miércoles, 28 de septiembre de 2011

La solidaridad y la JMJ
















Algunas reacciones ante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid han puesto al descubierto jugosas contradicciones de la sociedad española. Particularmente, de cierta mal llamada izquierda. Porque si algo caracteriza a los programas socialdemócratas, de los que me siento muy cercano, es su vocación de promover la solidaridad entre las regiones y los países, frente al individualismo o al nacionalismo propios de la extrema derecha o incluso de la izquierda radical.

Sin embargo, ciertos grupos de esa izquierda espuria manifestaron un visceral rechazo a la celebración de la JMJ. Constatarlo ha provocado en mí no poca perplejidad. El ruido mediático pivotó en torno a las acusaciones sobre la financiación, que resultaron ser un fiasco. El 16 de agosto, la prensa se hizo eco de las declaraciones oficiales del Gobierno, a través de José Blanco, que corroboraban lo ya sabido: lejos de generar gasto neto al Estado, la JMJ proporcionaría beneficios que incluso podrían doblar las inevitables inversiones (asumidas, en todo lo posible, por agentes privados y por la propia Iglesia).

Pero hay más tela que cortar. La Iglesia católica está ofreciendo una ayuda ingente a los sectores más castigados por la crisis económica, ayuda que se cuenta por miles de millones y procede de donativos. Nada de extrañar: la solidaridad se encuentra en el corazón del Evangelio. La JMJ constituye, en este sentido, una escuela de fraternidad que rebasa las fronteras de países y lenguas para promover una comunidad cosmopolita y abierta a la diferencia.

Entender la JMJ como una demostración de fuerza –aquí pudo residir la inquietud de algunos– deforma su estructura esencial. No son ejércitos esas multitudes de jóvenes; no buscan imponer su fe, sino profundizar en ella. Esto se refleja, en muchísimos casos, en un compromiso activo con la construcción de una sociedad más justa y pacífica. Rechazar algo así denota inquinas ancladas en un tiempo que no es el nuestro, prejuicios que mal se compadecen con una opción sinceramente solidaria. Rémoras de las que nos hemos de desprender para progresar.  

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En la imagen: detalle del aspecto que ofrecía Cuatro Vientos durante la tarde del sábado 20.08.2011 (fuente: http://www.madrid11.com/).

sábado, 3 de septiembre de 2011

Lavorare instancabilmente








Per seconda volta e con grandissimo piacere ho letto il romanzo di Fiodor Dostoievskij I fratelli Karamazov. E l'ho fatto di nuovo nella traduzione di Maria Rosaria Fasanelli pubblicata presso Garzanti: per me le parole del maestro russo risuonano nella lingua del Dante.

Che tesoro, quello delle vicende di Dimitrij, Ivan e Alioscia, che si intrecciano con le inquietudini di ogni uomo ed epoca! Imparai a conoscerlo durante il mio soggiorno romano grazie alle lezioni di O'Donnell sul problema del male. Di acqua ne è passata sotto i ponti, ma ogni volta getta luce nuova sulla mia vita.

Quest'estate erano le parole dello starec Zosima a colpirmi specialmente. Più volte consiglia Alioscia di lavorare, di lavorare senza posa. Se ne trova la ragione ultima nella sua risposta alla disperata vedova Chochlakova: è dall'amore attivo che scaturisce la fede - l'esperienza dell'amore cioè apre la via della conoscenza di Dio ad ogni uomo, credente o meno. Poi è la fede a rendere più saldo l'amore umano, spesso così fragile ed esitante. Zosima-Dostoievskij si schiera così contro la tesi di Ivan (e di certa interpretazione di Nietzsche o dell'esistenzialismo) sulla morte di Dio

Anch'io mi trovo così all'inizio di quest'anno accademico: chiamato a lavorare instancabilmente succeda quel che succeda, spinto ad aggiungere il mio granellino di sabbia ("la mia cipollina", direbbe Alioscia) alla costruzione di una società nuova e migliore. Ecco perché la peripezia dei Karamazov è stata per me un aiuto rinnovato e un soffio d'aria fresca. 

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Immagine: copertina de I fratelli Karamazov nella seconda edizione della traduzione di M. R. Fasanelli presso Garzanti (2008).   


martes, 23 de agosto de 2011

Sin miedo


Esta entrada hace las veces de aperitivo. Durante el mes de septiembre comentaré varios aspectos jugosos de las Jornadas Mundiales de la Juventud concluidas el pasado domingo. Pero hasta entonces aún falta un trecho (el último de mis vacaciones) y no quiero dejar pasar más tiempo sin escribir algún apunte sobre las JMJ. Y es que esta vez he tomado parte en las Jornadas como voluntario - concretamente, en una sección de nombre excitante: el ERI (Equipo de Reacción Inmediata, ahí es nada).

¡Qué hermoso ha sido conocer a los voluntarios JMJ de Madrid (a unos pocos de los casi treinta mil)! Me quedo admirado y edificado por su dedicación, su capacidad de sufrimiento, su solidaridad. Y por los silencios. Resulta muy difícil despejar el espacio interior cuando uno se halla inmerso en tareas o rodeado de multitudes. No se me olvidará el recogimiento de mis compañeros mientras seguíamos la vigilia de oración (a través de la tele: ¡estábamos de guardia!). Al día siguiente pude comprobar, durante la eucaristía en Cuatro Vientos, cómo el silencio recogido por los micrófonos no se restringía al escenario: impresionaba constatar la atención con la que cientos de miles de peregrinos escuchaban y oraban juntos.

Tampoco echaré en saco roto el jolgorio y la resistencia gozosa durante la tormenta del sábado. Fue realmente divertido ver la fiesta general y la sonrisa de complicidad del Papa en la que él caracterizó como una aventura vivida juntos. Como si glosara las palabras con las que inauguró su estancia: "Yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz". Gracias a Benedicto XVI por preocuparse activamente por la juventud. Gracias a los peregrinos. Y gracias a los voluntarios por el ejemplo que me dáis.
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En la imagen: una jovencísima voluntaria de las JMJ Madrid 2011 (fuente: madrid11.com).

martes, 5 de julio de 2011

El tragaluz



Termino de releer la pieza teatral de Antonio Buero Vallejo El tragaluz (1967) con motivo de la tertulia que le hemos dedicado en el Club de lectura de la Universidad. Recuerdo que cayó en mis manos mientras estudiaba el Bachillerato. Me produjo una honda impresión, que no ha hecho sino crecer con el tiempo.

El tragaluz posee los ingredientes requeridos para cautivar: a los pliegues interiores de unos personajes verídicos en su complejidad (en particular El Padre, Vicente y Mario) se suma el progresivo desvelamiento de una serie de enigmas que atañen a la ambivalente relación de Encarna con los dos hermanos, a la intrahistoria de la familia, a la causa de la locura del Padre. Me fascina que la acción se enmarque en un experimento. Asistimos a la proyección de unas imágenes reconstruidas desde el futuro a partir de las trazas que los hechos dejaron en la trabazón física del cosmos. Él y Ella, los investigadores, nos advierten de que lo que ante nosotros sucede (“realidad total”) responde a un proyecto.

Se trata de recuperar las historias singulares que nos precedieron. De mirar la Historia a través de sus ojos, para así evitar caer en los errores del pasado: comprendiendo lo que hicieron, compadecernos de ellos –inocentes y culpables– para así reconocernos como sujetos de acciones de las que otros se apiadarán en el futuro. Y este ejercicio de piedad universal entraña un proyecto ético de renovación:

ELLA. Nos sabemos ya solidarios, no sólo de quienes viven, sino del pasado entero. Inocentes con quienes lo fueron; culpables con quienes lo fueron. (…) Condenados a seleccionar, nunca recuperaremos la totalidad de los tiempos y las vidas. Pero en esa tarea se esconde la respuesta a la gran pregunta, si es que la tiene. (…) Ese eres tú, y tú y tú. Yo soy tú, y tú eres yo.

