lunes, 2 de abril de 2012

Fuera etiquetas















Frente a la incerdidumbre que producen los cambios tendemos a fabricar etiquetas que nos den sosiego; nos ayudan a generar orden y hallar estabilidad. Los seres humanos somos así. Pues bien, creo que la omnímoda crisis va a traer consigo una deconstrucción de algunas etiquetas políticas y sociales que parecían consolidadas en nuestro imaginario colectivo. Pongo un ejemplo relacionado con la economía.

La dinámica generada por la volatilidad de puestos de trabajo, debida a variables que escapan tanto al trabajador como en muchas ocasiones al empleador factores como la competencia de economías emergentes, con otras tablas salariales y concepciones distintas de los derechos laborales, mina el fomento del trabajo entendido como realización personal y como expresión de la dignidad de la persona; más bien lo convierte en mercancía de usar y tirar. Frente a este problema el del capitalismo sin freno que pivota en torno a un dinero que no tiene patria, Pío XI dixit la doctrina social de la Iglesia ha sostenido, desde sus inicios hasta la reciente Caritas in veritate, la necesidad de un Estado fuerte frente al mercado. Con ella coinciden los análisis, representativos del punto de vista de la socialdemocracia, que leo a menudo en el diario El país así como varias reivindicaciones del ala comunista del movimiento 15-M. Hace poco presencié de nuevo esa convergencia en un programa emitido por una cadena televisiva que se autocalifica de derechas: "Lágrimas en la lluvia", dirigido por Juan Manuel de Prada en Intereconomía, que el pasado 18 de marzo giró en torno a un film atípico y bienhumorado (Los liros del valle, con un Sidney Poitier en estado de gracia).

Uno de los contertulios, Raúl González Fabre, sugirió que vivimos un viraje económico-institucional similar a los que tuvieron lugar en Europa en torno a 1250 (con el preámbulo de la transformación burguesa) y a 1750 (con la transición de la revolución científica a la industrial), coyunturas que desencadenaron sendas crisis y correspondientes movimientos de indignados (la orden franciscana y las distintas variantes del socialismo, respectivamente). Hoy la vía se encontraría argumentaba del lado de una gobernanza económica global que permita recobrar las condiciones para un justo desarrollo del trabajo. Ayer, Fernando Vallespín aludía al "reforzamiento de la política que ofrecería una gobernanza europea digna de ese nombre", cosa que a su juicio "sólo parece creíble desde la socialdemocracia" como portavoz "de quienes no se resignan a aceptar que la política siga al arrastre de los mercados" (El país, 01.04.2012, p. 27). Ideas que, entre otros, puso en circulación hace algunos años Jürgen Habermas en Alemania.

¿Qué vamos a hacer con los pulcros deslindes ideológicos que tanto nos habían sosegado ante la incertidumbre? ¿A dónde iremos a parar con nuestras etiquetas...? Quizá al mejor sitio posible: a su deconstrucción, para aprender a escuchar a la vida sin prejuicios.

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En la imagen: "Enredada", fotografía de (Lolita).8 (fuente: flickr.com).

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