan excepcional que se requiera una medida de urgencia una vez concluida la presidencia española de la UE.

A plantearme este asunto han contribuido varias constataciones. Existen diversos frentes en la actual crisis: la contención del gasto público (que ha de permitir la rebaja de nuestro déficit), la regulación del mercado de trabajo (que ha de contribuir a una más uniforme protección de los trabajadores e incentivar los contratos), el establecimiento de un calendario de medidas que devuelva la confianza al consumidor y a los inversores internacionales (evitando así el descrédito que durante las últimas semanas se ha sugerido en distintos foros y las consiguientes pérdidas en el mercado bursátil)… Que el actual Gobierno ha preferido poner en marcha debates a tomar decisiones resulta llamativo; que sus planes económicos adolecen de irrealidad –sobre todo, debido a la falta de coherencia y capacidad de sacrificio del Ejecutivo– lo expuso ayer con claridad el Financial Times en un editorial titulado “Molinos de viento de déficit”.

Lo que me parece particularmente preocupante es que ni el presidente ni sus ministros parezcan calibrar bien la situación. Ayer se sometió a discusión en el Parlamento una medida interesante: la reducción de altos cargos y asesores gubernamentales en un 25%. A primera vista parece que contribuiría a la restricción del gasto público (si por algún oscuro motivo no es así, agradecería que se me ilustrase al respecto). Sin embargo, la bancada socialista se opuso a su aprobación. Por otra parte, y respondiendo a Duran i Lleida en el transcurso de un pleno de control, Rodríguez Zapatero ha afirmado hoy que “la economía no está peor que hace seis meses”. Que indicadores –y realidades humanas– tan relevantes como el índice de desempleados (y, entre ellos, los grupos más desfavorecidos) o los resultados bursátiles son, de hecho, peores no se le oculta a nadie.

¿A qué se debe esa reticencia a la acción y ese error en el diagnóstico? La primera tiene que ver quizá con el perfil de muchos de los ministros de las dos últimas legislaturas y con su excesiva dependencia de un presidente lastrado por el desconocimiento de amplios ámbitos teóricos y técnicos. El error concierne al desprecio por la verdad, manifestado ya en numerosas ocasiones (entre las más señeras, la negación del diálogo con ETA y la ocultación de la crisis con fines electoralistas).

El esfuerzo invertido en polémicas sociales, atizadas por el Gobierno durante sus primeros años, nos está pasando factura. Mientras tanto, la falta de previsión, la inacción consiguiente y la ocultación posterior medraban entre nuestros altos cargos. Me pregunto si unas elecciones anticipadas no constituirían, al menos, una respuesta. Como mínimo, servirían para advertir de que un Gobierno que incumpla su deber de previsión, acción y veracidad no reviste dignamente el mandato popular.
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En la imagen: “Floating Through Time”, por xtylerclub (fuente: flickr.com).

jueves, 4 de febrero de 2010

La plegaria de Rodríguez Zapatero



La intervención de José Luis Rodríguez Zapatero en el Desayuno Nacional de Oración, en Washington, me suscitaba no poca curiosidad. Así que he navegado por la web, en busca de la versión íntegra del discurso, y me he encontrado –a pocos minutos del final del acto– con un video puntualmente colgado en internet por C-Span Video Library, al que se puede acceder desde esta entrada.

Resulta bastante interesante seguir el cronograma del acto y la índole de los discursos que lo han compuesto. La intervención de Rodríguez Zapatero, que tuvo lugar a escasos veinte minutos de la llegada del presidente Obama, ha sido precedida por un breve elogio pronunciado por una política estadounidense. Mientras él hojeaba –con aparente inquietud– los folios de su discurso, la consorte Obama le ha dirigido una mirada cariñosa, acompañada por unas palmadas en la espalda para infundirle ánimo. La referencia de la presentadora a la amplia presencia femenina existente en el gobierno de España ha arrancado los aplausos del público, que con toda caballerosidad se ha puesto en pie para acoger la llegada del orador a su sede. Con una carcajada general han acogido la sonrisa, cual la de colegial pillado en una situación embarazosa, a la que ha seguido el anuncio de que iba a hablar en castellano.