Recuperar El tragaluz ha sido una suerte.

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En la imagen: "Miré esperando ver tu rostro", por Gato Verde (fuente: flickr.com).

viernes, 1 de julio de 2011

I girasoli














Ieri ho riavuto il piacere di godermi il capolavoro di Vittorio De Sica I girasoli. Si tratta di una coproduzione italo-francese-sovietica, con sceneggiatura di Tonino Guerra, Cesare Zavattini e Giorni Mdvani, uscita nel 1970. Rivedere questo film mi ha convinto di quanto fosse lungimirante l’approccio propiamente politico del regista sorano. De Sica ci porta in un rigoglioso campo di girasoli in Russia... un campo dove sono sepolte le salme dei soldati italiani caduti nella seconda guerra mondiale ma che simboleggia anche la sorte degli scomparsi, degli smarriti che non sono più tornati a casa. E ci permette di assistere alla vicenda personale di uno de loro, Antonio (Marcello Mastroianni), al suo sposalizio con Giovanna (Sofia Loren), alla sua scomparsa e al suo ritrovamento. Il film ci lascia avviliti, consapevoli dell’amara certezza che quel racconto è stato soltanto uno fra migliaia che la follia della guerra lasciò dietro di sé in quel campo sterminato dalla bellezza struggente.

Ho l’impressione che quello che conosco della precedente filmografia di De Sica sia quasi stato una preparazione a questo film: dalle deliziose commedie (ad esempio, la pentalogia Pane, amore e..., i racconti appartenenti a Ieri, oggi, domani) e i drammi neorealisti (Ladri di biciclette o Miracolo a Milano) alle tragedie belliche (come La ciociara) il suo linguaggio filmico si affina sempre di più e sboccia in un racconto misurato e accattivante che in certo senso riassume le inquietudini di un’epoca. Oggi come ieri, guardare in faccia gli orrori della guerra ci può aiutare, in questi momenti di smarrimento politico in Europa, a riacquistare le forze che occorrono per cercare accordi ragionevoli e creativi.

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Immagine: “I girasoli”, fotografia di Sinthonia (flickr.com).

martes, 28 de junio de 2011

Los ojos de la lechuza



















Una de mis queridas ex alumnas me hizo notar ayer que llevo demasiado tiempo sin escribir en el blog. ¡Tiene razón! Las últimas semanas me han visto deambular por la piel de toro como filósofo itinerante: de Elche a Madrid, a Valencia, a Asturias. En Madrid tuve ocasión de encontrarme –un jueves por semana– con un cualificado grupo de profesionales entusiasmados por los vericuetos del pensamiento: la Escuela de Filosofía acogió un ciclo de charlas (“La neurociencia como desafío filosófico”) que para mí constituyó un auténtico aliciente intelectual por el clima de reflexión y el interés de sus “estudiantes” – en muchas cosas, fabulosos maestros.

La ciudad del oso y el madroño fue también escenario de un estupendo congreso (“Filosofía de la inteligencia”) organizado por la Universidad CEU San Pablo. Allí pude reencontrar a queridos amigos y tomar parte en discusiones que de nuevo supusieron para mí un acicate. Todo esto contribuye, a su manera, a pergeñar el horizonte del libro en el que estoy trabajando, mi Neuroantropología, que me llevará varios años de ilusionante trabajo. Lo mismo ha ocurrido con el simposio de la Asociación de Filosofía y Ciencia Contemporánea, que nos reunió en Ribadesella (Asturias) en una apretada constelación de ponencias y amistad filosófica.

La filosofía es un viaje interior… y, a veces, también geográfico. En esto, el balance de mi vida no me acerca tanto a la sosegada inmovilidad del filósofo de Königsberg como a la itinerancia existencial de otros pensadores que recorrieron la geografía europea mientras se ocupaban de asuntos filosóficos, científicos o políticos. De un modo o de otro, los ojos de la lechuza buscan claridad y comprensión, y esta tarea nos hermana a todos –ayer y hoy– en una hermosa búsqueda.

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En la imagen: “Barn owl”, en fotografía de Wolfpix (fuente: flickr.com).

miércoles, 25 de mayo de 2011

Elecciones municipales y autonómicas en España / 2_Tomar nota de la pluralidad real

















Los análisis realizados al socaire de los comicios están desenterrando cuestiones de interés para la comprensión de la cosa pública en España. En la Tribuna de El mundo de hoy, Antonio García Santesmases publica un extenso artículo de opinión bajo el título “La emergencia de una nueva izquierda”. García Santesmases fue mi profesor durante los cursos de Doctorado en la UNED; lo aprecio por su talante y por su enseñanza.

A lo largo del texto aparece una panorámica de las cosmovisiones políticas que me da que pensar. “En España,” apunta el autor, “después del 22 de mayo se dibujan dos mundos y dos universos. Una fuerte cultura de derechas liberal, conservadora, católica, que tiene grandes diferencias en su concepción de la nación pero que tiene grandes coincidencias en las medidas empresariales, fiscales y laborales que hay que desarrollar. Frente a ese bloque hegemónico una socialdemocracia que sabe que, a partir de ahora, el voto útil no funciona para la nueva generación” (El mundo, 25/05/2011, p. 23). A esa izquierda se sumaría el contingente de indignados que replantea “muchas de las reivindicaciones de la izquierda radical: la separación Iglesia-Estado; el apoyo a la memoria republicana; la defensa de los derechos sociales; la apuesta por una banca pública; la crítica a una Europa sometida a los dictados del capital”.

Yo diría que esta visión se nutre del mismo problema que Santesmases intenta desentrañar. La realidad es mucho más plural y compleja. Comenzando por la atribución de etiquetas que he reproducido supra: ¿son los liberales católicos? ¿Son los católicos liberales? No existe una identificación, en línea de principio, entre ambas visiones de la realidad (a menos que se reduzca ‘católico’ y ‘liberal’ a una mera caricatura); tampoco existe esa equivalencia en el plano de los hechos, como demuestra la extracción de algunos partidos políticos. ¿Constituye la separación Iglesia-Estado una seña de identidad de la izquierda radical? Cualquier cristiano que se precie de serlo identifica ese contubernio como algo profundamente ajeno a la fe. La defensa de los derechos sociales, ¿integra un patrimonio exclusivamente “de izquierdas”? A la vista de la política globalizada –y, en muchos aspectos, intercambiable– de los distintos partidos, parece que no.

No afirmo que las fronteras ideológicas se hayan diluido; sí, en cambio, que las netas dicotomías aludidas pertenecen a una confrontación decimonónica. Mantenernos en ese imaginario no nos ayudará a avanzar. Atendamos a la pluralidad real de la sociedad y abandonemos enfrentamientos atávicos. Eso sí, con García Santesmases estoy de acuerdo en uno de sus corolarios: la nueva generación abomina del voto útil. Demasiado nos hemos sometido a esa consigna, que ha alimentado el monstruo de lo que Rosa Díez llama el “bipartidismo obligatorio”: una rémora de la que empezamos a desprendernos. Como también lo es, probablemente, que la socialdemocracia haya de ser identificada con el PSOE. La emergencia de una nueva izquierda ha de significar, entonces, algo más que la inmolación –anunciada, pero no por ello menos escalofriante– de un presidente.