De forma clásica ha comenzado Rodríguez Zapatero su alocución: con el elogio –captatio benevolentiae– de la democracia estadounidense, pronunciado por boca del presidente “de una de las naciones más antiguas de la Tierra” (sorprende, a este punto, su orgullosa recuperación del término ‘nación’, que cuestionara hace no tanto), país al que se ha referido –en una sentencia demasiado aventurada– como “la más multicultural de las tierras de Europa”, fruto de la fecundación de numerosas culturas, pero “cristiana, sobre todo cristiana”.

El pasaje del Deuteronomio (24, 14-15a) en el que se hace referencia al trato que se debe dar al necesitado le ha servido para enlazar con la preocupación por los inmigrantes, las víctimas de la miseria y los desempleados. Ha presentado entonces su plegaria: por la libertad para buscar el bien y la verdad, compartir la vida con la persona amada, crear y cuidar el entorno familiar. La libertad –ha repetido en Washington– “nos hace verdaderos”, es la “verdad cívica”. El enlace entre la inversión del dicho evangélico con el membrete “autonomía moral” y su desconexión respecto de la verdad –que suscita serias perplejidades éticas– no habrá pasado desapercibido al selecto público.

Rodríguez Zapatero ha dedicado la última sección del discurso a aquello que de él se esperaba: la defensa de la alianza de civilizaciones frente al fundamentalismo –que utiliza espuriamente la fe religiosa–, la violencia y la exclusión. La tolerancia “es mucho más que la aceptación del otro. Es el descubrir, conocer y reconocer al otro (…) El odio nace de la ignorancia y la concordia se construye sobre el conocimiento; también la paz”. Ha concluido con un alegato por la libertad: “Ya sea con una dimensión trascendente o cívica, la libertad es siempre el fundamento de la esperanza”. La libertad, por la que se debe y se puede –recogiendo las palabras del Quijote– aventurar la vida, “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Se trata de la declaración de intenciones del presidente de un país –de un gran país, se apostillaba en la presentación– en un entorno que la hace aún más digna de ser escuchada. Con atención la he escuchado. Y mi plegaria es ésta: que Rodríguez Zapatero haga suyas las palabras pronunciadas en Washington.

La paz se construye sobre la aceptación del otro, sobre una acogida que no está basada en la mera tolerancia fáctica sino en el conocimiento y la apertura. ¡Cuánto desearíamos que ese elevado ideal se encarnase en la política española! Y ¡cuántos esfuerzos se han derrochado en conflictos fratricidas! La partitocracia española ha derivado en una hosca pelea de gallos alimentada por la demagogia. Y la errada estrategia de los actuales dirigentes socialistas –que han tendido a cerrar las puertas del diálogo en asuntos sociales de grave importancia– ha contribuido no poco a todo ello. La desatención a los auténticos desafíos de nuestra sociedad –muy en particular, la educación de nuestros jóvenes, la protección de la vida humana en todos sus estadios y el avance científico– ha traído consigo consecuencias que estamos pagando en el ámbito social y económico.

Quiero creer que las palabras de Zapatero tendrán su reflejo en la política doméstica. Que no han de convertirse en fósil de una especie que no prosperó, ni en la ocurrencia de una mañana de café y pastas que pronto se olvida.

martes, 19 de enero de 2010

A qué sombra dormimos
















Los comentarios que Rafael y Alejandro han dedicado a mi último post me han dado que pensar. Me refería yo a las que considero virtudes del film Avatar: entre ellas, la llamada de atención sobre la necesidad de volver al sentido y el sabor de la Naturaleza. Comentaba Rafael: “Deseamos un cambio. Creo que muchos queremos mudar la piel y respirar con fuerza”. Alejandro, en cambio, reconocía en la película “una impugnación de la cultura occidental y una expresión más del odio que el hombre contemporáneo siente contra sí mismo (contra su historia, sus valores, sus formas de vida...), llevado al paroxismo en la película por el ‘cambio de cuerpo’ del protagonista”, en una argumentación que prolonga en su propio blog.

Hay mucho de cierto en esa sospecha de repudio, que apunta a un pavoroso desconocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Sin embargo, la Naturaleza es también el hostil escenario de la cadena de depredación, o de horrores como el terremoto de Haití. En cambio, la cultura humana promueve reacciones que van más allá de la lógica de supervivencia personal: la oleada de solidaridad desatada por la debacle en Puerto Príncipe así nos lo muestra, una vez más. Que la compasión y la ayuda tengan su trasfondo biológico-evolutivo –como ya adelantara Darwin– no niega la mayor: la evolución cultural perfecciona y mejora nuestro bagaje natural. Y aquí entran en juego todos los beneficios (sociales, educativos, científicos, urbanísticos, políticos, sanitarios…) que la cultura trae consigo.

Contraponer cultura y Naturaleza nos lleva, pues, por un camino errado. Todo esto tiene que ver con la cuestión hermenéutica ligada a la interpretación del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, redactado por J. J. Rousseau en 1754 para participar en el concurso de la Academia de Dijon. Llamando la atención sobre los efectos perversos de la generación social de necesidades artificiales, Rousseau en modo alguno propugnaba el retorno a un hipotético estado natural, ingenuamente idealizado. Más bien, como comentaba Rafael, “la mayor sofisticación consistirá en lograr un equilibrio entre la Naturaleza y nuestra condición humana”.

Se presenta aquí uno de los mayores retos de nuestra civilización, al que está asociada incluso nuestra viabilidad como especie. Ese reto se halla conectado con el redescubrimiento de nuestra interioridad. La alienación de sí mismo, en pos de necesidades artificiales creadas por la lógica consumista, se encuentra en la raíz de muchas insatisfacciones y pretensiones de dominio. Magistralmente lo musicalizó Haendel en una bellísima aria de Rodelinda:

Pastorello di povero armento
pur dorme contento
sotto l’ombra di un faggio o d’alloro.
Io, d’un regno monarca fastoso,
non trovo riposo
sotto l’ombra di porpora e d’oro.

(Pastorcillo de un pobre rebaño / duerme, no obstante, tranquilo / a la sombra de un haya o de un laurel./ Yo, de un reino monarca fastuoso, / no hallo reposo / a la sombra de púrpura y oro.)

A qué sombra dormimos: en descubrir la respuesta a esta pregunta –y en buscar la sombra mejor– se cifra el éxito de nuestra vida.
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En la imagen: “Foreign Land / Neighboring Land”, por Zachstern (fuente: flickr.com).

jueves, 7 de enero de 2010

Avatar














Ayer, y en buena compañía, asistí a la proyección de Avatar. Lo cierto es que el film me ha llamado la atención. No por la filigrana de sus efectos especiales: que la industria de animación llegaría a cotas de virtuosismo como las que aquí se exhiben se dejaba vaticinar ya, hace siete décadas, a partir de los delicados movimientos de Blancanieves en el film homónimo de Disney. No se trata de eso.

A mi modo de ver, Avatar plantea una pregunta importante: qué entendemos por progreso. En el film, qué significa progresar queda encarnado por la tribu indígena y por los humanos que se unen a su causa frente a la voracidad depredadora de los invasores. Los indígenas no quedan retratados en términos ingenuos; disiento, en este punto, de una penetrante crítica escrita por Juan Manuel de Prada en Abc. Ellos se sirven de la Naturaleza, la utilizan – eso sí, con la conciencia viva y agradecida de ser sus deudores. El trasfondo panteísta de la trama queda hábilmente diluido en una vaga concepción espiritualizada de la Naturaleza: los miembros de la tribu se saben conectados, entre sí y con el mundo que les rodea, por lazos espirituales que resulta preciso cultivar. ¡Y qué necesario resulta, en nuestra sociedad, atender al sentido de la tierra, contemplar el mundo en su despliegue natural para desplegar nosotros nuestra interioridad!