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En la imagen: detalle de una de las manifestaciones convocadas por la red “Democracia Real Ya” (15/05/2011). Fotografía de Arribalasqueluchan (fuente: flickr.com).

Elecciones municipales y autonómicas en España / 1_El escándalo de la desigualdad electoral


















La máxima “Un hombre, un voto” resuena en nuestros oídos como el epítome del espíritu democrático: todas las personas en uso de razón han de poder expresar sus preferencias políticas y éstas se deben reflejar con pareja equidad en la composición de los órganos de gobierno. Sobre este principio descansa la representatividad del poder legislativo, basada a su vez en la común e igual dignidad de todos los ciudadanos que lo sustentan. No es perfecto, pero sí una herramienta decente.

Un análisis sencillo de los datos arrojados por el escrutinio en las elecciones municipales y autonómicas desvela graves desajustes. En el ayuntamiento de Madrid, 119.417 votos equivalen a 5 concejales –los obtenidos con esa cifra de votantes por UPyD–, los mismos que obtiene EA-Bildu en Irún con sólo 4.406 votos. En Vigo, 61.616 votos se traducen en 13 concejales para el PP, número idéntico al que el mismo partido obtiene por 20.787 papeletas en Santiago de Compostela [fuente de los datos: resultados provisionales publicados por El país, 24/05/2011, p. 37]. El desajuste –por cierto, no el único– se explica por la estructura y baremo de las circunscripciones electorales nacida de la Transición, que beneficia en el primer caso a las fuerzas regionalistas o nacionalistas y en el segundo al voto de las circunscripciones pequeñas.

La asignación de recursos económicos y la visibilidad mediática que se derivan de todo ello deforman claramente la voluntad ciudadana, con al menos dos resultados obvios: (a) la mayor dificultad para un partido nacional pequeño a la hora de lograr representación, como en el caso reciente de UPyD, y la proporcional (y, en principio, inmerecida) ventaja con la que cuentan las pequeñas fuerzas regionalistas o nacionalistas; y (b) la distinta representatividad de la que dispone el voto a una misma fuerza política, dependiendo del tamaño del núcleo de población en el que resida el votante.

Desigualdades tales pudieron tener un sentido cuando en la Transición se decidió favorecer a las fuerzas minoritarias, atendiendo a una cierta sensibilidad hacia la periferia geográfica –que contrastaba con el centralismo del régimen franquista– y a la desventaja de los partidos regionales a la hora de orquestar sus campañas. Hoy, conjurado el centralismo y pudiendo acceder el votante a información detallada desde la aldea más recóndita, esas medidas de compensación se han convertido en un mecanismo obsoleto que mina la estabilidad y la justicia. Son la tenaz carcoma de nuestro sistema electoral. Eliminar esta lacra forma ya parte del programa de algunos partidos. Hoy como ayer, la democracia real no constituye una conquista inamovible sino una tarea de nuestra libertad.
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En la imagen: folleto publicitario de UPyD para las elecciones legislativas de 2008. Fotografía de Multimaniaco (fuente: flickr.com).

sábado, 14 de mayo de 2011

Lorca en el corazón



















Desde la noche del pasado miércoles, los días han estado surcados por una llaga de la que brotan asombro y desolación a la par. Nadie pudo prever que un seísmo conmovería los cimientos de Lorca. Inusitadamente dañino por su carácter superficial y por la confluencia de diferentes circunstancias orográficas, el terremoto ha segado las vidas de nueve personas, ha desalojado a miles de lorquinos de sus hogares, ha asolado el patrimonio urbano y artístico y sumido a todos en el desconcierto.

Lorca es mi ciudad natal. La dejé coincidiendo con el inicio de mis estudios universitarios; sin embargo, nunca la he abandonado del todo: me unen a ella lazos de sangre y de memoria. Estos días se encuentra en el corazón de muchos. Desde que se conoció la magnitud del desastre, desde distintos rincones de España y del planeta he recibido llamadas, mensajes de teléfono móvil y correos electrónicos de personas queridas a las que he procurado responder sin demora y que se interesaban por los míos: se encuentran bien, sólo han sufrido daños materiales en las viviendas, han dejado Lorca –como decenas de miles– mientras no se recobra la normalidad suficiente como para proseguir allí cada uno con sus tareas. La solidaridad desde lejos y cerca, la cercanía simbólica y efectiva, el trabajo in situ de técnicos y fuerzas de seguridad teje la trama de unas jornadas que permanecerán, grabadas a fuego, en la memoria individual y colectiva: son días de fraternidad, de ayuda, de civismo.

Mientras tanto, la perspectiva de la reconstrucción se agiganta a medida que se cobra conciencia de lo que está por venir: el renacimiento de una ciudad postrada, cuyas ruinas milenarias han de ver de nuevo la pujanza de una vida afable y hermosa. __________
En la imagen: interior de la iglesia de Santiago tras el seísmo, en fotografía de A. Periago (fuente: flickr.com).

viernes, 29 de abril de 2011

Sensibilidades políticas
























De vez en cuando me preguntan por mis preferencias políticas. Y de vez en cuando contesto, en persona o a través de este blog, que mi sensibilidad política es de izquierdas. Lo cual da lugar a veces a jugosos malentendidos. El impreciso paraguas conceptual ‘izquierda’ da cabida a cosmovisiones muy diferentes, entre ellas algunas (como el materialismo marxista) que considero inaceptables. Personalmente me siento próximo a la corriente reformadora del socialismo moderno, la socialdemocracia. Ahora bien: este tipo de etiquetas, si se toma en serio, agosta la realidad y la hace ininteligible. No hay personas de derechas ni de izquierdas: en cada uno de nosotros confluyen genealogías culturales que dan lugar a un caleidoscopio interior único, matizado por mil experiencias, iluminado por sendas evocaciones y deseos.

Toda opción honrada (sea “de derechas” o “de izquierdas”) posee en la trastienda una genealogía que la hace comprensible y legítima. La sensibilidad de derechas la muestra cuando, por ejemplo, hace hincapié en el valor de la tradición heredada, sin la cual nuestro presente no sería mejorable. Por eso la democracia ha de consistir en el diálogo entre las sensibilidades políticas de los ciudadanos. Quien emplea las etiquetas ideológicas como armas arrojadizas denota una mentalidad poco democrática y alimenta (conscientemente o no) cierta sintonía con maneras dictatoriales o totalitarias.

Más allá de las múltiples adherencias históricas, la izquierda se ha visto configurada por ideas surgidas al abrigo de ciertos movimientos sociales: entre ellos, el rechazo de los sistemas despótico-ilustrados representados por las monarquías dieciochescas, la sensibilidad hacia los grupos humanos situados en los márgenes de la sociedad industrial o la lucha por el sufragio universal y el acceso general a la educación. Pues bien, estos asuntos me vienen a la mente durante los últimos días, ante el eco mediático internacional del enlace entre los príncipes del Reino Unido (a los que, por otra parte, deseo largos y felices días juntos).

No deja de ser chocante el hecho de que sociedades enfangadas en una crisis económica que se ceba con los desfavorecidos dediquen tanto tiempo y recursos a seguir el trasiego de un selecto grupo de nobles y monarcas extranjeros, resto de los estamentos cuyo estatuto se vio alterado por las revoluciones decimonónicas. Especialmente llamativa me ha parecido la cobertura realizada por medios que se autocalifican “de izquierdas”. La cadena SER ha destacado en Londres a una de sus locutoras estrella, Àngels Barceló, y lleva días glosando con pelos y señales las menudencias del enlace y sus aledaños. Gracias a ella me entero de que el vestido de novia ha sido puesto en caja fuerte y custodiado por dispositivo policial para evitar que el diseño se filtre a la prensa.

¡Qué cosas! Devaneos de la corte. Se trata de un episodio más del panem et circenses, modulado por tiempos de crisis (a menos manducatoria, más espectáculo) y por la ambigüedad propia del marasmo intelectual de las ideologías postmodernas. No me extraña que se produzcan jugosos malentendidos.  
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En la imagen: "15. Naissance de la liberté", por Genevy (welcom) [fuente: flickr.com].

domingo, 24 de abril de 2011

Pascua 2011: renovación y agradecimiento






Dadurch, dass wir unser Leben erneuern,
zeigen wir dass wir Gott dankbar sind

Renovando nuestra vida
mostramos que estamos agradecidos a Dios

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En la imagen, la perspectiva de san Luca (junto a Bolonia) que capté el 27 de mayo de 2010 durante mi "año sabático".

miércoles, 9 de marzo de 2011

Almas ausentes, almas presentes


Acaba de aparecer mi último libro: Filosofía y ciencia en Hipatia. Que la editorial Gredos –con Manel Martos al frente y asesorada por Carlos García Gual– haya apostado por la publicación constituye para mí un motivo de profundo agradecimiento. He querido especialmente este libro, lo he buscado y lo he cuidado como se hace con alguien unido por lazos de afecto: y es que he aprendido a estimar a Hipatia y a Sinesio como a amigos que pueden prestar consejo en épocas de incertidumbre. La redacción del texto tuvo lugar en un período de mi vida –el “año sabático” que comenzó en septiembre de 2009 y concluyó en agosto de 2010– que en el periplo existencial de la pensadora alejandrina y de su discípulo cirenaico encuentra, en cierto sentido, un espejo en el que he podido mirarme y a través del cual ganarme de nuevo.

El libro, con prefacio de Alfonso García Marqués, va dedicado a buenos amigos con quienes compartí las luces y las sombras “de una promesa ahora marchita, que vive en nuestro recuerdo”. In pectore lo he dedicado a alguien más. Alguien de quien bien se podría predicar lo que García Lorca canta en la sección conclusiva de su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (“Alma ausente”):

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Mi tío José falleció hace muy poco. Tenía, como Hipatia y Sinesio, un espíritu inquieto, apasionado por el conocimiento, radical en sus elecciones e indómito. Como Sinesio, él hubiera podido exclamar:

¿Por qué debo yo ser esclavo de una imposición, cuando me es posible disfrutar hasta la saciedad de mi autonomía y llevar mis discursos a donde me parezca que han de llevarse, sin que me juzgue la indiferencia de los oyentes, sino conmigo mismo como mi propia medida? Ésta es la suerte que me concedió la divinidad: estar sin amo y ser libre.

Almas ausentes que tejen la trama eterna de nuestra existencia: almas presentes.

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En la imagen: portada de Filosofía y ciencia en Hipatia (Gredos, Madrid 2011). La cita de Sinesio está extraída de su obra Dión, en la traducción de F. A. García Romero: Himnos. Tratados (Gredos, Madrid 1993, p. 386).

sábado, 5 de marzo de 2011

Desgarrado norte de África




















Durante varios días, y según ACNUR, entre diez y quince mil personas han abandonado Libia. Huyen de la represión con la que un caudillo infame pretende aplastar las ansias de libertad que, en su país como en otros (de Egipto a Túnez), han encendido en sangre y fuego el norte de África.

¡Libia! Un oriundo de esa tierra, con el que me siento hermanado desde que conocí su peripecia existencial y su búsqueda intelectual, se resistió a abandonarla ante el embate salvaje de la corrupción política y la presión de los invasores:

Yo, y es la verdad, envuelto como estoy en los sufrimientos de mi patria, me siento a disgusto en ella, porque lo único que veo cada día son armas enemigas y hombres degollados como víctimas de sacrificio, y lo que respiro es un aire contaminado a causa de la putrefacción de los cadáveres, y lo que sospecho es que voy a sufrir algo semejante, pues ¿quién abrigaría buenas esperanzas cuando el cielo está todo enfoscado, invadido por la sombra de las aves carroñeras? Pero, aun así, quiero a mi tierra. ¿Cuáles, si no, podrían ser mis sentimientos, libio como soy y nacido aquí y teniendo a la vista las venerables tumbas de mis antepasados?

Es Sinesio de Cirene quien escribe estas líneas. Las dirige "a la filósofa", a su entrañablemente querida maestra Hipatia. Están redactadas, en mi opinión, en torno al año 395, durante la primera invasión bárbara: las tribus ausurianas forcejeaban por subyugar uno de los confines del Imperio romano, presa fácil ante el desgarro interno de su trabazón militar y administrativa. La misiva hace la número 124 del epistolario de Sinesio, que fue traducido al castellano por Francisco A. García Romero (Gredos, Madrid 1995, pp. 232s). Concluye con un cariñoso anhelo dirigido a la filósofa, lejana en su Alejandría:

Sólo por ti me parece que podré pasar por alto a mi patria y emigrar, si se me presenta la ocasión.

Emigración, exilio, huida: hoy como ayer, el norte de África en llamas.

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En la imagen: "Teseu matant el Minotaure", mosaico del museo de Cirene, fotografía de Sebastià Giralt (fuente: flickr.com).

lunes, 21 de febrero de 2011

Obcecarse en el error


















Hace poco más de un año (el 10 de febrero de 2010) publiqué un post bajo el título "¿Elecciones anticipadas?”. Sopesaba los argumentos a favor y en contra de un adelanto de la convocatoria electoral, mecanismo con el que no simpatizo porque introduce un elemento de arbitrariedad en la marcha de una democracia. Hoy estamos en condiciones de dar una respuesta más precisa.

La emergencia más perentoria de nuestro país tiene que ver con la economía: con la generación de empleo, la contención del gasto público, el saneamiento del marco financiero o la liberación de liquidez para las empresas. Esta coyuntura deriva de una grave corrupción moral, origen de la especulación salvaje en el mercado inmobiliario y de una corrupción política desbocada tanto en las cuentas de las autonomías como en el clientelismo chantajista de distintos partidos. Todo ello ha desembocado en una insolvencia acuciante para muchos, personas de carne y hueso que sufren en sus seres queridos el zarpazo de la impotencia.

Una noticia publicada hoy por el diario El mundo viene a confirmar lo que ya sabíamos. La dureza específica de la crisis española podía haber sido evitada. No se trata sólo –como algunos han martilleado machaconamente– de un impredecible e imparable fenómeno mundial. Había sido ya diagnosticado y comunicado oficialmente en 2006.

El 26 de mayo de ese año, los inspectores del Banco de España enviaron un informe al ministerio de Economía, en cuyo registro quedó datado a las 13:03 h. Las posibles evoluciones adversas relativas a la sostenibilidad de las entidades bancarias, la burbuja financiera y el endeudamiento familiar quedaban recogidas en ese documento, del que El mundo publica hoy un extracto (pp. 30-31). El Gobierno hizo oídos sordos. Más aún, negó tajantemente la mayor: lo hizo Rodríguez Zapatero en numerosas ocasiones; también Pedro Solbes, en aquel aciago debate televisivo previo a las elecciones generales de 2008: “Hablan de crisis (…) incluso de recesión, que ya a veces resulta incluso un poco molesto… Nada más alejado de la realidad” [ver transcripción íntegra].