La estructura del film recoge, además, uno de los temas clásicos de la cinematografía: la lucha por las causas perdidas. A menudo soslayamos lo que podríamos hacer de grande y bueno porque estamos absorbidos por nuestras mezquindades. La peripecia del protagonista puede ser leída, a esta luz, como un segundo nacimiento posibilitado por el encuentro con la Naturaleza y el amor. Atreverse a arriesgar por aquello que lo merece, aunque no tengamos garantías de ganar: he aquí una de las enseñanzas que el acomodamiento propio de nuestra sociedad nos hurta de continuo.

En Avatar hallamos algunos destellos de lo mejor que una obra de la imaginación puede transmitir. Súmese a ello su fulgurante envoltorio virtual: no es poco para una tarde de palomitas en un cine a rebosar.
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En la imagen: imagen promocional de Avatar (James Cameron, 2009). Fuente: peliculas.info.

lunes, 4 de enero de 2010

Infancia















Ayer tuve oportunidad de participar en una celebración de Reyes Magos. En ella hacían acto de presencia los pajes correspondientes a Melchor, Gaspar y Baltasar. Cada niño, de los muchos presentes, saludaba al paje de su elección, que le dirigía algunas preguntas y le transmitía algún mensaje de parte de los Reyes. ¡Qué cosas fueron dichas allí! ¡Con cuánta transparencia e ilusión se expresaban! ¡Qué hermosa inocencia, la de los niños!

Son muchas las interpretaciones que se ha dado al dicho evangélico sobre los niños: a los que son como ellos pertenece el Reino de los cielos. Una de ellas resuena en mí de manera especial a raíz de la experiencia de ayer. Ellos tienen sensibilidad al misterio. No porque algo les supere lo descartan de manera automática; quizá porque son conscientes –con una forma incipiente de autoconciencia reflexiva– de su pequeñez, de lo mucho que les queda por aprender.

Esa actitud infantil halla sus polos extremos, mutuamente contrapuestos, en la credulidad irreflexiva y en la necedad. El excesivamente crédulo está dispuesto a aceptarlo todo sin disponer de fundamento suficiente; de este modo, devalúa el objeto de su creencia y queda a merced del viento de las opiniones. El necio, en cambio, no acepta aprender nada, porque pretende saberlo todo; esa cerrazón lo impermeabiliza frente a la posibilidad de crecer intelectualmente y de experimentar lo nuevo, lo nunca antes imaginado.

En la mirada inquisitiva de los niños se refleja algo del origen primigenio, de la criatura paradisíaca, del hombre auténtico que estamos llamados a ser. Pregunta, apertura, acogida, conciencia de la propia pequeñez y de lo mucho que se ha recibido: con ellas se teje la estructura de lo auténticamente humano.
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En la imagen: “Las líneas blancas, ¡casa!”, por Etringita (fuente: flickr.com).

jueves, 24 de diciembre de 2009

Nochebuena















Parménides y Zenón a una se interrogan.
En aldea mísera
la dialéctica del ser y la nada
recibe un inesperado requiebro.
El eterno devaneo del tiempo cíclico
estalla desde dentro.

También nosotros nos hacemos preguntas:
¿Quién calmará hoy
del corazón marchito los anhelos?
¿Quién, dime, podrá desentrañarnos
de la angustia de nuestro tiempo exhausto
el tríplice secreto?

Constelaciones a una su nombre proclaman:
consejero, dios fuerte,
de la paz es príncipe y mensajero.
En aquella mísera aldea el niño
bajo las estrellas en silencio duerme.
Se aleja el miedo.

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En la imagen: "M45-Pleiadi", por Skiwalker79 (fuente: flickr.com).

lunes, 14 de diciembre de 2009

Hetairoi















Durante los últimos meses, salgo de una conferencia para entrar en otra. A mi participación en el congreso de Ávila sobre Edith Stein siguió la ponencia en el simposio sobre mente y materia en Sevilla. Ya en casa, hace algo más de una semana pude reencontrarme con el maravilloso público de La Ñora: asistió, animoso e interesado, a un buen rato de reflexiones sobre evolución y cristianismo en el doble aniversario de Darwin que celebramos este año.

El pasado viernes tuvo lugar otro de esos reencuentros. Uno de los más esperados. Con motivo de una mesa redonda en torno a Ágora, el último film de Amenábar, nos reunimos en la Biblioteca regional de Murcia. Éramos cinco en la mesa –Enrique, Marcelo, Feli, Higinio y yo–, cinco de los de antes, cinco de los de ahora. Fue emocionante comprobar que el paso del tiempo –en apariencia una vida, en realidad sólo unos años– ha ido dejando tras de sí un rastro de transformada firmeza, de anhelo de pureza espiritual, de serena conciencia de las heridas, de renovada juventud.

Muchos de los asistentes eran partícipes del cariz de nuestro reencuentro, y nos arroparon con afecto e interés. La cena posterior, un prodigio de amabilidad de los anfitriones, fue otra apoteosis gozosa con personas entrañables. Otros no pudieron estar, aunque hubieran querido.

Me dio por pensar que no estamos lejos de asemejarnos a los hetairoi que coprotagonizan la historia de Hipatia de Alejandría. Ellos constituían un grupo de camaradas guiados por la misma búsqueda intelectual, científica y espiritual, que Hipatia –llamada por Sinesio hermana, maestra y madre, bienaventurada– supo unir en la conciencia de su radical hermandad. Quizá también nosotros seamos hetairoi. Claro que lo somos: hermanados por una llamada que nos supera, que nos levanta de nuestra pobreza y día a día nos renueva.
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En la imagen: catarata Kjofossen, por Jürgen Kurlvink (fuente: flickr.com).

jueves, 3 de diciembre de 2009

Por una auténtica economía sostenible



José Luis Rodríguez Zapatero ha presentado en el Parlamento español una esperada novedad. Se trata de la Ley de Economía Sostenible [LES], cuyo anteproyecto fue aprobado el pasado viernes. La LES ha de poder convertirse en el vehículo capaz de reorientar la economía española hacia un nuevo paradigma, dado que el actual modelo productivo ha demostrado su incapacidad para asegurar un crecimiento duradero.

Se trata, pues, de ofrecer un marco normativo que permita vehicular un nuevo modelo. Un marco normativo es una estructura jurídica racionalmente organizada con arreglo a una idea rectora (una estructura, no una sucesión de disposiciones más o menos conexas). Un cambio de modelo productivo consiste en modificar la orientación de las actividades, en orden a alcanzar cierta cantidad y cualidad en los bienes o servicios que se consigue con el trabajo.

Sobre esta base, opino que la esperada Ley es poco más que un flatus vocis: una emisión de aire (eso sí, solemne). No es que las medidas que la LES incluye me parezcan erróneas: está muy bien que se acelere y abarate los trámites para crear empresas, que se fomente las rehabilitaciones arquitectónicas y las prácticas relacionadas con el ahorro energético, o que se procure moderar el gasto en las administraciones públicas. Nada en contra. Pero la ley debía convertirse en un marco normativo para lograr un cambio de modelo económico.