Que aquellas sucesivas negaciones no sólo contradijeran las voces de expertos economistas sino también ese informe del Banco de España delata un ocultamiento de información y una lejanía de la cordura política que admite dos diagnósticos, a cual más inquietante. En el primero, todo se debe a la bisoñez del equipo de gobierno, que le incapacitaba para tomar medidas adecuadas; en el segundo, la inexperiencia cede el paso al oportunismo. Por un atajo u otro, el Ejecutivo se ha situado en la encrucijada de la deslegitimación: no de otro modo se puede calificar su instalación –culpable o no, pero dañina y obcecada– en el error.
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En la imagen: “I am the eye in the sky”, fotografía de Arslan (fuente: flikr.com).

viernes, 4 de febrero de 2011

Un hombre cuerdo y piadoso
























Ayer tuvo lugar, en la Universidad "Cardenal Herrera" de Elche, la primera de las presentaciones de un libro excelente: la Teoría de la cordura y de los hábitos del corazón escrita por Higinio Marín (Pre-Textos, Valencia 2010). Fue una reunión de amigos que –así se me antojaba, y así lo dije– no hemos dejado de estar co-presentes los unos a los otros. Por eso se le ajustaba bien el pasaje en el que Higinio trae a colación las fiestas que Mrs. Dalloway celebraba en la novela homónima:

«Virginia Woolf narra cómo el marido y el mejor amigo de Clarissa Dalloway disculpan condescendientes su afición a celebrar fiestas. Clarissa, ofendida, se enfrenta interiormente a la pregunta sobre el sentido de tales fiestas que, según admite, le gusta organizar “sin razón alguna”. Y “lo único que Clarissa podría responder (y no cabría esperar que nadie la comprendiera) era: son una ofrenda. Allí estaba Fulano en South Kensington; Zutano en Bayswater; y otro, digamos, en Mayfair. Y Clarissa sentía muy continuamente la noción de su existencia, y sentía el deseo de reunirlos, y lo hacía”.» (Pp. 139-140)

Allí estaban Enrique en Cieza y Elche; César, en Elda, en Elche y en todas las otras localidades que le requieren por su cargo; y el propio Higinio en Valencia y en Murcia. Personas de cuya existencia siento muy a menudo la noción. La Teoría de la cordura de Higinio nos reunió ayer rodeados de amigos, como en una fiesta solemne, en torno a algunos de los hilos conductores de la reflexión filosófica sobre el ser humano. Y fue una ofrenda entrañable a la piedad y a la fraternidad.

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En la imagen: “De terugkeer van de verloren zoon”, de Rembrandt (1668, museo del Hermitage, San Petersburgo), fotografía de Dalbera (fuente: flickr.com). “Piedad es, desde luego, el sentimiento de reverencia ante los padres y lo ascendiente, pero también es piadoso el impulso a suplir su flaqueza y asistir su decadencia. En la pietas romana el origen se venera por su fuerza y su debilidad, porque de él se procede y porque, de algún modo, queda pendiente y expuesto a nuestra defensa y cuidado. En la piedad el nacimiento y la muerte, lo creciente y lo menguante se miran comprendiéndose” (Teoría de la cordura, pp. 84-85).

lunes, 24 de enero de 2011

Abrirse al mundo
























Acabo de volver a ver El último emperador, de Bernardo Bertolucci. En el film se recrea la melancólica historia del último vástago de la última familia imperial china. Cada nuevo escenario agudiza el aislamiento de un heredero de otra época, alma perdida en una jaula de la que cada vez resulta más difícil salir: desde el espléndido introito en la Ciudad prohibida hasta el palacio de gobierno en la Manchuria controlada por Japón, Pu-Yi vaga en busca de arrebatadas glorias que sólo habitan en su infancia y en la añoranza de la madre arrebatada.

A pesar de los veintitrés años transcurridos desde el rodaje y del contraste con las actuales posibilidades técnicas de retoque digital, el film no ha perdido un ápice de maestría técnica a los ojos del espectador de hoy. Mientras lo veía, un pensamiento se me hacía una y otra vez presente. Me fascina la apertura al mundo de un director que se embarca en la empresa de rodar un relato que se halla tan alejado de su imaginario cultural, tanto como el entronizado Pu-Yi infante lo está del anciano que apura sus días como jardinero en el Pekín de Mao.

Esta semana finalizan mis cursos del primer semestre con mis queridos estudiantes de Educación. No he dejado de repetirles que para ellos resulta vital la apertura al mundo: no en vano el símbolo de sus estudios es un globo terráqueo. Sólo puede enseñar aquél que ha sentido el arañazo profundo de la curiosidad, el ansia de saber la verdad del mundo: ese ideal inalcanzable en toda su amplitud al que, sin embargo, no podemos renunciar si queremos vivir humanamente.
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En la imagen: "Inside the Forbidden City", por Johey24 (fuente: flickr.com).

sábado, 1 de enero de 2011

El tiempo de la danza: mi felicitación de Año nuevo


















Empezar el año asistiendo a la retransmisión del concierto de Año nuevo desde la Musikverein de Viena devuelve al tiempo su sentido primigenio: el de ser tiempo para la danza. Quien lo vive se olvida de sí, en un gozoso automatismo que deja espacio a la acción para entregarse a la acogida del otro: es el tiempo del amor y de la paz. Precisamente hoy se celebra la Jornada mundial por la paz. A estas convergencias se añade que acabo de terminar de leer El tiempo de la danza, obra del polifacético intelectual italiano Paolo Bertezzolo [Il tempo della danza. Storie per chi vuole sperare, Gabrielli Editori, Verona 2004].

En El tiempo de la danza se entrelazan una serie de relatos aparentemente lejanos entre sí: las vicisitudes vitales y filosóficas de Hipatia de Alejandría y su discípulo Sinesio de Cirene, la segunda guerra mundial y la campaña del ejército italiano en África, la posguerra y la paulatina articulación del sistema sindical y de partidos en Italia – hilos argumentales engarzados por la admirable y amarga historia de amor y de compromiso social protagonizada por Guido Biancardi, en el escenario entrañable de las aldeas y ciudades del Véneto. La compleja urdimbre diegética no obsta para que emerja con vigor una reflexión de largo alcance sobre el sentido de la historia, el valor de la política y el modo en que contemplación y acción se hallan enlazadas.

Todo ello se perfila sobre el trasfondo de una penetrante perspectiva sobre la esencia del cristianismo y su insoslayable relación con la laicidad: “El Dios que se ha manifestado en el Sinaí no pide violencia. Pide, esto sí, que nos liberemos de los dioses. Es decir, que nos liberemos de los falsos absolutos, que sepamos contemplar todas las cosas en su justo valor, que es siempre relativo. He aquí porqué la laicidad, que es esta capacidad de aprehender el justo valor de las cosas y de no absolutizar jamás ninguna de ellas, afecta íntimamente a la fe” (pp. 368-369). Estas palabras de Guido entrañan una tarea secular de la conciencia cristiana y una radical llamada de atención sobre la radicalidad del Evangelio, sobre su independencia de una u otra forma mentis culturalmente mediada.

Con esta obra, de hermosura cautivadora y punzante, el autor se revela como auténtico discípulo de Sinesio y se refleja por su medio en el fascinante espejo de Hipatia. “Dos son las partes de la filosofía”, afirmaba Sinesio, “contemplación y acción”. Como si se hiciera eco de estas palabras, recogidas en una carta escrita hace mil seiscientos años, Bertezzolo apunta finalmente al amor como fuente oculta de la que mana toda renovación radical de la historia: “El amor te puede asegurar que es posible cambiar el curso injusto del mundo. La totalidad a la que tiende suscita la pretensión de una condición humana feliz, sin engaños, sin violencia ni dolor. Es capaz de hacerte actuar de manera potente contra lo que no funciona. Porque sabes que esa condición no es un sueño. La puedes vivir ya aquí. Entonces entiendes que las injusticias y los sufrimientos son intolerables y que no prevalecerán”.

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En la imagen: Goldener Saal, Wiener Musikverein, fotografía de d6g (fuente: flickr.com).

Il tempo della danza: auguri di Capodanno per i miei lettori italiani


Iniziare l’anno vedendo la ritrasmissione del concerto di Capodanno dalla Musikverein di Vienna restituisce al tempo il suo senso primordiale: quello di essere tempo per la danza. Chi così lo esperisce dimentica se stesso in un gaudioso automatismo che lascia spazio all’azione per consegnarsi all’accoglienza dell’altro: è il tempo dell’amore e della pace. Oggi appunto viene celebrata la Giornata mondiale per la pace. A queste coincidenze si aggiunge il fatto che ho appena finito di leggere Il tempo della danza. Storie per chi vuole sperare, del polifacetico intellettuale di Calto (Rovigo) Paolo Bertezzolo [Gabrielli Editori, Verona 2004].

Ne Il tempo della danza si incrociano racconti diversi, apparentemente lontani tra di loro: le vicende vitali e filosofiche di Ipazia d’Alessandria e del suo discepolo Sinesio di Cirene, la seconda guerra mondiale e la campagna africana dell’esercito italiano, il dopoguerra e la progressiva articolazione del sindacalismo e del sistema dei partiti in Italia, fili narrativi allacciati dalla mirabile e amara storia di amore e impegno sociale protagonizzata da Guido Biancardi sullo sfondo tanto caro dei paesi e le città del Veneto. La complessa trama del racconto non impedisce che vi emerga vigorosamente una riflessione di vasta portata sul senso della storia, sul valore della politica e sul modo in cui sono unite la contemplazione e l’azione.

Tutto ciò si staglia sullo sfondo di una prospettiva lungimirante sull’essenza del cristianesimo e il suo rapporto con la laicità: “Il Dio che si è manifestato sul Sinai non chiede violenza. Chiede di liberarci dagli dèi, questo sì. Di liberarci, cioè, dai falsi assoluti, e di saper vedere tute le cose nel loro giusto valore, che è sempre relativo. Ecco perché la laicità, che è questa capacità di cogliere il giusto valore delle cose, e di non assolutizzarne mai nessuna, riguarda intimamente la fede” (p. 368-369). Queste parole di Guido serbano un compito secolare della coscienza cristiana e un richiamo radicale alla radicalità del Vangelo, alla sua indipendenza da cualunque forma mentis culturalmente condizionata.

Con quest’opera dalla bellezza accattivante e anche sconvolgente, l’autore rivela essere un vero discepolo di Sinesio e attraverso di lui si riflette nello specchio affascinante di Ipazia. “Due sono le parti della filosofia”, aveva detto Sinesio, “contemplazione e azione”. Quasi echeggiando queste parole, scritte milleseicento anni fa in una lettera, Bertezzolo addita all’amore como fonte nascosta dalla quale sgorga ogni radicale rinnovamento della storia: “L’amore può assicurarti che è possibile cambiare il corso ingiusto del mondo. La totalità cui tende suscita la pretesa di una condizione umana felice, senza inganni, senza violenza e dolore. E’ in grado di farti operare in modo poderoso contro ciò che non va. Perché sai che quella condizione non è un sogno. La puoi vivere già qui. Capisci allora che le ingiustizie e le sofferenze sono intollerabili e non prevarranno”.

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Julián Marías: por nosotros que no quede


Hoy hace cinco años que nos dejaste. ¡Cuánto ha cambiado el mundo (y nuestro mundo) desde entonces! En su momento te buscamos para conocerte, sin saber que tu quebrantada salud ya impedía un encuentro; tus hijos nos dijeron que estabas prácticamente ciego. ¡Tú, que habías visto tanto y tan lejos! Mientras tanto, las instituciones políticas se resquebrajaban a fuerza de tensar la piel de toro con arribismos e imposturas. Nada nuevo bajo el sol: tú habías conocido todo eso. Y habías dicho: por mí que no quede.

Tu nombre es sinónimo de verdad y coraje en tiempos recios. Tu búsqueda intelectual, reflejada en estudios sobresalientes (en particular, en el ámbito de la antropología filosófica), estuvo flanqueada por un insobornable compromiso con la realidad de lo que es y lo que debe ser. Por eso, al modo de otros próceres como Unamuno, incomodaste a hunos y a otros. Pero por nosotros, los que apreciamos la armonía unívoca de tu vida y tu obra, que no quede.

Por mí que no quede: éste era el sentido de tanto de lo que hizo Julián Marías. En el diario El mundo de hoy ha aparecido una penetrante semblanza del filósofo madrileño, escrita por Ignacio García de Leániz (autor de otras “Tribunas” certeras y brillantes). ¡Cuánto bien hace rememorar a un hombre como él! Aviva el anhelo de resucitar el horizonte prístino al que los seres humanos estamos llamados. Sólo en una cosa García de Leániz no tiene razón. Después de aludir a la conmovedora despedida de Marías y Julián Besteiro, recogida en las memorias del filósofo (Una vida presente), la caracteriza como un episodio indispensable que contribuiría como pocos a una educación para la ciudadanía; y añade: “Aunque mucho me temo que de nada servirá la sugerencia”. Craso error: sí sirve. Al menos un poquito. Ya sé qué voy a leer estas Navidades. 
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En la imagen: portada de Una vida presente (Páginas de espuma, Madrid 2008).

lunes, 22 de noviembre de 2010

Los sentimientos del presidente

Siguiendo la estela de las últimas semanas, rica en entrevistas a líderes políticos (Felipe González, Barack Obama), El país publicó ayer la segunda conversación en lo que va de año entre su director, Javier Moreno, y José Luis Rodríguez Zapatero. Salta a la vista que Moreno parte de una clara constatación de la debilidad del gabinete presidido por Rodríguez Zapatero. Con insistencia le reprocha sus cambios de opinión y los vaivenes de sus políticas económica e internacional; abiertamente le contradice en distintas ocasiones. Al mismo tiempo, muchas de sus preguntas están orientadas a indagar no en la objetividad de los hechos y de las graves tareas que el Gobierno tiene a la vista sino en la faceta íntima del presidente: en lo que sintió este o aquel día o ante esta decisión o aquella otra. Por curiosidad de archivero he recopilado algunos botones de muestra: “¿Cómo recuerda la noche del 9 de mayo?”, “¿Le costó decir sí?”, “¿Se sintió abandonado por sus amigos en Europa?”, “¿Recuerda qué sintió mientras bajaba de la tribuna del Congreso de los diputados (…)?”, “¿No sintió que estaba traicionando a aquellos ciudadanos que le habían creído (…)?”, “¿Ha sentido impotencia en algún momento (…)?”, “¿No se arrepiente nunca de hacer predicciones que luego resultan ser erróneas?”, “¿No siente que declaraciones de ese tipo acaban dañando su reputación personal?”, “¿No siente que necesita sincerarse con los españoles (…)?”.

Me pregunto si esa manía del director de El país por los sentimientos del entrevistado no responde a un solapado interés psicoanalítico. Como si, dada por hecha la defenestración política de Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones generales, el presidente sirviese ahora como individuo de prueba a la hora de analizar los procesos psicológico-políticos de toma de decisiones, de frustración y de reconocimiento (o no) de los propios errores. Rodríguez Zapatero supera con holgura el test y se las apaña para transmitir una sensación de seguridad y equilibrio. Eso sí, a costa de sobrevolar los indicadores económicos, de dejar completamente al margen los desafíos de fondo (como la educación o la solidaridad entre las comunidades autónomas) y de algunos llamativos errores (por ejemplo, cuando afirma de pasada que “no hemos reducido el gasto en educación” [p. 17, cuarta columna], cosa que contrasta llamativamente con el recorte medio del 8,1% presupuestado para 2011 [ver El país 20.10, p. 10]).