Un cambio real debería pivotar, a mi modo de ver, sobre la educación y la investigación. Resulta prioritario fomentar las condiciones necesarias para que los jóvenes, preparados a la altura de nuestro tiempo, se incorporen a proyectos (individuales, empresariales, institucionales) capaces de producir cultura, bienes y servicios de forma inteligente, solidaria, innovadora. Los Presupuestos generales del Estado para 2010 han reducido drásticamente la asignación al ministerio de Ciencia y Tecnología. Algunos analistas afirmaron entonces que dicha reducción podría verse compensada por una batería de medidas incluida en la LES. Por eso esperaba yo con interés las primeras declaraciones oficiales al respecto.

Pero no hay en la LES ambición real de cambio de paradigma, ni un proyecto progresista. Parafraseando a Juan Carlos Jirauta y Juan Manuel de Prada –ayer, en La tarde con Cristina–, la política española se parece cada vez más a una sucesión de macguffins [término de Hitchcock que alude a una excusa argumental que en sí no posee relevancia] o, si se prefiere, de inanes fistros [Chiquito dixit].

El cambio económico ha de provenir de una renovación moral, que priorice lo importante: la preparación esforzada y competente de los jóvenes, la dignidad de las condiciones laborales, la ética en las relaciones profesionales, la redistribución responsable de la riqueza, el valor de la cultura, la reprobación social de la usura y del despilfarro... La crisis actual ha mostrado con claridad meridiana que la especulación –nutrida de consumismo irresponsable– conduce a burbujas que fácilmente explotan. ¿Aprenderemos la lección? ¿O seguiremos entreteniéndonos con macguffins...?
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En la imagen: “Los Reyes magos son... los banqueros”, por Jaume d'Urgell (fuente: flickr.com).

martes, 24 de noviembre de 2009

Renacer



Ayer recibí un lacónico sms de una persona que me quiere bien, y que tuve el honor de contar entre mis estudiantes. El mensaje sonaba más que escueto: “Escribe”. Escribe, sí. Debo escribir. En mi descargo (por el silencio de las últimas semanas) diré que han supuesto para mí una experiencia del tiempo inédita en su vertical intensidad.

Sólo dos meses y pocos días distan de aquel 18 de septiembre, gozne de una nueva –y ya gozosa– etapa de mi vida. La reorganización en múltiples ámbitos, con la consiguiente quiebra de la rutina, ha provocado en mí una sensación de desfondamiento temporal y de apertura de cauces nuevos y meandros insospechados. La vida fluye enigmática, grave y ligera a un tiempo.

Sí, con gusto obedezco a la categóricamente imperativa estudiante de mi ya antigua Universidad. En realidad, no había dejado de escribir. Una súbita oleada de trabajo me ha mantenido haciéndolo durante las últimas semanas: sobre Kant, sobre Darwin –hoy se cumple el sesquicentenario de la aparición de On the Origin of Species en las librerías de Londres–, sobre Stein, sobre el problema mente-cerebro. Nuevos horizontes se abren. El desfondamiento servía de transición hacia una realidad más vasta. Morir para vivir: la cadencia perpetuamente renovada de la Naturaleza.

Ésta es una de las enseñanzas que las peripecias de los dos últimos meses me corroboran. La exhortación bíblica a no hacerse imágenes de los ídolos de este mundo posee un calado mayor de lo que quizá pensamos. Yo sólo consigo atisbarlo. El idólatra queda aferrado a una representación rígida de lo que le rodea y de sí mismo, que deviene mueca privada de espontaneidad. Ningún proyecto, ninguna imagen compensa esa privación. La libertad espiritual, tal y como la entiende el Cristianismo, aúna la grave responsabilidad de sí con una despreocupada confianza en la Providencia. He ahí el fundamento de una perseverancia insobornable e ingrávida. A ese volar libre se le llama nacer de lo alto.
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Ilustro esta entrada con una perspectiva de la costa mediterránea, que tomé junto a La Manga del Mar Menor (Murcia) el 01/11/2009.