Las dinámicas políticas de la postmodernidad se hallan permeadas de sentimientos, de imagen, de lemas, de marketing, de burbujas vistosas y hueras. La campaña mediática de ZP ha brindado un ejemplo a la historia de nuestro país. Entrevistas como ésta me llevan a pensar en lo que habría podido ser y no fue. En las esperanzas que el nuevo gobierno infundió en muchos de los ciudadanos, entre los que yo me contaba, en aquel ya lejano y convulso marzo de 2004. Fueron momentos de desolación y euforia. Hoy, España está siendo escenario de un acelerado proceso de desmantelamiento de una imagen. Quizá por eso no deja de tener su lógica que emerjan ante nosotros los sentimientos del presidente.

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En la imagen: José Luis Rodríguez Zapatero durante un mitin de Ségolène Royal en Toulouse, 19.04.2007. Fotografía de Guillaume Paumier (fuente: flickr.com).
 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Bienvenido, Joseph




















Porque das voz a la callada vida cotidiana de millones de personas humildes que viven y aman: de ellos es el reino de los cielos. Porque representas a un valiente ejército de mansos, y éstos poseerán la tierra. Porque entre esos mansos muchos lloran, tienen hambre y sed de justicia: han de ser consolados y saciados. Porque la esencia del mensaje del que eres medio es la misericordia hacia todos. Porque ese mensaje nos llama a limpiar la mirada de nuestro corazón, único modo de ver a Dios. Porque nos manda construir la paz, aunque esto traiga consigo persecuciones. Y porque eres consciente de que todo ello acontece en una comunidad de seres humanos expuesta al error, al escándalo y a la impostura, algo por lo cual pides público perdón. La autocomplacencia no sirve cuando hay culpas tan flagrantes: urge la autocrítica eficaz. Esto no resta un ápice a la fecundidad histórica del horizonte de verdad, bien y belleza que vienes a hacer presente entre nosotros: más bien, nos hace desearlo aún más. Por eso, te doy la bienvenida, Joseph.
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En la imagen: "Western Wall-Muro de los lamentos", por El_Enigma (fuente: flickr.com).

jueves, 21 de octubre de 2010

Road movie
















La progresiva presencia del automóvil en los años cincuenta trajo consigo una inédita sensación de libertad individual. El nuevo horizonte de movilidad se tradujo en creaciones literarias y cinematográficas enlazadas por un hilo argumental: el desarrollo de la acción en torno a un viaje en coche. Un par de botones de muestra de la primera hora se hallan en la novela On the road de Jack Kerouac y en esa road movie a la sueca titulada Fresas salvajes.

Acabo de empezar una semana que en algo se asemeja a una road movie. La filosofía, que ha sido siempre peripatética, me lleva a viajar en pocos días a Murcia, Madrid y Sevilla. En Madrid va a tener lugar la asamblea constituyente de la Sociedad de Estudios Kantianos en Lengua Española (SEKLE); en Sevilla, el simposio anual del seminario permanente “Naturaleza y libertad”.

En Murcia di ayer una conferencia en el marco de las “Lecturas sobre los prejuicios” organizadas por Manuel Ballester en la Biblioteca regional. Fue un auténtico placer compartir la tarde con el público asistente. Un aforo compuesto, en gran parte, por queridos amigos filósofos y ex alumnos: nuestro encuentro me llena de gratitud y de un reconocimiento que pálidamente refleja lo mucho que de los otros recibo.
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En la imagen: “Autovía”, por M. Peinado (fuente: flickr.com).

jueves, 14 de octubre de 2010

Las dos vidas de Norma
























Norma Jeane Baker tenía dos vidas. En una brillaba halagada por sus fans, acosada por los periodistas, inalcanzable en su lejano ensimismamiento, deseada por medio mundo. En la otra era frágil e insegura, anhelaba ser amada pese a sus defectos, buscaba un puerto siempre inasequible en el horizonte. Desde Niágara hasta Con faldas y a lo loco, en la comedia y en el drama: quizá eran esas dos caras las que de un modo u otro emergían en su mirada de chica jovial y melancólica. En Vidas rebeldes, junto a otras estrellas en declive, el guión de su marido Arthur Miller dejó entrever el secreto.

La traducción al español de sus poemas y fragmentos inéditos confirma la sospecha. Ella, que leía a algunos de los grandes –Dostoievski, Joyce, Flaubert o Beckett–, volcaba su ansia de seguridad y de belleza en una escritura sincera hasta la atrocidad, ingenua hasta hacer daño. Cuando describe su soledad y acaricia la idea del suicidio, cuando expresa la fascinación que siente por las personas y por la hermosura del mundo. Norma Jeane de dos caras, alma escondida tras la niebla, Marilyn por siempre en la memoria.

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En la imagen: "Outside her patio", fotografía publicada por joanneteh_32 (busy and away!). Fuente: flickr.com.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La entronización de Belén Esteban como síntoma



No conozco a Belén Esteban. Imagino que, como todos, será una persona con virtudes y defectos, con heridas en la piel y un profundo deseo de felicidad. No voy a hablar de ella, sino de su entronización mediática. Recientemente, y a raíz de una fastuosa ceremonia organizada por una cadena de televisión española, Esteban ha recibido el apoyo de no pocos telespectadores, que han declarado en un sondeo (de Sigma Dos) estar dispuestos a votarle si se presenta a las elecciones generales. Los cálculos arrojan un porcentaje suficiente como para descabalgar a Izquierda Unida y lograr representación parlamentaria.

Hay que estar atento a los síntomas. En otro tipo de sociedad, pensar siquiera en dar el voto a una persona que no tiene formación ni experiencia políticas resultaría chusco e inconcebible. Mucho de guasa debe haber en los encuestados; pero también mucho de ignorancia, en un país en el que se promueve cada vez más el panem et circenses como fórmula del éxito mediático. Con todo, creo que reducir el enfoque a la depauperación de contenidos en las cadenas de televisión privadas (y en ciertas radios y periódicos) dejaría fuera del análisis un asunto relevante. La hipotética elección de Belén Esteban deja al descubierto el progresivo distanciamiento de la gente respecto de una clase política cada vez más enfangada en la corrupción o distraída en sus luchas intestinas. De esa lejanía se viene hablando desde hace décadas, cuando a la admirable Transición siguió bien pronto una fase de acentuado desencanto social.

El desencanto campa a sus anchas. En la entrega de ayer de la serie “(Pre)parados”, El país publicaba dos páginas con amargas misivas de los lectores, jóvenes altamente cualificados que contemplan cómo España no parece tener sitio para ellos. Parafraseando a Shakespeare en Hamlet, Ignacio Zafra señala que “una ola de podredumbre recorre Europa. Si Dinamarca está podrida, España y su sociedad están metidas en el abismo” (El país 26/09/2010, p. 17).

La escandalosa desafección de los ciudadanos respecto de sus políticos no puede no tener consecuencias. La principal de ellas es el populismo, que esencialmente consiste en el éxito de caudillos que logran contrarrestar las preocupaciones generales identificando chivos expiatorios (el extranjero o el imperialista occidental entre sus favoritos) para calmar la indignación popular, desactivando la conciencia crítica por medio del control de los medios de comunicación (y su conversión en adormidera que relaja las conciencias) o aumentando la dependencia de los individuos respecto del Estado (por ejemplo, a través de subvenciones y ayudas empleadas como palanca electoral). Preocupantes tendencias populistas se advierten en la Italia de Berlusconi, en la Francia de Sarkozy o en la España de Rodríguez Zapatero, mientras países como la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Morales y la Argentina de Kirchner se precipitan en una espiral de difícil salida y regímenes musulmanes como el Irán de Ahmadineyad alimentan el odio hacia Occidente. Pero incluso países de admirablemente estable tradición pública, como Suecia, asisten hoy al auge del populismo.

Por todo ello, la surrealista aventura política en la que algunos miles de españoles querrían ver a Belén Esteban produce una sonrisa agridulce. Se trata de un síntoma inquietante. El síntoma de una deriva –la desestructuración interna de la política– a la que los ciudadanos hemos de oponernos con todas nuestras fuerzas. Si es que nos importa vivir y no nos hemos abandonado a la locura de la indiferencia.

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© Imagen: Pedro Jesús Teruel, 2010.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Zara y la política postmoderna

El establecimiento de la cadena de moda Zara en el centro de Elche resulta bastante chocante. Se halla enclavado en un antiguo teatro, del que se conserva la estructura junto con la tonalidad pastel de los muros internos y las molduras doradas que decoran el frontispicio del escenario. El conjunto mantiene un halo de fascinación, heredero de la que habría de ejercer en su día el adentrarse en ese palacio de historias más reales que la vida.

El que fuera escenario queda hoy ocupado por la sección de moda femenina. Observando los maniquíes ataviados con las primicias de la nueva temporada uno no puede evitar pensar que quizá ese escenario no haya dejado de serlo. Quizá las prendas que allí se venden no sean otra cosa que atuendos para la función, disfraces al uso que se adecuan selectivamente al contexto en el que se abrirá el telón. Esta sospecha tiñe de una cierta irrealidad la algarabía de compradoras en búsqueda, que de repente se transmutan en figurantes de una trama escrita por otras mentes.

La imaginación me lleva, desde esta Zara-teatro, al juego de espejos en que se ha convertido la política gubernamental española. Las recientes declaraciones de nuestro presidente –en Shangai sobre el bebé gigante y el futuro de España (no caracterizado precisamente por el apoyo estatal a la natalidad), en Oslo sobre la aportación social del desempleo (cuando en patria crece el clamor de los parados), en Bruselas respaldando la expulsión de gitanos rumanos en Francia (mientras el grupo socialista se pronuncia en contra)– evocan la imagen del figurante que apresuradamente endosa uno u otro hábito con fines dramáticos (¿tragicómicos?). Y manifiestan una cierta pérdida del sentido de la realidad que difícilmente se explica al margen de la representación de un papel.

Una de las manifestaciones de la crisis de la cultura de la Modernidad reside en la desorientación política. A menudo ayuno de la legitimidad que proporciona la reflexión racional y crítica, movido por los hilos de presiones (de imagen, electorales, ideológicas, nacionalistas) de las que se revela triste marioneta, el político postmoderno renuncia a una identidad fuerte y se amolda –gracias a sus variopintos atuendos– a las circunstancias. Y es que hay que quedar bien con todos. Lo malo es que desistir de un discurso personal coherente –de una identidad– no puede durar demasiado sin que termine por verse la costura del disfraz. A la postre, el espectador se da cuenta de que está en un teatro. Y de que el guión es malo.
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En la imagen: bebé gigante ("Miguelín") diseñado por Isabel Coixet para el pabellón español de la Exposición universal de Shangai 2010, por Remko Tanis (fuente: flickr.es).

lunes, 13 de septiembre de 2010

El día de hoy














“Lasciate che ve lo dica e nessuno si offenda: voi siete tutti ladri; lo dico e lo ripeto, mi avete preso tutto. Mi avete incantato con la vostra amorevolezza, mi avete stupito con la vostra preghiera; mi rimaneva ancora questo povero cuore, di cui mi avete rubato gli affetti per intero. Ora avete preso possesso di questo cuore, cui nulla è più rimasto, se non un vivo desiderio di amarvi nel Signore, farvi del bene, salvare tutti”.

He querido retomar mi diario virtual con este pasaje, extraído de una carta dirigida por Giovanni Bosco a los jóvenes del colegio de Lanzo Torinese en marzo de 1876. Y he querido hacerlo en italiano, como homenaje a las muchas personas de bien de cuya presencia he tenido la ocasión de disfrutar durante mi última larga estancia en el bel paese. Allí he vivido y trabajado durante los últimos meses, como visiting professor en el departamento filosófico de la Universidad de Verona. Y de allí he vuelto a España para retomar mi trabajo en la Universidad.

En una nueva Universidad: la ya querida Cardenal Herrera de Valencia, en su campus de Elche. Y hoy lunes, de nuevo, el encuentro –el reencuentro– con los estudiantes. Parafraseando a Giovanni Bosco, también yo podría decir: “Os amo a todos de corazón; basta que seáis mis alumnos para que tanto os quiera”. La docencia y el discipulado son grandes cosas: y una gran cosa es que encuentren cabida y cobijo en una institución, la Universidad, que supone por ello uno de los orgullos de la historia humana.

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En la imagen: “Palmeras de Elche”, por Marcos González (fuente: flickr.com).

miércoles, 4 de agosto de 2010

Toros y hombres



Regreso de mi aventura italiana, en magnífica compañía, a través de una cadena de autopistas que se extienden sin solución de continuidad por las llanuras y los valles, las praderas y las montañas del sur de Europa.

Durante el viaje leo sobre una polémica que ha dado también que hablar en el bel Paese: la abolición de las corridas de toros en Cataluña. Gracias a una carta de María A. Calcines publicada en El país (02/08/2010, p. 16) me entero de que Canarias ya había tomado esa decisión en 1991 - eso sí, con mucho menor revuelo mediático, lo cual constituye buena prueba de la instrumentalización ideológica que ha guiado al gobierno autonómico catalán. En el mismo diario (p. 15), Víctor Gómez Pin llama la atención sobre el hecho de que la fiesta nacional haya sido defendida como signo de identidad por numerosas personas ilustradas y en contextos culturalmente señeros.

Que las corridas de toros poseen un profundo valor antropológico, simbólico y estético está, a mi modo de ver, fuera de duda. Hunden sus raíces en la necesaria confrontación del ser humano con la Naturaleza; simbolizan, con riqueza ritual y cromática, el drama y el riesgo de ser hombres.

Ahora bien: ¿qué significa asimilar una tradición? Cualquier institución que cuente con algunos siglos de vida -la Universidad o la Iglesia, por ejemplo- sabe que la tradición ha de ser cribada a la luz del tiempo actual, vertida en moldes comprensibles, asumida lúcidamente. En nuestros días, la victoria del ser humano sobre el peligro potencial representado por los demás animales resulta tan aplastante que ni siquiera nos percatamos de ella. La función antropológica del rito se ha ido depauperando, mientras se ha incrementado la percepción colectiva de nuestra proximidad psicológica y genética a los animales en general y la sensibilidad hacia el sufrimiento de los seres dotados de consciencia sensitiva.

Dar pasos para abolir las corridas no equivale a despreciar la tradición. Se puede reconocer el valor de ésta y, a la vez, la conveniencia de superarla en nombre del progreso. Porque es progreso, cuando no existen condiciones objetivas que nos obliguen a defendernos, apiadarse de los demás seres vivos. Tratar bien a los animales nos dignifica. Y nos ayuda a crecer en algo -la compasión hacia nuestros semejantes, desde el feto hasta el moribundo- de lo que estamos siempre necesitados.
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En la imagen: "Perro semihundido" (Francisco de Goya, museo del Prado).